Salmo 100
1 Aclama al Señor, tierra entera,
2 servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
3 Sabed que el Señor es Dios:
Que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
4 Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
5 «El Señor es bueno, su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
INTRODUCCIÓN
El salmo 100 puede servir de conclusión a los salmos de Yavé-rey. Yavé reina en el mundo y, de una manera especial, en Israel, su rebaño. Ésta es la buena nueva que invita a la alabanza y la alegría. El salmo invita a Israel a vivir en un eterno aleluya.
San Agustín comentaba: «Que la alabanza se convierta en vuestro alimento. Alabando conseguiréis nuevas fuerzas, y aquel a quien alabáis os resultará más dulce”.
El autor pudo inspirarse en el esquema de una procesión festiva; pero el esquema es sólo cauce para expresar las emociones internas. Una procesión envuelta en alabanza y en la que toma parte «toda la tierra» es la emoción que anida en el alma del poeta.
REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE PRINCIPAL DEL SALMO
Hay emociones intensas que no pueden expresarse sólo con palabras. Necesitan la “aclamación” (v.1).
San Agustín explica el término» aclamad» para designar un contenido inefable, algo que no puede expresarse con las solas palabras. Dice así: «El que aclama no pronuncia palabras… Es la voz de un ánimo dilatado por el gozo, que expresa, en cuanto puede, el sentimiento sin entender su sentido. El hombre se goza en su exultación; arrancando de palabras que no se pueden pronunciar ni entender, prorrumpe en un grito de exultación sin palabras. De este modo muestra en el grito su alegría; pero se ve que está tan repleto de gozo, que no puede explicarlo con
palabras. ¿Cuándo aclamamos? Cuando alabamos lo que es inefable»
Los gozos humanos son tangencia les, apenas rozan la piel. Los gozos de Dios son tan intensos que las palabras se quedan cortas. Rozan lo misterioso, lo inefable, lo que no se puede contar, y este gozo tiene sus fundamentos en la alabanza al Señor.
«Toda la tierra». El primer introito comienza con un preludio universal. En consonancia con las tradiciones cultuales de Jerusalén. Yavé es el Señor del universo entero. A él debe alabarle toda la tierra. Luego la invitación se dirige muy especialmente a la comunidad congregada para el culto y que luego va a efectuar su entrada en el santuario.
Israel ha tenido la suerte de experimentar a Dios. Es esta experiencia la quiere llevar a otros pueblos, a toda la tierra. “Si la invitación se refería a todas las naciones, es que Israel solo no será suficiente para dar gracias cumplidas por lo que Dios hizo por él” (A. González Núñez).
“Un servicio sin amor, esclaviza; pero un servicio por amor nos hace libres y felices (v.2).
El verbo servir debe tener unas resonancias especiales en el pueblo judío. Recuerda la servidumbre y esclavitud en Egipto. Por experiencia sabe que servir o ser esclavo es condición triste y dolorosa. Pero aquí se trata de servir al Señor. Este servicio es causa de alegría. Un servicio hecho por necesidad, por obligación, esclaviza. Pero un servicio hecho por amor nos hace libres y es causa de gozo. También este aspecto lo comenta muy bien San Agustín: «Toda esclavitud es amarga, Pero no temas la esclavitud de aquel Señor… Gran dicha es ser siervo en esa gran casa. Junto al Señor la esclavitud es libre, porque no sirve la necesidad sino la caridad. Que la caridad te haga siervo, ya que la ver- dad te hizo libre» (San Agustín).
Una cosa es “saber” cosas de Dios y otra “saborear” lo que sabemos de Él (v.3).
El sentido intensivo del verbo saber indica que esta sabiduría afecta no sólo a la inteligencia de la persona, sino también al crazón, a todo el hombre.
Saber que el Señor es Dios es experimentar el señorío de Dios sobre nosotros. Es disfrutar, en medio de nuestra condición de criaturas, de ser suyos, de pertenecerle con el cuerpo, con el alma y con el corazón.
Israel sabe que el mismo Dios que le ha creado es su padre, el cual le envuelve con su ternura: «¿No tenemos todos un mismo Padre?, ¿un solo Dios que nos ha creado?» (Mal 2,10).
Dios creador nos ofrece su grandeza, su inmensidad … Dios Padre nos da la intensidad de su amor. Y todo para nuestro provecho, para nuestro disfrute.
«Él nos hizo». ¿Se refiere a la creación del hombre en general o a la del pueblo en especial? Por el contexto parece que se refiere al pueblo: «Ovejas de su rebaño».
Aún con esa limitación la frase es densa, y la comenta el P. Alonso Schókel de esta manera: «Nos ha hecho políticamente haciendo de una masa de esclavos un pueblo libre, una nación autónoma. Nos ha hecho religiosamente por la Alianza: «Seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios».
La alabanza se hace incumplible sin esta cordial aceptación de
la Alianza: ser obra de Dios. Eso llevará a la aceptación de su señorío.
Hay un juego maravilloso entre la fe y el amor. Dios se entrega al hombre por amor (alianza) y el hombre se abandona a su Dios (fe) (v.4).
En el v. 4 comienza el segundo introito. Nos imaginamos a los sacerdotes animando a la alabanza a la comunidad que entraba procesionalmente en el santuario. La acción de gracias y la postración ante Yavé: tal era la finalidad de aquella entrada procesional. Hay que honrar y exaltar de todas maneras posibles al rey de Israel.
En la espiritualidad del pueblo de Israel, los auténticos fieles han tenido una profunda experiencia de Dios. Los salmistas han encontrado en la acción de gracias, en la alabanza, una fuente secreta y perenne de júbilo. Ellos han disfrutado, han sido felices glorificando a Dios. Viven para la alabanza y se mueren con la pena de no poder alabarlo. «Los muertos no te alaban». La convicción de no tener ya vida después de la muerte era como una losa pesada que oprimía sus almas. Con todo, ellos se sentían felices de poder alabar a Dios en el breve espacio de esta vida. Debemos imaginamos la inmensa alegría que ellos tendrían ahora después de la venida de Cristo y su Resurrección.
¿De dónde brota el deseo de alabar a Dios y darle gracias? En el v. 3 hemos hablado de la Alianza. Ahí está la clave. Después de que Dios ha hecho Alianza con el hombre, éste queda capacitado para la alabanza y la acción de gracias.
Hay una especie de juego maravilloso entre el amor (Alianza) y la fe. La fe da y el amor recibe. Por el amor Dios favorece al hombre, le capacita, le enriquece. Por la fe el hombre se deja favorecer, se deja enriquecer, se deja querer. Por el amor Dios ba-
ja hasta el corazón del hombre. Por la fe el hombre salta hasta el mismo corazón de Dios. Allí le alaba, le bendice, le da gracias y le ama. Cuando Dios se ofrece al hombre por amor y el hombre se entrega, se abandona a Dios por la fe, ya no se obra por la fuerza de la ley ni por una pesada obligación. Se obra por amor y sólo
existe el deleite de agradar a Dios.
De esta relación espontánea, libre, jubilosa, entre Dios y el hombre, brotará el amor gratuito y desinteresado a los hermanos. Amar al hombre desde Dios es la clave para una auténtica fraternidad.
El pueblo debe fidelidad a un Dios que ha sido tan bueno y misericordioso con él” (v.5).
El pueblo termina con una aclamación a Dios. El salmo lo tiene claro: es el pueblo el que alaba a Dios. Para todo creyente tendría que ser un gozo y una aspiración el celebrar la fe con el pueblo. Israel siempre ha tenido un sentido de pueblo, de asamblea, de comunidad.
¿Qué celebra el pueblo?
1.- QUE DIOS ES BUENO. No celebra la bondad en abstracto. El pueblo ha experimentado que Dios ha sido bueno con él. Dios le ha creado, le ha liberado, le ha salvado. El amor se lo ha demostrado dentro de una historia concreta. Ha habido hechos y no meras palabras.
2.- QUE DIOS ES MISERICORDIOSO. Es otra cualidad de Dios que el pueblo celebra. El pueblo ha delinquido, ha pecado, ha prevaricado muchas veces, pero Dios le ha perdonado. Muchas veces el pueblo se ha sentido basura, miseria. Pero sobre esta miseria se ha volcado el corazón de Dios. Y eso es precisamente la misericordia: el corazón de Dios buscando nuestra miseria para acabar con ella.
3.- QUE DIOS ES FIEL. Otra experiencia maravillosa que ha tenido el pueblo de Israel ha sido la persistente constatación de un Dios fiel. Siempre que el pueblo ha hecho pactos o alianzas con Dios, el que ha fallado ha sido el pueblo. Dios siempre ha sido leal. Esta lealtad por parte de Dios ha servido para que el pueblo, aun en las circunstancias más adversas, siguiera confiando en su Dios.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
Las acciones de Jesús, sus milagros, ponen de manifiesto su bondad y la del que lo había enviado; sin discriminar a nadie por razones de raza, sexo, o condición social. Trató a todos como hijos e hijas de Dios. Mostró que servir a Dio es servir a todos para que tuvieran vida. Reaccionó enérgicamente contra un culto vacío, estéril y poco comprometido con la justicia.
Sor Isabel de la Trinidad: «La oración de acción de gracias debe finalizar todos nuestros actos. ‘Padre, te doy gracias’ (Jn 11,41). Éste es el canto que entonaba Jesús. Él quiere escuchar su eco en mi alma. Esta alma viene a ser como una lira en las manos de Dios y todos sus dones son como otras tantas cuerdas que vibran para cantar, día y noche, la alabanza de su gloria».
Lacordiare: «La adoración es el último esfuerzo del alma plenamente saciada e incapaz de poderse expresar».
El que desea cantar salmos en la casa del Señor, no llora sus peligros, ni apetece sus ganancias, sino que ama a aquel a quien desea cantar todos los días de su vida. No sin motivo se alaba a aquel que vive y reina por los siglos de los siglos.
ACTUALIZACIÓN
¿Por qué está hoy tan poco valorada la región? ¿Por qué hay hoy tanta gente que vive al margen de Dios? ¿Por qué la Iglesia tiene tan poco gancho? Puede haber muchas razones. Yo, desde la experiencia de este salmo, me atrevo a decir que nos hemos apartado poco a poco del mensaje y la persona de Jesús.
Una lectura sin prejuicios de los evangelios, es atrayente, ensancha el corazón, da libertad, nos humaniza, es más, nos hace hermanos.
Jesús dedicó toda su existencia aquí en la tierra a “hacer el bien y luchar contra el mal”. Jesús hacia el bien a todos porque así revelaba el rostro bondadoso del Padre que “hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos y pecadores” (Mt. 5,45). Jesús luchó contra el mal en cualquier modo que apareciese: agobios, enfermedades, cargas pesadas. No podía ver sufrir a la gente. Y por ser fiel a esta misión tan bella se encontró con la oposición. A pesar de todo, no echó marcha atrás sino que fue consecuente hasta la muerte. ¿Quién puede encontrar en la historia de la humanidad una figura tan honrada, tan comprometida, tan atrayente? Hay que volver a Jesús para recuperar la alegría de la vida y la fuente de la esperanza.
PREGUNTAS
1.- ¿Vivo mi fe con ilusión, con esperanza? El servicio que hago al Señor, ¿me esclaviza o me hace libre?, ¿me aburre o me hace gozar?
2.- En mi grupo o comunidad, ¿me gusta hacer las cosas en común? ¿Me alegro con el trabajo de los demás? ¿O voy buscando mi protagonismo personal?
3.- ¿Doy a la gente un testimonio alegre y festivo de mi fe? ¿Demuestro a los demás que el pertenecer a Dios produce felicidad?
ORACIÓN
«Servid al Señor con alegría» _
Señor en tu pueblo, en tu viña, en tu rebaño, hay muchas personas que te sirven a la fuerza, de mala gana, por obligación o por rutina. Yo también, Señor, he sido uno de ellos en otro tiempo.
Pero hoy quiero cambiar. Hoy quiero servirte por amor. El cumplimiento de tus mandamientos no serán un peso o una carga para mí sino una satisfacción, un gusto, una gozada. Y no sólo tus mandamientos sino tus deseos, tus gustos personales, tu santa voluntad hallarán eco y acogida en mi corazón.
Yo, como tu Hijo Jesús, haré siempre lo que a ti te agrada. Y en ese agrado, en ese gusto, encontraré la raíz profunda de mi felicidad. Yo quiero ser feliz sabiendo lo que a ti te agrada y poniéndolo en práctica. Yo quiero ser feliz sabiendo que tú eres feliz conmigo.
«Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño»
Señor, me lleno de felicidad al saber que soy tuyo, totalmente tuyo. Yo no me pertenezco, no soy dueño de mí mismo. Mi inteligencia, mi voluntad, mis deseos, mis proyectos, mis emociones más profundas… todo es tuyo. Todo te pertenece. Tú
puedes disponer de mi tiempo, de mi trabajo, de mi descanso, de mi salud, de mi vida entera. Y así, perdido en ti, es como yo me encuentro.
Y al pertenecer del todo a ti, también pertenezco a tu pueblo. Yo quiero vivir mi fe como a ti te gusta: de una manera comunitaria. Quiero ser una oveja dentro de tu rebaño. Quiero apacentarme en tus prados, beber de tus fuentes, sestear a tu sombra y ser guiado por tu cayado. Con tu rebaño quiero vivir y con él quiero atravesar la cañada oscura de la muerte.
«Entrad por las puertas con acción de gracias»
Las puertas a las que hace referencia el salmista son las puertas del Templo. Los que entran por ellas no van con las manos vacías. Llevan en sus labios y, sobre todo, en el corazón, una alabanza, una acción de gracias. Orar no es sólo pedir, es también agradecer. La alabanza, la adoración, la acción de gracias es la oración que más le gusta a nuestro Dios. Y, ¿qué otra cosa es orar sino agradar a Dios?
ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.
Dios todopoderoso y eterno, refugio
en toda clase de peligro, a quien nos
dirigimos en nuestra angustia; te
pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que
han muerto por la pandemia del
«coronavirus», consuela a los que
lloran, sana a los enfermos, da paz a
los moribundos, fuerza a los
trabajadores sanitarios, sabiduría a
nuestros gobernantes y valentía para
llegar a todos con amor, glorificando
juntos tu santo nombre. Por JNS.
Amén.