Así se refieren los niños perdidos al capitán Garfio en el momento de ser capturado por Peter Pan. Tres palabras duras, que parecen reflejarse en el rostro de muchas personas con las que nos tropezamos cada día. Y digo tropezamos, porque ni siquiera las miramos a la cara, porque tenemos mucha prisa, demasiadas cosas que hacer como para reparar en la soledad y tristeza que se dibuja en muchos rostros que nos acompañan.

Los cristianos del siglo XXI nos enfrentamos al reto de una sociedad individualista, materialista que ha hecho de la soledad un aislamiento social. Nos toca revertir esta situación tanto a nivel de opinión pública como a nivel particular. Nuestra tecnológica y cambiante sociedad debe saber leer y entender la sabiduría que encarna la vida de nuestros mayores.

Son mayores, pero no VIEJOS. Viejas son las cosas, nunca las personas. Están SOLOS, en muchas ocasiones, pero no deben «sentirse solos». Es una obra de misericordia el acompañamiento físico y espiritual de nuestros mayores. No solo se lo merecen sino que, además saben dar mas de lo que reciben : consejo, madurez, paz. Nunca están ACABADOS porque mientras Dios les dé vida, serán útiles a los demás allí donde estén : desde su cama del hospital, su confortable sillón en su casa, la residencia, la calle, su vida ordinaria, si su salud se lo permite.

Ellos saben que no están solos porque tienen a Dios consigo. Su oración y sufrimiento ofrecidos por la Iglesia , son un gran tesoro. Pero Dios quiere que nos «hagamos cargo «, que los valoremos, que los acompañemos en el tramo final de su caminar.