El coro: un ministerio litúrgico para la eucaristía

Diócesis de Barbastro-Monzón
22 de noviembre de 2025

Esteban Trejo Ayala

En el jubileo de los coros de la Diócesis de Barbastro-Monzón, que se realizo el sábado 15 de noviembre, en el Monasterio de Nuestra Señora del Pueyo, se presentó una exposición que recordó y exhortó con fuerza la dimensión espiritual y litúrgica del canto en la celebración eucarística. Lejos de ser un adorno o un simple acompañamiento, la música litúrgica constituye parte integral del culto divino: santifica a los fieles y glorifica a Dios.

La tradición musical de la Iglesia, desde el canto gregoriano hasta las formas contemporáneas aprobadas hoy en día, es un tesoro de valor inestimable. Como recordaba el Concilio Vaticano II en la Sacrosanctum Concilium, el canto sagrado unido a la Palabra es una oblación a Dios y un medio privilegiado para la participación activa del pueblo. Cantar en la liturgia significa que la comunidad se hace voz, acompaña al celebrante y expresa su fe en el misterio que se celebra.

Se exhortó a los coros a no olvidar que el canto litúrgico cumple funciones esenciales:

  • Alabanza y acción de gracias: significar la Eucaristía como acción de gracias y sacrificio espiritual de la Iglesia.
  • Sostener la confesión de fe de la Iglesia y ampliar el anuncio del Evangelio.
  • Unidad comunitaria: favorece la comunión de los fieles y eleva el corazón hacia Dios.

La exposición subrayó también la diferencia entre música religiosa, música sagrada y música litúrgica. No toda música religiosa puede entrar en la liturgia; sólo aquella que, por su santidad y funcionalidad, se integra en el rito y lo ilumina. Benedicto XVI,  ha afirmado que “la música misma es liturgia”.

Por ello, se recordó la importancia de discernir qué se puede cantar en la Misa: los textos del Ordinario (Kyrie, Gloria, Credo, Santo, Cordero de Dios) y del Propio (entrada, salmo, ofertorio, comunión), junto con himnos y cantos aprobados. Lo que no debe cantarse son textos profanos, centrados en la emotividad individual o estilos no idóneos que distraigan del misterio.

Es imprescindible vivir y adentrarse en el silencio, porque igualmente, ocupa un lugar esencial en la celebración eucarística. Es un silencio sagrado que envuelve todo y permite la adoración íntima, especialmente tras la comunión. Así, palabra, canto y silencio se complementan como signos que conducen al encuentro con Cristo.

La exposición concluyó con una exhortación clara: vivir la Eucaristía con la música litúrgica significa cantar como oración y comunión, servir al misterio y no al gusto personal, y buscar que cada nota eleve el alma al encuentro con Dios. Los coros, en este sentido, no son meros animadores, sino ministros que ayudan a que la liturgia sea verdaderamente participación plena, consciente y activa del pueblo de Dios para la edificación del Reino.

 A MODO DE REFLEXIÓN:

  • El ministerio del canto litúrgico no es un simple adorno de la celebración, sino una auténtica forma de servicio al misterio de Dios y a su pueblo. Cada coro, cada voz y cada instrumento están llamados a ser canales por los cuales el Espíritu Santo actúe, inspirando la oración y elevando los corazones hacia el Señor.
  • Por eso, los coros litúrgicos están invitados a dejarse moldear por el Espíritu Santo, quien armoniza los talentos, purifica las intenciones y hace de cada canto una verdadera oración. No se trata solo de ejecutar música bella, sino de hacer música santa, que ayude a la asamblea a encontrarse con Cristo presente en la Eucaristía.
  • Que nuestros cantos no sean una expresión de protagonismo, sino un humilde servicio al altar; que nuestras voces no busquen ser oídas, sino que ayuden a escuchar la voz del Espíritu; y que nuestra formación no sea solo técnica, sino también espiritual y litúrgica, para comprender el sentido profundo de lo que celebramos.
  • Así, convertidos en auténticos ministros del canto, podremos contribuir a que cada Eucaristía sea una verdadera escuela de comunión, de fe y de amor, donde la música no distraiga, sino que conduzca al encuentro con el Misterio.

“Cantar bien es orar dos veces” (San Agustín)

NO OLVIDAR: La espiritualidad de los coros es que, movidos por el Espíritu Santo, cada nota que entonemos sea una oración viva, una ofrenda de amor y un testimonio de fe al servicio del Pueblo de Dios.

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