Cuando entré en contacto con la Acción Católica tenía unos cuarenta años. Enseguida me gustaron sus métodos de trabajo, en especial la formación. Aprendí a hacer análisis de la realidad y a desmenuzar los hechos que suceden a diario.
En ese analizar los actos, descubrí que toda actuación es por una causa y tiene sus consecuencias.
Empezando por lo sencillo, diré que hace unos días hubo un concierto en la catedral de Huesca. Me ofrecí a ayudar en lo que hiciera falta, ya que era a beneficio de Manos Unidas.
En principio, el concierto se iba a realizar en un salón de la catedral, pero por razones que no vienen al caso, se decidió que se realizara en la misma catedral. Este cambio se anunció por activa y por pasiva, con cantidad de carteles, pero yo solo leí la información del primer cartel, pasando por alto los que informaban del cambio de lugar. Sucedió que me encontré en el salón sola, preocupada porque se hacía tarde y no había nadie. Finalmente vinieron a rescatarme y me enteré del cambio. Aún tuve tiempo de ayudar en algo.
La consecuencia de no mirar los carteles con la información adecuada supuso que pasara un rato de agobio hasta que vinieran a rescatarme.
Esto, que no tiene importancia, me sirve para introducir casos de mayor envergadura.
Pongamos por ejemplo la prepotencia de Netanyahu y su obsesión por acabar con Hamás. Tiene como consecuencia la muerte de miles y miles de palestinos inocentes por inanición o por bombas. Y sigue sin reconocer la masacre que está ocasionando, por lo que espero que alguna vez tenga que asumir sus responsabilidades en esta guerra.
Otro tema que personalmente me inquieta es el de los gobiernos corruptos de muchos países, especialmente del tercer mundo. Cuando estos gobiernos no se preocupan de facilitar a sus ciudadanos las condiciones para disfrutar de una vida mínimamente digna, la consecuencia es la emigración en busca de una vida decente o la huida de la violencia. Y no solo, otra consecuencia es la situación de vulnerabilidad que viven en los países de acogida por el desarraigo, las dificultades de la adaptación, la xenofobia, el rechazo de muchos….
No quiero hacerme muy larga, pero quiero comentar otra situación que acabamos de vivir. Desde hace mucho estamos huyendo de los pueblos hacia las ciudades, provocando como consecuencia la despoblación y abandono de los pueblos, dejando muchas tierras sin cultivar, porque la vida del campo es muy dura y todos buscamos un futuro mejor.
Hemos abandonado el campo y la consecuencia ahora son los incendios, provocados o no, que se han cebado en toda la vegetación que encuentran a su paso destrozando miles y miles de hectáreas dejando el campo completamente desolado. Y esto tiene una segunda consecuencia, como decía el otro día un agricultor de León ya que ahora, en otoño, llegarán las lluvias que arrastraran las tierras que ya no sujetaran los árboles y contaminarán los ríos, cuya agua no podrán usar para regar ni para beber.
La conclusión debería ser el cuidado con las decisiones que tomamos, pues todas surgen de una causa.
En todo caso, asumir las consecuencias. Buenas o malas que sean.