Si se acaban los buenos, los honrados, los leales, ¿En qué manos dejamos este mundo?

Salmo 12

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2 Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
3 no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.
4 Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua fanfarrona
5 de los que dicen: “La lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?”
6 El Señor responde: “Por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré
y pondré a salvo al que lo ansía”.
7 Las palabras del Señor son palabras auténticas,
como plata limpia de ganga,
refinada siete veces.
8 Tú nos guardarás, Señor.
Nos librarás para siempre de esa gente:
9 de los malvados que me rodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

INTRODUCCIÓN.

Este salmo queda catalogado como de “lamento comunitario”. Contiene mezclados tres estratos que nos es difícil separar, pero que están ahí:

El estrato individual: oración de un fiel escandalizado por la situación de deterioro moral al que se ha llegado.

El Estrato social: es la contradicción de tener que vivir la fe sin apoyos, en un desamparo total. Esto ha llegado a ser el sentimiento profundo del grupo.

El estrato litúrgico: oración ligada al culto litúrgico por parte de los que quieren permanecer fieles, en medio de las defecciones masivas de tantos que van tras los ídolos. El salmista sigue creyendo a pesar de todo, manteniéndose firme en la Palabra del Señor: “No permitirá que me chupen la sangre como sanguijuelas”. (v.9)

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE PRINCIPAL DEL SALMO

La riqueza de un pueblo son las personas.

A un pueblo no lo hacen rico sus casas, sus calles, sus plazas, sus fincas, sus edificios, incluida su Iglesia. A un pueblo lo hacen grandes sus gentes, no sus paisajes sino sus “paisanajes”. Naturalmente, se trata de personas buenas, honradas, sacrificadas, solidarias. Cuando desaparecen estas personas, el pueblo se empobrece. A esta situación alude el salmista cuando se queja al Señor y le dice:” “Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos, que desaparece la lealtad entre los hombres”.

¿Quiénes son los buenos para el salmista?

La relación de Dios con su pueblo, basada en la Alianza, se denomina con la palabra hebrea hessed. Expresa el amor de Dios en lo que tiene de gratuito, de espontáneo, de único con un matiz de delicadeza y de ternura. Este amor por parte de Dios exige una respuesta en consonancia por parte del hombre. Cuando éste se deja trabajar con este amor de Dios, como resultado sale el hassid. Este hombre es feliz con su Dios. Y no le pone ningún obstáculo a lo que Él le pide, es decir, a lo que Dios le quiere dar.
Quizás la frase que mejor expresa esta respuesta de amor al Amor sea la de Jer 20, 7: “Me sedujiste, Yavé, y me dejé seducir”. Yo te dije a todo que sí. Si me embriagabas, yo me dejaba embriagar, si me fascinabas, yo me dejaba fascinar. Si me enloquecías yo me dejaba enloquecer.
El salmista, que es un hassid, lamenta que se acaben estas personas penetradas del amor de la Alianza. Se acaba el amor generoso, entusiasta, apasionado. Se pierde la finura, la delicadeza, la elegancia con Dios, y, en consecuencia, también con los hombres.

¿Quiénes son los leales?

Cuando a ese amor de Dios gratuito y generoso, se le añade la solidez, la estabilidad, se le denomina con otra palabra hebrea: hemet. Y ahí tenemos el amor de Dios fiel a sus promesas, que no falla nunca, aunque el hombre falle “de todas todas” Los leales son los que están impregnados de esa fidelidad de Dios. Son los que saben mantener su palabra, los que no se cansan, los de los compromisos de por vida. Y, desgraciadamente, ésos han desaparecido. “Ha desaparecido el fiel, ni un justo queda entre los hombres” (Miq 7,1-2).

Dos aliados perversos: “Labios embusteros” y “doblez del corazón”.

Aquí se habla del deterioro de las relaciones humanas por el mal uso de la lengua. Y lo peor de todo es que la sede de esta maldad está arraigada en el corazón. Si el hombre está hecho a imagen de Dios-Verdad, cuando la mentira consciente y habitual se adueña del corazón humano, se escinde el núcleo personal y ahí queda una existencia rota, desgarrada. La persona que vive de la mentira y para la mentira, ha dejado de ser persona.

Dios sale en defensa de los pobres.

¿Quiénes son estos pobres?

Los hay de dos clases: Por un lado, sobre los que están “curvados”, inclinados, sometidos. El grito viene de abajo. Y Yavé, que está arriba, escucha mejor este grito de abajo. Por el otro, los “mendicantes”, es decir, esos que tienen un gran deseo de salir de su situación porque ya no aguantan más.

“Me levantaré”…

Es un hebraísmo que indica una intervención enérgica e inmediata de Dios ante una situación caótica. Tal vez el salmista alude a la situación que narra el profeta Isaías cuando dice: “Los caminos están desiertos, nadie transita por ellos. Se rompen las alianzas y los convenios; no hay respeto para nadie. La tierra está de luto y triste. El Líbano se marchita avergonzado, el valle del Sarón se ha convertido en un desierto. Basán y el monte Carmelo están pelados. El Señor dice: “Ahora voy a actuar, ahora voy a mostrar toda mi grandeza y majestad”. Hay que destacar que la intervención de Dios no está motivada primariamente por la necesidad de castigar al insolente, sino por la voluntad de salvar al desgraciado. Las víctimas inocentes, los gemidos de los indefensos, ponen en pie a Dios.

El protagonismo de la “palabra” en este salmo.

En este poema tiene un gran protagonismo la palabra. De hecho todos hablan: los malvados jactándose; los pobres quejándose; los fieles suplicando; y Dios, prometiendo salvación. La palabra humana, por estar mezclada con escoria, puede tener efectos devastadores. Sólo la Palabra de Dios, “limpia de ganga, refinada siete veces”, es plata pura, oro de ley. Sus efectos sólo pueden ser beneficiosos. Los predicadores de la Palabra han de pedirle constantemente a Dios que les purifique de la escoria, para que puedan convertirse en heraldos de Dios. “Si separas lo precioso de la escoria, tú serás mi portavoz” (Jer 15,

“TÚ NOS GUARDARÁS, SEÑOR”

¿Cómo nos guarda el Señor?

Nos guarda de una manera muy sencilla: Guardando nosotros sus mandamientos.
“Y ahora, Israel, ¿qué te pide Dios… sino que sigas sus caminos, le ames, le sirvas con todo el corazón y toda tu alma… que guardes los mandamientos, los que te prescribe para que seas feliz?” (Dt 10, 12-13). Los mandamientos no son una carga, son caminos de felicidad. Son los guardianes de esa felicidad. Yavé nos libra de los enemigos que nos acechan por todas partes. Los impíos tienden a azuzar en nosotros los bajos instintos. Aparecen como fieras, como “sanguijuelas” que chupan la sangre. (Para un judío, en la sangre está la vida). Antes y ahora, los enemigos nos quieren robar a los creyentes lo mejor que tenemos: Nuestra fe en Dios.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA.

“Decid sencillamente “sí” y “no”. Todo lo que pasa de esto viene del Maligno” (Mt. 5,37). Para Jesús la palabra de un cristiano es “un acta notarial”.
“Yo soy el llanto de los pobres y el crujido aplastado es el que escucho. Me hace daño, dice Dios. Yo me levanto, dice Dios. Yo vuelvo a tomar las situaciones, cuenten conmigo, dice Dios”.
(P. Claudel)
“La verdad es tan oscura y la mentira resalta tanto que, si no se ama la verdad, no se es capaz de reconocerla”. (Pascal).
«A veces Dios me envía instantes de paz; en esos instantes amo y siento que soy amado. Fue en uno de esos momentos cuando compuse para mí mismo un credo, donde todo es claro y sagrado. Este credo es muy simple. Helo aquí: “Creo que no existe nada más bello, más profundo, más simpático, más viril y más perfecto que Cristo. Y me lo digo a mí mismo con un amor celoso, que no existe y que no puede existir. Pero si alguien me probara que Cristo está fuera de la verdad y que ésta no se halla en él, prefiero permanecer con Cristo a permanecer con la verdad» (Dostoyesnski)

ACTUALIZACIÓN.

“Mientras que el amor es cada día más raro, son más frecuentes el engaño, la mentira, que minan las raíces de la convivencia. Las palabras, en vez de expresar amistad y solidaridad, amor y perdón, apoyo y consuelo, se convienen en instrumento para dividir, engañar, herir, dominar, oprimir y sirven para afianzarse contra los demás”. (Vincenzo Paglia)
El Papa Francisco reconoce la hermosa tarea de los periodistas: “tenéis la capacidad de recoger y expresar las expectativas y exigencias de nuestro tiempo, de ofrecer los elementos para una lectura de la realidad. Vuestro trabajo requiere estudio, sensibilidad y experiencia, como en tantas otras profesiones, pero implica una atención especial respecto a la verdad, la bondad y la belleza”.
Pero les avisa de sus grandes peligros: La calumnia, la difamación, el escándalo y, sobre todo, la desinformación. “La desinformación es probablemente el daño más grande que puede hacer un medio. Porque orienta la opinión en una dirección, quitando la otra parte de la verdad”. De allí que señala que los medios tienen que ser limpios y transparentes.” (Papa Francisco. (30-09-2017).
Es lo que nos ha advertido este salmo: “Las palabras del Señor son sinceras, plata pura, sin impureza alguna, siete veces refinada” (v.7)
Preguntas.

1. Estamos viviendo una época de ausencia de valores. ¿Cómo reacciono ante esta situación? ¿Me desaliento y caigo en un pesimismo estéril? ¿O hago de esta situación una bonita ocasión para afianzarme con más fuerza que nunca en los valores eternos del Evangelio?

2. Mi comunidad, mi grupo cristiano, ¿viven afincados en la verdad? ¿Es el Reino de Dios traído por Jesús la roca firme en la que apoyamos nuestra vida?

3. ¿Qué valores evangélicos estoy aportando yo a este mundo sin valores?

ORACION

“Sálvame, Señor, que se acaban los buenos”

Hoy quiero rezar con más fuerza que nunca. Necesito que me escuches. Vengo a desahogarme contigo. Me da mucha tristeza el pensar que se acaban los buenos, los que te buscan a Ti desinteresadamente; los que quieren responder con amor al amor que Tú les tienes; los que se apoyan únicamente en Ti; los que hacen del amor su norma de vida y nunca se cansan de amar como el manantial nunca se cansa de manar y la cascada nunca se cansa de cantar. Señor, me da mucha pena que desaparezcan estas personas. El mundo sin ellas queda pobre, frío y triste.

“Desaparece la lealtad”

Nuestro mundo está manejado por la mentira, las acciones sucias, la corrupción. Desaparece la honradez, la sinceridad, la franqueza, la transparencia. Pero yo no quiero caer en un pesimismo estéril. Quiero redoblar mi fe y mi esperanza en los valores del Evangelio. Yo quiero ser cada día más auténtico, más transparente, más fiel.

“Las palabras del Señor son como plata limpia de ganga”

A Ti, Señor, te va lo limpio, lo nítido, lo transparente. Tú has creado el aire puro, las montañas nevadas, la luz blanca y las aguas cristalinas. Y todo eso como fiel reflejo de tu Palabra. Déjame contemplar su belleza, respirar su pureza, zambullirme en su frescura y transformarme en su luz. Déjame cantar con el profeta: “Tu palabra es el gozo y la alegría de mi corazón” (Jer 15, 16).