Opinión

Ángel Calvo Cortés

¡Feliz año nuevo!

30 de diciembre de 2025

Yo tenía entonces 11 años, después de escuchar en el reloj de la capilla las doce campanadas de fin de año, el anciano padre espiritual, desde el púlpito, comenzó a hablar diciendo ¡Cúan veloz pasa el tiempo! A mí, en aquel preciso momento, lo que me preocupaba eran el frío y el sueño. Yo era entonces un chico asilvestrado que, como dice William Shakespeare en “El cuento de invierno” (The Winter’s Tale), no pensaba que hubiese otra cosa que un mañana idéntico al ayer. En clase traducíamos de Virgilio: breve e irrepetible es para todos el tiempo de la vida.  Hoy sé que debo darle a la fugacidad del momento un valor de eternidad.

Ahora, a casi mis 85 años, veo las cosas de otra manera y prácticamente oigo las pisadas del inaudible y silencioso pie del tiempo. Así lo dice el William en “Bien está lo que bien acaba”. Por eso trato de recuperar la posesión de mí mismo.

No me explico cómo he llegado a tener tantos años en tan poco tiempo. ¿Tendrá razón Picasso cuando dice que lleva mucho tiempo llegar a ser joven?

Personalmente, en lo del año nuevo subrayo lo de “nuevo”.  Quiero que sea más nuevo que año. Lo quiero nuevo, ni de segunda mano ni reciclado: nuevo. La verdad es que el tiempo siempre es nuevo. Ya es tópico decir que el 2026 es un capítulo de tu vida que espera ser escrito. Lo nuevo del año tengo que ser yo. Tengo que esculpir mi propia estatua.

Para ti, te deseo preguntas nuevas, respuestas nuevas, aprender, empujar de ti mismo/a, cambiarte, cambiar el mundo, conocer gente nueva, conocer lo mejor de los que ya conoces, vivir (no simplemente existir), imaginación y vigor interior, frescura vital. En fin: todo lo guay del Paraguay, porque el tiempo es una herramienta o un camino, no un sofá.

Soy consciente que la felicidad de otros dependerá, en parte, de mí y que la mía depende en gran parte de los otros (entre ellos, de ti)

Ojalá que la lluvia de la esperanza, la ilusión, la creatividad y la solidaridad te coja con el paraguas roto y nos salpique también a los amigos, porque si tu felicidad depende de mí, considérate la persona más feliz del mundo.

Que nunca te falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar a donde ir y personas a las que querer.

Por cierto, he visto a la felicidad y me ha dicho que iba a tu casa, le he pedido que llevase también salud, vitalidad y sonrisas. Trátalas bien, que van de mi parte.

¡Eres un inmerecido regalo para muchísimas personas que te conocemos! Tú nos hablas de Dios sin nombrar a Dios.

Un abrazo nuevo, sin estrenar, hecho a mano y con certificado de autenticidad artesana.

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