DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO
El Antiguo Testamento veía la salud, la larga vida y la riqueza como signo de la bendición de Dios: y se daba gracias por esas cosas. Jesús no es tan ingenuo; Jesús ve todos los días que los ricos crean la desgracia de los pobres, que muchos pobres son mucho mejores personas que la mayoría de los ricos…. Bendita pobreza, que hace personas; maldita riqueza, que destruye a la humanidad. En el Sermón del Monte: no hay preceptos para salvarse, mandamientos de la nueva ley, ascéticas del sufrimiento por la vida eterna… Hay simplemente, una manera mejor de vivir, que se reduce a tomar la humanidad en serio, trabajar por ella, hacer de la vida personal un servicio útil… y sentirse muy bien así, muchísimo mejor que atendiendo a otras metas como ganar mucho dinero, estar muy instalado, salir de compras a diario, tener influencias y contactos…Para Jesús está muy claro que «humanidad» es mucho más que darse gustos, comprarse cosas, figurar… Humanidad es una cosa muy seria, que merece la dedicación total. Y proporciona las mayores satisfacciones. (José Enrique Galarreta)
Lecturas del día: Jer. 17,5-8; 1Cor, 15,12.16-20; Lc. 6,17.20-26
COMENTARIO-REFLEXIÓN
1.- Jesús, antes de hablar de la pobreza, la ha vivido. Para Jesús, lo absoluto, lo definitivo, lo que le hace plenamente feliz es Dios. Jesús se siente tan entrañablemente abrazado por su Padre que puede decir: ”Yo y el Padre somos uno” (Jn. 10,30). Desde ahí ha sabido relativizar todo: el dinero, la fama, el prestigio, incluso la propia vida. Es verdad que Jesús pudo ser “un buen rico”. Y hubiera podido repartir su riqueza entre los pobres. Pero optó por ser sociológicamente pobre porque así se solidarizaba mejor con ellos. Su vida sobria, austera y libre de las ataduras del dinero, le hizo disfrutar de las cosas bellas y sencillas de la vida: de la belleza de la Naturaleza, de los lirios en primavera, del canto de los pajarillos, de las puestas del sol en el lago de Galilea. Y al amar con un corazón libre, ha podido disfrutar de la amistad. Ha visto a cada persona como un “auténtico regalo del Padre”. “Eran tuyos y Tú me los diste” (Jn. 17,6). Y se ha dedicado en cuerpo y alma a liberar a las personas de todo lo que les esclaviza.
2.- La pobreza en el evangelio de Lucas. La inmensa mayoría de los exegetas están de acuerdo en que las tres primeras bienaventuranzas de Lucas, recogidas también en Mateo, son las originales e incluso se puede afirmar con cierta probabilidad que se remontan al mismo Jesús. Para Lucas, los pobres son los pobres que Él tiene delante, con sus rostros y sus nombres concretos; los que no tienen cubiertas sus necesidades más elementales. Sería un sarcasmo decirles a éstos: ¡Enhorabuena, qué suerte tenéis! Cuando les dice: «Dichosos de vosotros” es porque ha llegado para ellos el “reinado de Dios”. Son dichosos porque Jesús les dice: Dios ya no aguanta más vuestra situación y va a actuar. Vosotros tenéis a Dios por rey y propio del rey es ayudaros y defenderos. En el evangelio de Lucas hay unas amenazas para los ricos. Más que maldiciones son avisos para que los ricos cambien de actitud y reaccionen. Este evangelista, en el discurso programático de Nazaret, ha elegido para su lectura al profeta Isaías donde dice que el Mesías “ha sido enviado a dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad; para proclamar un año de gracia del Señor” (Lc. 4,18-19). Y todos sabemos que el año de gracia alude al Año Jubilar que se celebraba cada 50 años, y donde los pobres podían recuperar las tierras que habían perdido en esos años. Y con esa pérdida, el derecho a ser persona. En la parábola lucana del “rico sin entrañas” “el mendigo Lázaro quería saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico” (Lc. 16,21). Y las migajas eran los trozos de pan con los que habían limpiado el plato. Se trata de una pobreza humillante que hace añicos la dignidad humana. Y es lo que Jesús no puede tolerar. La única manera de salir de esa “pobreza-miseria” es combatirla. El mayor dolor de la pobreza es la destrucción de la persona. Dios no puede tolerar que miles de niños en el siglo XXI se mueran de hambre. Jesús, que tenía un corazón compasivo no podía tolerar que la gente del desierto se fuera sin comer porque podían desfallecer en el camino. Por eso hizo la multiplicación de los panes (Lc.9,10-17). Para los pobres, según Lucas el evangelio es una buena noticia porque Dios, que reina ya dentro de sus corazones, va a cambiar su situación. Por eso la Iglesia siempre ha tenido muy en cuenta a estos pobres-sociológicos y ha creado instituciones para atenderlos y ayudarles a ser personas.
3.– Persona-árbol: persona-cardo. (1ª Lectura). Para el profeta Jeremías, el pobre sería la “persona-árbol” . Y el rico la “persona-cardo” El árbol con sus hojas, da buena sombra. Habla de personas acogedoras, que dan cobijo y descanso; con sus buenos frutos, saben poner paz, alegría, ilusión, esperanza y mucho amor en la vida. El árbol no me mueve de sitio, siempre está. Y como está en su sitio, siempre lo encuentras. El cardo no da frutos, ni hojas, ni sombra. Lo único que puedes esperar es algún pinchazo. Alude a las personas negativas, que nunca aportan nada, que lo critican todo, que viven amargadas y amargan la vida de los demás. ¿Cuál es el secreto de este árbol? Crece junto al arroyo de las aguas. Y sabemos que “la acequia de Dios va llena de agua”. (Sal. 64). Son personas de oración.
PREGUNTAS.
1ª En mi vida suele haber de todo. ¿Cuándo me considero “persona-árbol? ¿Y cuando me considero “ persona cardo?
2ª ¿Me preocupa la cantidad de gente que se lo pasa mal? ¿Me preocupan que en el siglo XXI haya tantos miles de niños que mueren de hambre?.
3ª El evangelista Lucas es muy concreto. ¿Qué estoy dispuesto a hacer para ayudar a solucionar este problema?
ORACIÓN
ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:
Señor, quien en Ti confía
es “árbol” junto a la acequia
y el que confía en el hombre
es un “cardo” de la estepa.
Tú bendices a los pobres
que se apoyan en tu fuerza
y maldices a los ricos,
llenos de autosuficiencia.
Que sigan con sus placeres,
diversiones y riquezas.
Un día descubrirán
que “su fuente ya está seca”
En cambio, Señor, nosotros
estamos siempre de fiesta.
Como niños, en tu pecho,
reclinamos la cabeza.
Confiados en tu Palabra
elegimos otras metas:
compartir con los hermanos
vida, corazón y mesa.
Qué suerte, Señor, la nuestra:
estar libres de cadenas,
porque Tú eres nuestro Pan,
nuestra risa y nuestra estrella.
Hoy, unimos nuestras “manos”
con los pobres de la tierra.
Son, Señor, nuestros hermanos,
el tesoro de tu Iglesia.
JOSÉ JAVIER PÉREZ BENEDÍ
PDF: 17 DE FEBRERO