Cuidar la vida

Esta es nuestra primera misión. La de cada día. La de toda nuestra vida. Porque la vida la hemos recibido gratuitamente. Nos ha sido regalada. La vida humana personal, la de los demás, de los animales y vegetales, la vida de la creación, en definitiva. Nada hemos hecho para merecerla. Pero la vida regalada y recibida no es absolutamente perfecta. Es vulnerable y frágil.

La vida de cada uno de nosotros tiene fecha de caducidad. No establecida, ni decretada. La edad, una enfermedad, un accidente, un mal trato al cuerpo, el hambre, la guerra, la soledad… ponen fecha concreta a una fecha no fijada de antemano.

Pero anhelamos y querríamos la perfección. “Adoramos la perfección porque no podemos alcanzarla; si la tuviéramos nos repugnaría. Lo perfecto es el deshumano, porque el humano es el imperfecto”. (Fernando Pessoa)[1]. Dice Clara Giaccardi que esta frase es una amonestación y una profecía.

Es decir, estamos llamados a respetar los límites de la vida humana y a mejorarla dentro de esos límites. La ciencia y la técnica son ayudas necesarias. Cuando hemos querido pasar los límites por medio de la pura técnica, hemos violentado y hemos dañado la vida. La ciencia y la técnica nos conducen hacia qué se puede hacer, no hacia qué es mejor hacer. Por encima de las posibilidades técnicas hemos de situar los valores éticos de la vida humana. No todo lo que se puede hacer es humano hacerlo. Los intentos tecnológicos de dominar, manipular y romper los límites naturales de la vida, conducen a la humanidad a mayores riesgos, a nuevas desigualdades y a mayores formas de dominio sobre los demás. Podemos llegar a ser tratados como objetos, cayendo en las manos de quienes tienen el poder y la técnica, pero han perdido el respeto a la dignidad y a la realidad de la vida.

Adoramos la perfección, pero no podemos alcanzarla. Dejaríamos de ser humanos aquí y ahora. Nos ‘repugnaría’ (podemos poner otra palabra, si esta nos resulta dura o exagerada), porque desaparecerían muchas cosas de nuestra vida que sería siempre igual al ser perfecta. Desaparecería la búsqueda, el progreso, la duda, el avanzar, los sentimientos felices o amargos, el aprecio de los valores, la riqueza de la diferencia, la libertad de amar, la relación con los otros, con el diferente… Seríamos ‘deshumanos’, no humanos. Lo humano es lo ‘imperfecto’. Por eso, el ser humano es el único ‘animal’ que se realiza más allá del instinto y tiene capacidad para mejorar lo que le es dado: la vida compartida.

En nuestra imperfección está nuestra grandeza de poder mejorar la vida y nuestra responsabilidad de hacerlo respetándola y amándola. Esa es la imperfección que nos constituye en seres humanos creativos. Algo que nos asemeja a Dios que nos encomendó completar la creación (cfr. Gen 1,26-31).

Es una profecía la frase de Pessoa porque ya estamos viendo -no precisamente solo ahora- a dónde nos lleva esta pretensión de dominar la vida, no de protegerla y respetarla. “La tecnología es un arma que ha surgido sin la responsabilidad de las personas, sin la dedicación (sin tener en cuenta) de quienes están en la primera línea para tratar a los enfermos, sin solidaridad con los más frágiles, sin reciprocidad entre hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, sanos y enfermos. Hoy se necesita un milagro, pero no podemos fabricarlo”.[2] Necesitamos nuestro compromiso y empeño.

Nuestra autora termina citando a José Saramago, otro autor portugués: “El único milagro que podemos hacer será seguir viviendo, defender la fragilidad de la vida día a día”. Seguir viviendo, sí, pero no de cualquier modo, sino defendiendo y respetando la fragilidad de la vida día a día. La historia y la realidad de la persona y de la creación, son una ayuda imprescindible para respetar la vida. Y la fe en un Padre Creador de la persona humana dotada de libertad y de capacidad para elegir el bien y lo verdadero.

En este camino estamos todos. Y esta actitud de cuidar la vida es nuestra responsabilidad aceptando libremente abandonar los caprichos que maltratan la creación y rebajar nuestro nivel de vida que maltrata a la creación y niega la dignidad a tantos hermanos que viven en la pobreza y sin poder disfrutar de la vida que, como nosotros, han recibido gratuitamente. Nosotros, en los países enriquecidos, no hemos hecho nada para merecer nuestro nivel de vida, y ellos no son responsables de su miseria y de su hambre.

“No habrá una ecología sana y sustentable, capaz de transformar algo, si no cambian las personas, si no se las estimula a optar por otro estilo de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno”. (Francisco. QUERIDA AMAZONIA, 58)

No habrá una vida sana y sustentable, tampoco. Sólo si la cuidamos.

Día Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. 1 septiembre 2020


[1] Citado por CHIARA GIACCARDI. En DONNE CHIESA MONDO. N° 57. Mayo 2020. Pág. 2.

[2] Ídem, pág. 3.