Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXI Domingo del t. o. – C – (24/08/2025)
Una vez más la pregunta de un oyente sirvió para que Jesús hiciera de catequista. La pregunta (¿son pocos los que se salvan?) pudo ser motivada por la curiosidad (veamos qué piensa este predicador itinerante sobre una cuestión debatida en los círculos cultos de Israel) o por un legítimo deseo de saber cómo salvarse. Jesús respondió al cómo y, además, dejó caer una advertencia que, teniendo en cuenta el modo de pensar de sus oyentes, seguramente quedaron perplejos, pues estos oyentes como tantos israelitas seguramente se consideraban con derecho a estar sentados en el reino junto a los grandes patriarcas, ya que pertenecían al pueblo elegido…
– Ponte cómodo -le he dicho acercándole una taza de café- que hoy traigo un tema candente.
– Tú dirás -me ha respondido amablemente mientras tomaba una silla junto a la mesa en la que yo me había acomodado-.
– Antes de nada, quiero decirte que el Evangelio de hoy (Lc 13, 22-30) me ha dejado un poco desazonado.
– ¿Lo dices por la amenaza que hice a mis compatriotas de que podrían ser echados fuera del banquete del reino de los cielos?
– Por esa amenaza y por la advertencia de que la puerta para acceder al banquete es estrecha. En estos tiempos de fiestas y jolgorios en los que vivimos, hablar del esfuerzo y de que la puerta de entrada al Reino es estrecha no te va a atraer a demasiada gente. ¿Has visto esas masas bebiendo y saltando alocadamente porque empiezan las fiestas de su pueblo? -he respondido-.
– ¿Quién no las ha visto? -me ha dicho con tristeza-. Y me dan pena. ¡Con qué poca cosa se contentan! Piensan que son felices porque disfrutan de un rato de diversión y olvidan la advertencia que recogió Lucas en su Evangelio: «Cuidad, no sea que se os emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel Día…» (Lc 21, 34-35).
– No te extrañe si los de estas generaciones te tachan de aguafiestas -he replicado-.
– No hagas como el que me preguntó si son pocos los que se salvan. Pretendía que tomara partido en la disputa entre los fariseos, que decían que sólo los israelitas conseguirían la salvación, y los esenios, que afirmaban que sólo unos pocos estaban destinados a la felicidad eterna. Yo preferí ser honrado y decirle con claridad que, aunque la puerta es estrecha, podría entrar porque la salvación es para todos; sólo tenía que esforzarse para seguir mis pasos…
– … y esto obliga a cuidarnos de que no se emboten nuestros sentidos -he concluido-.
– Así es. Mira, en la Biblia se describe el reino de Dios como un banquete de manjares apetitosos y vinos generosos, porque la alegría y la felicidad no están reñidas con el Padre. ¡Todo lo contrario! Pero no confundas la alegría con el aturdimiento. En este banquete se sentarán los grandes patriarcas que fueron fieles, a pesar del esfuerzo que requería su fidelidad. Tener un asiento junto a ellos depende de haber seguido mis pasos. ¡Cuánta buena gente me sigue, aunque no lo parezca!
– Y también al revés -he dicho pensativo mientras daba vueltas en la cabeza a lo que ha querido decir con eso de que «hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos»-. Ya veo que para estar entre los primeros hay que parecerse al Hijo de hombre, que ha venido a servir…
– Pues empieza ya por recoger el servicio. Bastante trabajo tiene el camarero que hoy está solo.