César Miravete coordina la adoración perpetua en la capilla de San Pascual Bailón, en Zaragoza, desde su inauguración en 2011. Le entrevistamos para descubrir el porqué de esta misión.

César Miravete.

¿Desde cuándo coordina la adoración perpetua en la Capilla de san Pascual Bailón? Desde el 30 de junio de 2011, fecha en que se inauguró después de unos meses intensos de preparativos. Me dio mucha alegría saber que la Capilla iba a tener como titular a san Pascual Bailón, gran santo aragonés del siglo XVI, enamorado de la adoración eucarística, que en su simplicidad y humildad nos muestra que los santos normales y corrientes son los grandes reformadores que necesita esta hora de la historia y que lo que hacemos con y por amor no pasa jamás, lo único que perdura para siempre. Desde el primer momento estuve convencido de que esta Capilla iba a ser una luz que permanentemente nos indicara que Dios espera mucho de nosotros y que en el cumplimiento de su voluntad encontramos nuestra más plena realización y lo esencial de nuestra vida, lo que realmente vale la pena.

¿Ha cuajado esta práctica en Zaragoza? Refiriéndome exclusivamente a nuestra Capilla, abierta las 24 horas del día, durante todo el año, puedo decir que Dios no deja de sorprendernos y que lo que parecía un proyecto inaudito que fracasaría a los pocos meses, la verdad es que ha sido un espacio de oración muy querido y frecuentado por las numerosísimas personas que han participado ininterrumpidamente en los turnos de adoración, durante estos siete años. He constatado una vez más que el Pueblo de Dios no se conforma con poco y  que la eucaristía es un don de Dios demasiado grande como para admitir ambigüedades y reducciones.

¿Por qué es buena (o necesaria) la adoración más allá de la fiesta del Corpus Christi? La sencillez de san Pascual Bailón me lleva a considerar que cada uno de nosotros estamos llamados a cosas muy sencillas y pequeñas que nos hacen muy grandes. Una de ellas es la adoración eucarística que hemos de vivir, sobre todo, durante la celebración de la santa misa y también en el silencio de nuestras capillas e iglesias. Y adorar a Dios significa darle el lugar que le corresponde en nuestra historia y decirle muchas veces que dependemos de él, que le queremos y que queremos ser testigos creíbles de su amor. ¡Qué bien lo expresó Benedicto XVI al decir que arrodillarse ante la eucaristía, ante el santísimo sacramento es una profesión de verdadera libertad!

Este año celebra sus bodas de plata sacerdotales. ¿Qué ha significado para usted en todo este tiempo la adoración al santísimo sacramento?  Una ocasión para decirle muchas veces al Señor una breve oración, que aprendí hace muchos años: ¡Gracias, perdón, ayúdame más!