Una cosa es dormir y otra descansar

Raúl Romero López
14 de enero de 2019

                  Salmo 3
                                            (descarga en PDF el comentario completo)                     

                                  Señor, cuántos son mis enemigos,

                                     cuántos se levantan contra mí;

                                     cuántos dicen de mí:

                                     “Ya no lo protege Dios”.

                                     Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,

                                     tú mantienes alta mi cabeza.

                                     Si grito invocando al Señor,

                                     él me escucha desde su monte santo.

                                     Puedo acostarme y dormir y despertar:

                                     el Señor me sostiene.

                                     No temeré al pueblo innumerable

                                     que acampa a mi alrededor.

                                     Levántate, Señor;

                                     sálvame, Dios mío:

                                     tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,

                                     rompiste los dientes de los malvados.

                                     De ti, Señor, viene la salvación

                                     y la bendición sobre tu pueblo.

 

INTRODUCCIÓN

El salmo es una súplica confiada en Yavé. El salmista se ve perseguido, asediado por unos enemigos crueles Se trata de una visión militar: enemigos que acampan alrededor y se lanzan al asalto. Aquí los enemigos parece que tienen la misión de oprimir, de estrangular. El salmista experimenta una especie de tullimiento o quebranto del alma.

REFLEXION-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE PRINCIPAL DEL SALMO

 A éste “ya no lo protege Dios”.

La teología de entonces que unía el mal con el  castigo, era implacable: Si sufres, es que has hecho algún pecado. Y los enemigos aprovechan para sacar las consecuencias: “A Éste ya no lo protege Dios”.  La situación es terrible, angustiosa. A una persona que sufre en su cuerpo y en su espíritu, que le han  invadido su “espacio vital”, ahora  pretenden romperle el “cordón umbilical” que le une con su Dios.

 El valor de la experiencia.

 El salmista es un hombre bueno que siempre ha confiado  en Dios y le ha ido muy bien. Por eso su súplica actual está avalada por experiencias pasadas: Yavé, que me ha librado en otro tiempo de otros males, me seguirá ayudando. Él es fiel y no puede fallar.

  “Mas Tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, Tú mantienes alta mi cabeza”

“Mas Tú”, introduce un fuerte contraste. Es un grito de fe confiado, vibrante, entusiasta. La confianza tiene su fundamento en Yavé, no en la persona que cree. “Él solo”: así lo subraya el pronombre hebreo. El “Tú” de Dios domina la escena. Parece decir: cuando me siento totalmente perdido, perseguido por mis enemigos… “aún me queda Dios”. ¡Nada más! y ¡nada menos!. “Eres mi escudo”. “Un escudo ordinario protege sólo una parte, pero Yavé protege todas partes” (Gunkel). Ya no hay ni la más pequeña zona de su ser que esté desprotegida. “Tú mantienes alta mi cabeza”. La cabeza alta es signo de alegría y de victoria. “No estaré confundido ni cabizbajo frente a esos enemigos, caminaré con la cabeza alta” (Quimchi).

Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene”

Este versículo ha caracterizado a este salmo para convertirlo en “oración de la noche”.  El salmista, rodeado de enemigos innumerables, dispuestos al ataque, se interna en la noche en su desnuda vulnerabilidad. Lo normal hubiera sido que la preocupación tan intensa y tan concreta no le dejara dormir. ¡Y se duerme!… En todo caso, se trataría de un sueño ligero, angustioso, interrumpido. Pero no es así. ¡Se despierta!… Y se despierta sereno, con paz, fresco, dispuesto a comenzar un nuevo día. Todo es obra de Dios.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

 A Jesús le llevan un ciego de nacimiento. “Sus discípulos  le preguntan: Maestro, ¿Quién tiene la culpa de que haya nacido ciego este hombre? ¿Sus pecados o los de sus padres? Jesús respondió: ”Ni sus propios pecados ni los de sus padres tienen la culpa”  (Jn. (9, 2-3)

La Iglesia pone este salmo en los labios de Cristo moribundo: confiándose a su Padre para el sueño de la muerte, sabe que será despertado por El  en la resurrección. (Lc. 23,46)

“Eleva tu voz si hay algún oído humano que te escuche. Calla, si no te quieren escuchar. Pero has de saber que hay uno que no deja de escucharte desde el mismo fondo de tu ser: Dios” (San Agustín).

Dijo el Papa Francisco: «Yo también me quedo dormido a veces cuando oro». Y citó el salmo 129. En este fragmento bíblico se pide al creyente que «se deje caer en Dios como un niño en brazos del padre».

 

ACTUALIZACIÓN.

 Todavía hay mucha gente que, ante un accidente, una enfermedad o la muerte, se pregunta: ¿Qué le he hecho yo a Dios para que me castigue? Hay que decir: ¿Acaso la muerte de Jesús en la Cruz fue un castigo de Dios?. Jesús, el Nuevo Adán, quedó dormido en la Cruz para despertar y despertarnos a todos en  la Resurrección. Es importante tener “experiencias positivas de Dios” para los momentos de dificultad.

Hay mucha gente que duerme mal. Se echa en la cama pero no descansa. Cada vez tienen más audiencia los espacios de radio por la noche. Se acude a las pastillas para dormir. Todo está bien, pero este salmo nos invita a quitar de nosotros ruidos, preocupaciones, angustias y escuchar al Señor que nos dice:” Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os daré descanso”. (Mt. 11,28).

 

Preguntas

  1. En mi vida práctica, ¿creo que Dios puede convertirse para mí en una hipótesis inútil?
  2. A nivel personal y comunitario, ¿tengo en mi vida pasada “experiencias fuertes de Dios”, acumuladas para los momentos de crisis?
  3. ¿Estoy convencido(a) que el mejor servicio que puedo hacer a mis hermanos(as) es vivir a tope mi vida cristiana?

 

ORACIÓN CON EL SALMO 3

¡Cuántos son mis enemigos!

Los tengo dentro y fuera de mí, Señor. Los de fuera me acosan constantemente con sus máximas y consignas tan mediocres y rastreras… Sólo me invitan a lo cómodo, lo fácil, lo inmediatamente placentero. Y, sobre todo, los enemigos de dentro. Son los peores. La monotonía de la vida con su eterno retornar de días y noches, la convierten en algo sinsentido, sin alicientes. A veces, siento ese inexorable tedio, hastío y aburrimiento de la existencia humana. Y lo que más me duele es que me digan: “A ése ya no lo protege Dios”. Pero Tú sabes, Señor, que mi vida no tiene sentido sin Ti. Tú eres el suelo que me sostiene, el aire que respiro y el cielo que me cobija.

“Tú mantienes alta mi cabeza”

Sí, Señor, Tú sostienes mi dignidad y me haces ir por la vida con la cabeza alta. Tú siempre acoges y siempre perdonas. Nos quieres humildes, pero no humillados.

“Me acuesto, me duermo y vuelvo a despertar

  ”Tuyo soy cuando trabajo y tuyo cuando duermo. Iníciame en los ritmos de la creación y enséñame que tanto en la creación como en la gracia hay idas y venidas; día y noche; marea alta y marea baja; invierno y verano; alegría y tristeza; certezas y dudas. Pero Tú no cambias, Señor. Tú siempre eres el mismo: el Bueno, el Veraz, el eternamente Fiel. Enséñame a respirar al unísono con la creación entera para entrar de lleno en los ritmos de tu amor. Porque Tú, Señor, me sostienes.

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