Muchos días amanezco con el ánimo encogido. Mentiras, desgracias, promesas incumplidas, racismo sistemático, corruptos a cada esquina, cortacircuitos de todo tipo merodean en los alrededores de nuestro mundo cercano y lejano.
Me viene a la memoria el estado anímico de los amigos incondicionales de Jesús cuando quedaron sin su Maestro y les sobrevino el apagón de las energías que se habían despertado por estar a su lado. Era la hora de nona…
Más tarde, es sorprendente: ¿Qué les sedujo? ¿Qué campo energético les invadió? Nada es demostrable. Fue una dimensión insólita de carga espiritual e invisible que “se impuso sin imponerse” lo que les convirtió en protagonistas de la novedad del mensaje de Jesús.
La fuerza del Sínodo, legado de Francisco en comunión con la Iglesia, afronta para todos los bautizados la etapa más acuciante y empática. Será uno de los mejores sueños que podamos emprender en respuesta a un tiempo trenzado en compañía y dignidad eclesial.
También en nuestra diócesis estamos llamados a atisbar con hechos el que se vaya haciendo posible tal sueño. Hay encuentros de grupos sinodales que plasman tal voluntad, (15-3-2025; 18-10-2025), pero falta correspondencia con quien/es tienen o asumen la responsabilidad de agilizar los trámites de tal envergadura. Es sorprendente que quedemos más tiempo del necesario en los protocolos que nos pueden ralentizar en exceso. Este aspecto no es reflejo de un lapsus, aunque se pretenda con algunas convocatorias diocesanas (12 abril- 2025; 20 septiembre 2025) provocar un golpe de efecto para ir cubriendo el expediente de estar en una línea sin un plan concreto. Es sorprendente, también, que la presencia en el jubileo 2025, el envío del obispo carece del eco, de la riqueza y presencia de otros grupos sinodales de la diócesis que -sin lugar a dudas- algún representante más podría haber participado. ¿Es que en esta diócesis solo existe el equipo sinodal diocesano nombrado por el obispo? Asimismo, es sorprendente que se quiera atraer a los que están lejos y se silencie a quienes buscan estar cerca.
En ocasiones, por ello, me impresiona la tardanza de un amanecer cálido y sustancioso que abrigue y dé paso al alba. Aun así, caigo en la cuenta de que los amigos de Jesús, como habían vivido esa experiencia tan singular y notoria a su lado, era imposible que esa “semilla latente” no guardara algún secreto en expansión.
Por el contrario, es sorprendente que lleguen a nosotros datos de algunas diócesis emprendedoras (Madrid, Pamplona, Barbastro-Monzón, Mondoñedo-Ferrol, Palencia…) que alimentan un cambio de actitud y de estructuras en teoría y en la práctica. Abren boca para motivar a hacer realidad un sueño concertado para la Iglesia universal con el acuerdo de muchas personas diferentes.
Aún más, es sorprendente la existencia de Together como plataforma continental para fortalecer la formación sinodal en toda la Iglesia. Orientada a discernir y compartir los aspectos que se puedan ir implementando (https://together.celam.org/). Al mismo ritmo, Cristianismo y Justicia tiene organizado un curso on line titulado “La sinodalidad es el camino”. Tampoco queremos silenciar a aquellos que hacen cambios, pequeños cambios con propósito y estilo sinodal, pero sin nada de publicidad, por distintos motivos.
Con el estilo de los amigos incondicionales de la Iglesia de Jesús es aquí donde podemos poner nuestra esperanza hecha acción: el liderazgo inicial del Sínodo quedó en semilla maestra, hecha palabra, en un Documento final firmado por y para el pueblo de Dios. La dificultad de su lectura no se asemeja a la Biblia y NT, pero el mejor camino podría ser ir haciendo vivencial lo que entendamos.
Y a nosotros ¿Qué nos puede seducir? ¿Cómo pasar de la verticalidad a la circularidad sinodal? ¿Cómo habitar y dar sentido a la rutina parroquial y diocesana de otra manera? ¿De dónde extraer y cómo aportar novedad?
Lo que llamamos conversión sinodal nos compete a todos cuantos queremos implicarnos de corazón y de obra, pero para ello es necesario:
- que la sinodalidad se cuele en nuestro interior
- que empecemos a sentir una gran simpatía por su profundo entramado
- que la sinodalidad entre en nuestra vida como una etapa en la que la Iglesia también estaba sintiendo una fuerza procedente de arriba y más poderosa que nosotros mismos.
- que esta conversión no es porque la Iglesia haya agotado toda su credibilidad, sino porque también se han dado una serie de razones estructurales de las que, tal vez, no hemos sido del todo conscientes, pero son responsables de la ausencia o lejanía de Dios en nuestra vida.
- que nuestro principal aprendizaje esté enfocado a liberar prejuicios. Como distintivo esencial, no pasemos cerca del pobre de soslayo, sino que sea nuestra mirada, nuestra atención y nuestra escucha una actitud atrayente que desborda y humaniza.
Alabo y aplaudo ese hacer y ser sorprendentes ya enunciados. Son como una explosión de vida y quehacer sinodal funcionando como verdaderos pilares de nueva construcción y nuevo estilo de Iglesia.