El mediodía del 12 de octubre volvió a celebrarse la ‘Misa estacional’ (antes llamada ‘Pontifical’) en el altar mayor de la catedral basílica de Nuestra Señora del Pilar. Es cierto que con cambios evidentes: se notó la ausencia del coro y la orquesta, la Corporación Municipal no portó sus insignias, el aforo no solo fue reducido, sino que llamaba la atención el silencio y la ausencia de la ‘marea humana’ que recorre el Pilar en esta fecha. Además, la celebración litúrgica fue presidida por el Administrador Apostólico, don Vicente Jiménez Zamora que, tras la aceptación de su renuncia al gobierno pastoral de la sede metropolitana de Zaragoza, ya no portaba el distintivo palio arzobispal.
Monseñor Jiménez Zamora, en la homilía de tan singular jornada, llamaba a «una globalización de la solidaridad, especialmente con las personas más vulnerables». Así mismo, reconocía que «hoy, aún en medio de la crisis de la pandemia, festejamos con júbilo el día grande de nuestra Señora del Pilar, unidos a tantos hermanos de Aragón, de España y de las naciones hermanas de Hispanoamérica».
Junto al Administrador Apostólico, concelebraron Mons. Ureña (Arzobispo emérito de Zaragoza), Mons. Moliné (Obispo emérito de Chiclayo, en Perú) y los miembros del Cabildo. Al término de la misa, hubo una ofrenda de flores: pequeña en cantidad y símbolica por los oferentes. Mons. Jiménez, el deán Aguilar, el alcalde Azcón, los generales Crespo y Roldán el jefe superior de la Policía en Aragón, Hernández, los infanticos Pablo y Nicolás…
Don Vicente, en una oración amplia, también pidió por Mons. Escribano, el arzobispo electo. «que viene a nosotros en el nombre del Señor, para ser el pastor fiel y solícito que guíe a esta diócesis querida de Zaragoza».