Opinión

Araceli Cavero

Primeras Comuniones

8 de mayo de 2025

Con el principio del mes de mayo llega la época de las primeras comuniones y algunos informativos se hacen eco, sobre todo advirtiendo a los padres que preparen la cartera para el desembolso que se avecina. Dicen que este año deben preparar cinco mil euros para la celebración.

Ante la noticia no he podido evitar recordar a un querido sobrino italiano que me invitó a la boda de su hija.

Nunca olvidaré aquel día. Desde el principio de la mañana con el desayuno: había toda clase de pastas dulces y saladas, café, leche, zumos de todas clases y todo en abundancia. Seguimos con el aperitivo y teníamos ante nosotros toda clase de manjares apetecibles. En la comida había que salir a bailar en cada plato para hacer sitio al siguiente. Pero todavía quedaba el café y los dulces además de la fruta. Con esto no terminó la fiesta, sino que hubo cena con barbacoa y otra gran variedad de alimentos. No exagero en absoluto si digo que habríamos podido comer el triple de invitados. Posiblemente incluso más.

Cuando le pregunté porqué había hecho semejante gasto, me dijo que para no quedarse atrás ante sus compañeros y amigos.

Muchas veces me he preguntado donde fue a parar tanta comida que sobró. Nunca se lo he podido preguntar porque falleció a los sesenta años a causa del COVID.

Algunos años después, en uno de los viajes que hice a Roma por reuniones con mi equipo internacional, coincidió que la hija pequeña de su hermana hacía la Primera Comunión y aproveché para acompañarles en ese día tan especial para toda la familia.

También esta fue una celebración que nunca olvidaré. Es un pueblo pequeño y eran setenta niños y niñas que hacían su Primera Comunión. Al finalizar la Eucaristía, el sacerdote preguntó a cada uno de ellos el compromiso que adquirían como amigos de Jesús. Unos se comprometían a participar en el coro, otros a visitar a los enfermos, otros a llevar comida a los necesitados, también quien iba a seguir con las catequesis… y así los setenta.

Las niñas iban vestidas todas iguales con una túnica blanca. Lo extraordinario del caso es que tenían que devolverla. Supongo que para que sirviera en un futuro para otra niña No pregunté por el traje de los niños, pero seguro que sería algo parecido.

¡Ah! Y la comida se hizo en casa. Todo preparado por los padres y las hermanas mayores.

No quiero hacer comparaciones, no es el motivo de esta carta. Cada cual es dueño de hacer lo que le parezca. Solo quiero hacer mi pequeña reflexión.

Muchas veces el hecho de quedar por debajo de nuestros vecinos y amigos hace que nos embarquemos en gastos, incluso pidiendo préstamos en el banco, y no solo para ciertas celebraciones, que no tienen sentido. Pero lo peor es que hemos perdido el sentido del Sacramento que alimenta nuestra vida espiritual y no se celebra lo en verdad se debería celebrar.

Con esto también me viene a la mente las familias que celebran “comuniones civiles” o “bautizos de bienvenida al mundo” de sus bebés para no privar a sus hijos de la correspondiente celebración y sean menos que sus compañeros.

Solo le pido a Dios que nos ayude a recobrar el sentido común, porque las celebraciones no son mejores por gastar mucho dinero, sino que lo son por estar en compañía y hacer amistosa y alegre cada celebración.

Compartir
WhatsApp
Email
Facebook
X (Twitter)
LinkedIn

Noticias relacionadas