Sergio Alentorán: «Un anciano me transmite ternura, acogida y serenidad»

Con motivo de la Escuela de Pastoral de la Salud de Zaragoza que este año tiene por lema ‘No me abandones en la vejez’, vamos a hablar con Sergio Alentorán, sacerdote y vicario de la vicaría sexta de la diócesis, que inauguró esta escuela impartiendo la primera ponencia el pasado 19 de enero sobre la dignidad de las personas mayores.

  • Sergio, cuéntanos qué temas abordaste en la ponencia que inauguró este curso.

Desde la organización de Pastoral de la Salud me dijeron que el tema del que podía hablar era la dignidad de las personas mayores.  Creo que es un tema muy interesante porque nos da pie a hablar de que debemos apreciar su sentido y valor tanto en el ámbito meramente humano como en el de la fe. 

Sergio Alentorán.
  • Entiendo que bebiste de ambas fuentes, de la vida personal y de la vida fe para abordar esta ponencia.

A mí me marcaron mucho mis primeros años como sacerdote en una zona de nuestra diócesis, en Campos Romanos, con dieciséis pueblos muy pequeños y donde la mayoría de las personas que vivían en ellos eran muy mayores. Empecé allí con 24 años y me enfrenté a una realidad que me marcó, y gracias a Dios para bien, en mi ministerio sacerdotal a la hora de aprender mucho de las personas mayores y sobre todo a acompañarlos en los últimos momentos de su vida. Ahí descubres toda la presencia de la Iglesia en esos momentos, a través de los sacerdotes, o de las personas que trabajan y dedican su vida a la pastoral de la salud.

  • No es la primera vez que colaboras con la Pastoral de la Salud ¿verdad?

Así es, antes de la pandemia también participé en un tema de la Escuela, y además en la vicaría VI cada año tenemos un encuentro de agentes de la Pastoral de la Salud de la vicaría, que siempre celebramos en Tauste en la residencia de personas mayores. A este encuentro siempre acuden entre 50 y 70 personas de todas las vicarías y cada año tratamos un tema importante. El año pasado intervine sobre cómo acompañar en el duelo, una experiencia que marcó mi inicio en el ministerio porque la mayoría de mi actividad pastoral era celebrar funerales.

  • ¿Por qué crees que la sociedad debe concienciarse con esta realidad, con el cuidado de la vida, del que sufre, del anciano, en muchos casos solo e incluso abandonado?

Me gusta mucho una frase que aparece en un documento de la Conferencia Episcopal Española de 2022 sobre unas orientaciones para la Pastoral de las Personas Mayores que dice: «A la vejez necesitamos conocerla, reconocerla e inventarla”. Son propuestas concretas. Creo que la vejez está viviendo en esta etapa última nuevas realidades que tenemos que tener en cuenta. No solo la soledad sino la herencia que nos dejan, ,lo que han hecho por el mundo, por la sociedad, por los barrios, pueblos, familia y parroquia. Tenemos que conocer todo eso. Y también reconocer el gran valor de estas personas. El tercer paso es inventarla que se refiere a la creatividad para estar al lado de estas personas que siguen evangelizando desde su forma de estar, desde sus casas y residencias.

  • Aterrizando en una pregunta más personal, ¿qué te transmite la vida de un anciano?

Yo tuve suerte de conocer a mis cuatro abuelos. Me trasmiten ternura, acogida y serenidad. Y es que tienen una pedagogía de ir hablando con paz y serenidad de lo que han vivido y de lo que les han transmitido. Veo en ellos la gratitud y ternura por lo que han vivido y también una espina clavada por no haber sabido transmitir a sus hijos y nietos aquello que han recibido, la fe y tantos valores. Creo que de ellos recibimos mucho más de lo que podemos dar.