La clausura del Año Jubilar, cuyo lema ha sido, “Peregrinos de esperanza” reunió en la Catedral de Tarazona a numerosos fieles y peregrinos llegados desde todos los rincones de la diócesis. La eucaristía estuvo presidida por el obispo de Tarazona, Monseñor Vicente Rebollo, acompañado por el vicario general y los sacerdotes de los cinco arciprestazgos, subrayando así la unidad y la vida pastoral de toda la Iglesia diocesana.
En su homilía, el obispo recordó que este Año Santo comenzó y concluye en la fiesta de la Sagrada Familia, modelo de fe, obediencia y confianza en Dios. Contemplando a Jesús, María y José como peregrinos, destacó que ellos custodian el don de Dios para la humanidad y siguen acompañando hoy a la Iglesia en su camino. Don Vicente evocó también las numerosas peregrinaciones realizadas durante el Jubileo —a la Catedral, al Santo Sepulcro de Calatayud y a Roma— como momentos privilegiados para experimentar la gracia y el amor de Dios.
El obispo profundizó en las diversas formas de vivir la esperanza cristiana: la del testigo que confiesa a Cristo incluso en la dificultad; la del pobre que recuerda que la felicidad no está en lo material; la de la comunidad que sostiene la fe; la del catequista que forma y transmite; la del débil que, desde su fragilidad, está especialmente abierto al amor de Dios; y la del creyente que se abandona con confianza a la voluntad divina.
Aunque el Año Jubilar concluya, el obispo de Tarazona insistió en que permanece el envío a transmitir esperanza y a dar razón de ella con humildad y alegría. Invitó a ser “pequeñas luces” en medio de la noche del mundo, una esperanza activa que no se conforma, recordando que la esperanza es obra de Dios y no depende de nuestras fuerzas. Don Vicente animó «a ser conscientes de que en la gran noche somos una pequeña luz, la luciérnaga que sabe brillar y, aunque parezca que no hace nada, siempre hay algunos que se acercan porque han visto su luz, tiene la luz verde de la esperanza. Así tenemos que ser nosotros en medio de la noche de las demás personas, ser un poco de luz para sus vidas».
Don Vicente concluyó acogiendo el llamamiento del Papa Francisco a dejarse atraer por la esperanza y hacerla contagiosa, poniéndose bajo la protección de María, Madre de la Esperanza, para seguir caminando como auténticos discípulos de Jesús.
Al finalizar la celebración, se entregó una vela encendida a los cinco arciprestes, símbolo del envío para seguir llevando la luz de la esperanza a todas las comunidades de la diócesis. Además, Carlos Molina, uno de los peregrinos que participó en la peregrinación diocesana a Roma hizo entrega al obispo de una escultura conmemorativa del Jubileo, gesto que puso un broche emotivo a este año de gracia.
En la misa participaron representantes de los cinco arciprestazgos y fue cantada por el Coro de la Catedral que interpretó el himno del Jubileo tanto al comienzo como al final de la celebración.

























