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“Debemos mirar al resto de cristianos como hermanos y reconocer en ellos a Cristo”

Rocío Álvarez
18 de enero de 2018

Hoy, 18 de enero, comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, una ocasión propicia para conocer mejor el diálogo de la Iglesia católica con las iglesias y comunidades eclesiales sobre la doctrina de la fe, llevado adelante con gran esfuerzo y dedicación. Con este objetivo, hemos entrevistado a Eloy Jesús Torre, miembro católico del Equipo Ecuménico Sabiñánigo y gran convencido del “Ut unum sint” (Que todos sean uno).

Miembros del Equipo Ecuménico Sabiñánigo. Eloy es el segundo por la izquierda.

¿Desde cuándo trabajas en el Equipo? Desde 2007, cuando junto a Daniel Vergara, pastor protestante, hablamos que podríamos reunirnos cristianos de distintas denominaciones para rezar juntos. De esa idea nació el grupo ecuménico que al poco tiempo pasó a llamarse Equipo Ecuménico, ya que lo formábamos un grupo de cristianos, un anglicano, un adventista, un evangélico y un católico.

¿Cuál es tu misión? En primer lugar ser el miembro, no me atrevo a decir representante, de la Iglesia católica en el Equipo. Y luego, la misma que la del resto del Equipo, organizar actos y actividades ecuménicas para crear cauces de participación, de convivencia y de reunión de cristianos de distintas tradiciones. También administro el blog ‘Todos juntos’ donde el Equipo Ecuménico Sabiñánigo publica noticias y comentarios relacionados con el movimiento ecuménico.

¿Qué trabajo nos queda por hacer en este campo? Queda mucho. Primero, porque no somos conscientes en todas las confesiones, los católicos tampoco, de la importancia del “Ut unum sint” (Que sean uno), que es un mandamiento del Señor y un deseo elevado en la oración sacerdotal de la última cena por Jesús al Padre. En las distintas denominaciones se ha dado más importancia a otros aspectos que al peregrinar todos juntos y hemos invertido mucho tiempo y muchos esfuerzos durante siglos a echarnos en cara nuestras “herejías” cada uno la de los otros y a acentuar lo que nos separa. Segundo, creo que verdaderamente no nos terminamos de reconocer como hermanos y tenemos un miedo atroz a que “nos quiten seguidores”, cuando lo importante es que cada persona sepa reconocer en su interior a Jesús, Hijo de Dios, como el Salvador, que murió por todos, por redimirnos a todos. A veces, son nuestros pastores, nuestros popes, nuestros obispos, nuestros líderes los que no se terminan de creer el Ecumenismo, y eso es también un obstáculo. Pero no cabe el desánimo. Sabemos que el Ecumenismo requiere paciencia, espera, que será el Espíritu Santo, cuando quiera, como quiera y, si se me permite, donde quiera hacer realidad la unidad de todos los bautizados en Cristo, que reconocemos a un solo Dios Uno y Trino y que formamos todos parte de la única Iglesia, la fundada por Jesús de Nazaret.

Sin embargo, parece difícil la unión entre todos los cristianos. Creo que es importante poner el retrovisor y mirar hacia atrás. En esta acción vemos cómo se ha avanzado desde ese año 1910, que puede catalogarse como el comienzo del movimiento ecuménico, o lo vivido desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días. Y entonces no podemos ser más que optimistas. Se están dando grandes avances en el reconocernos entre los cristianos, en perdonarnos y en dejarnos perdonar. Este mismo año se han dado grandes acontecimientos, como la Oración conjunta en Lund (Suiza), o la liturgia celebrada por la Iglesia Ortodoxa Rusa en Bari (Italia), por nombrar un par de ellos. Y hay un aspecto importante que no nos puede pasar desapercibido que es el llamado “Ecumenismo de sangre” donde, de verdad, en el dolor, en la tragedia nos reconocemos unos y otros, porque al que matan lo hacen por ser cristiano, no le preguntan si copto, si anglicano, o lo que sea, sino por ser seguidor de Cristo, y esto une. Creo, desde mi humildad, que para lograr la unión debemos de dejar de mirarnos a nosotros mismos, a nuestros dogmas, a nuestras razones y pasar a mirar al resto de cristianos como hermanos y reconocer en ellos a Cristo, y, una vez entonces, caminar juntos.

¿Cómo ha crecido tu fe desde que trabajas por la unidad de los cristianos? No sé si ha crecido o no mi fe, sí que sé que me he enriquecido mucho como persona. La diversidad engrandece. He aprendido de mis hermanos protestantes el cariño y el estudio de la palabra, de mis hermanos ortodoxos el respeto a la liturgia, pero sobre todo me he dado cuenta que nos unen muchas más cosas de las que nos separan, que es una pena que esa Iglesia primitiva fundada por Cristo, que empezó a caminar con más miedo que vergüenza un Pentecostés de hace más de 2.000 años, la hayamos dividido los hombres, muchas veces por temas más “terrenales” que “celestiales”. Pero estoy convencido de que estamos en el camino de solventar esto, desde la sencillez, caminando juntos, conviviendo juntos, reconociéndonos como hermanos, con mucho respeto, celebrando al Señor juntos y, claro que sí, rezando todos juntos.

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