Flash sobre el Evangelio del domingo XXXII del tiempo ordinario (08/11/2020)

Los evangelistas no eran periodistas de oficio, sino unos amanuenses que pusieron por escrito los dichos y hechos de Jesús, que la comunidad de los que convivieron con él se transmitían de boca a oído. No siempre siguieron el orden cronológico de los hechos; a veces, agruparon las enseñanzas del Maestro en bloques. En los domingos anteriores, Mateo nos ha ofrecido un bloque de advertencias dirigidas a los jefes del pueblo. En este domingo, con la parábola de las amigas de la novia (Mt 25, 1-13), nos mete en un bloque de llamadas sobre la vigilancia.

– ¿Por qué insistías tanto en estar preparados? – le he preguntado mientras nos servían los cafés- Primero dices: “estad en vela, estad preparados”; luego, vuelves a la carga con la parábola de los dos mayordomos y hoy, con esa de las amigas de la novia, de las que la mitad eran sensatas y la mitad necias, sigues pidiendo vigilancia. ¿Tan distraídos nos ves?

– Bueno, tú me lo podrás decir…

Pero le he cortado con un comentario a propósito de la parábola:

– Esa parábola de las amigas de la novia ¿no es un poco estrambótica? ¿Cómo podían conseguir aceite para sus lámparas a medianoche? Todo lo demás concuerda con las costumbres de entonces, pero que las jóvenes necias consiguieran aceite en plena noche…

– No me obligues a recordarte lo que hace un estúpido cuando el poeta señala a la luna.

– ¿Qué hace?

– Pues mirar al dedo en lugar de mirar a la luna. Que aquellas jóvenes necias se vieran obligadas a ir a comprar aceite cuando era prácticamente imposible encontrar una tienda abierta es un recurso narrativo con el que quise subrayar su imprevisión y descuido. Entretenidas con la ilusión de acompañar a la novia y con el jolgorio que se avecinaba, no cayeron en la cuenta de que las negociaciones del novio con la familia de la novia podían alargarse, pues tenían que ponerse de acuerdo sobre la dote, y deberían haber llevado alcuzas con aceite de repuesto por si acaso, como hicieron las amigas sensatas.

– Y eso, ¿qué tiene que ver con nosotros? -respondí, tratando de cambiar de tema-.

– Pues todo -me dijo, con una condescendencia infinita-. Vosotros, ahora y casi siempre, andáis distraídos con proyectos que os hacen olvidar lo que más importa. El evangelista Lucas ha conservado otras palabras mías, que igual te resultan más explícitas: “Tened cuidado, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día”. Y el que es ahora mi vicario, Francisco, viene clamando que cuidéis de la hermana-madre tierra, porque no tenéis un planeta de recambio, y que deis prioridad a la fraternidad y la amistad social. En Fratelli tutti (Todos hermanos) acaba de poner, negro sobre blanco, la tragedia que supone el descarte mundial de los débiles, la insensatez de unas políticas que miran más al marketing electoral que a lograr un proyecto para todos, la deconstrucción de lo que con tanto esfuerzo han hecho las generaciones precedentes…, y otros variados “despistes”. ¿No estaréis olvidando llevar aceite en las alcuzas? Cuando se apaguen las lámparas y no tengáis más aceite, ¿qué va a pasar?

El chorreo me ha dejado un poco corrido y he reconocido humildemente:

– Tienes razón: el reinado de Dios quiere llegar a nosotros y no nos enteramos. Te prometo que voy a leer Fratelli tutti y a hacerle caso, en lo que esté en mi mano, claro.

Hoy la casa nos ha invitado al café; será que habrá oído que “todos somos hermanos”.

Pedro Escartín Celaya