El barbastrense José María Ferrer Muñoz, Chema, cumple hoy, 19 de marzo, cincuenta años como sacerdote, medio siglo después de su ordenación en el Pontificio Colegio Español de San José en Roma en el que estudiaba bebiendo de las primeras orientaciones postconciliares. Con ellas regresó a su ciudad y cantó misa el ya reverendo en la capilla del Seminario Diocesano, donde había llegado con diez años. Recuerda perfectamente esa primera homilía, que escribió a máquina y aún conserva. «Dije tres cosas. Soy cura gracias a Dios y lo soy para los demás; lo más importante de ser cura es celebrar la Eucaristía, que la he podido celebrar tantos años, y que lo que tiene que decir un cura es que Jesucristo es el salvador del mundo», enumera. Hoy, subraya, lo podría leer exactamente igual, a pesar de los cambios de la institución eclesial.
«Seguramente la Iglesia hoy ha dejado tener una preeminencia social, también económica, si la tuvo alguna vez; es una Iglesia más pobre, mucho más entregada a su misión con una desvinculación de la política, la economía; más pura, más auténtica y evangélica que la que pudo ser en la época preconciliar. También ha descubierto el valor del laicado, no porque falten curas sino porque el laico es un miembro vivo de la Iglesia como los sacerdotes o los religiosos. En la Iglesia, lo fundamental es estar bautizado», observa. Y lo observa quien ha vivido los efectos del Concilio Vaticano II y, ahora, el papado de Francisco. «El Concilio abrió las ventanas de la Iglesia y se adelantó al decir: ‘Los tiempos que van a venir serán nuevos’. La llegada del papa Francisco ha sido importante y de alguna manera necesaria para que la Iglesia se siguiera dando cuenta de que hay que mirar al futuro. Sus intuiciones son muy interesantes porque verdaderamente ven el futuro y curiosamente el futuro es como en los primeros principios del cristianismo, cuando se anunciaba el Evangelio en la calle porque no había iglesias y ahora hemos de anunciar en la calle porque la gente no va a la iglesia. Y la Iglesia en salida que dice Francisco en el fondo es la Iglesia de la primerísima comunidad. Es muy nuevo, pero muy antiguo en el mejor sentido de la palabra».
Su labor pastoral siempre ha estado más al servicio de la diócesis que de las parroquias, aunque ha ejercido trece años, de 1996-2009, como vicario pastoral en San Francisco, en Barbastro, y siete de párroco rural, de 2009 a 2016, en Almunia de San Juan y Pueyo de Santa Cruz. En su trayectoria, ha sido delegado de Pastoral Juvenil, Vocacional, del Clero y Familiar, además de dar clases en el colegio Seminario Diocesano La Inmaculada. Recuerda los primeros años, cuando había muy pocos agentes que ofrecieran servicio a los jóvenes, excepto la Iglesia, o la intensa programación de actividades para las familias. Evoca, también los diez años que estuvo al frente de la delegación del Clero, dirigiendo los ejercicios para sacerdotes, y yendo semanalmente por los arciprestazgos con el obispo Ambrosio Echebarría,
Ahora, además de capellán en las Capuchinas y consiliario de Cofradías, sigue estando al frente de la Delegación de Medios de Comunicación, que en el contexto actual se enfrenta a un reto. «El mundo pagano de la primera comunidad no es diferente al mundo pagano del siglo XXI. Estamos en una época postcristiana y ahora es más difícil. Cuando uno no ha oído hablar de Jesucristo se le puede anunciar, cuando ya ha oído y encima está resabiado, es más difícil. Hay una sociedad postcristianna, y hay que resolverlo re-anunciando el Evangelio», analiza. Un anuncio que a él le ha llevado a colaborar, también durante medio siglo, con el semanario El Cruzado Aragonés, así como a promover un Informativo Diocesano en la televisión local.
Con todo, dice, los curas de antes y los de ahora «son iguales en cuanto al convencimiento de que son pastores, preocupados por estar al servicio de la gente y evangelizar. Antes el cura era una especie de absoluto en la sociedad, un personaje social influyente y hoy no. Pero lo hemos asumido muy bien y no creo que haya curas que quieran volver a ser mandamases de la sociedad. Ahora el sacerdote es uno más de la comunidad, y seguirá siendo eso, pero con la misión de ser su pastor ¿Cómo será el cura del futuro? Se puede intuir que las comunidades serán más reducidas, en una comunidad más unida dentro de una sociedad que no será cristiana;?y el cura, itinerante, yendo por las parroquias». De forma paralela, señala, ha resurgido del movimiento de Acción Católica «como símbolo de un laico que debe ser fermento en el mundo», parejo a una preocupación por su formación, que se atiende incluso con formación online.
«Y hay una preocupación por las vocaciones. Falta que las familias cristianas tomen conciencia de que una de sus misiones es trasmitir la fe. Un cristiano no nace como un hongo, nace de una familia cristiana», resume este hombre que ayer estuvo muy acompañado en San Francisco, en la misa de acción de gracias por estas bodas de oro sacerdotales. «Yo he querido siempre a la gente y quizá, dentro de las limitaciones humanas, se suele recoger lo que se siembra. Yo he sembrado interés, afecto preocupación, deseo de estar bien con todos. A la gente, si le dices buenos días con ganas, te responde buenos días con ganas», contesta cuando se le advierte del cariño que suscita.