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¿Seguridades? ¡NO! SEGURIDAD.

Raúl Romero López
4 de marzo de 2019

SALMO 11

(Descarga aquí en pdf el comentario completo)

 

1 Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:

“Escapa como un pájaro al monte,

2 por qué los malvados tensan el arco,

ajustan la saeta a la cuerda,

para disparar en la sombra contra los buenos?”

3 Cuando fallan los cimientos,

¿qué podrá hacer el justo?

4 Pero el Señor está en su templo santo,

el Señor tiene su trono en el cielo:

sus ojos están observando,

sus pupilas examinan a los hombres.

5 El Señor examina a inocentes y culpables,

y al que ama la violencia él lo odia.

6 Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,

les tocará en suerte un viento huracanado.

7 Porque el Señor es justo y ama la justicia,

y los buenos verán su rostro.

 

INTRODUCCIÓN

Se trata de un salmo de confianza individual con un fin didáctico. Quien aquí ora es un perseguido que busca refugio en el templo. Pero el orden social está tan deteriorado, que ni siquiera el Templo ofrece seguridad. Entonces, el salmista, hombre de mucha fe, pone su confianza sólo en Dios.  El salmo supone una abierta confianza en Dios con desafío a todos los peligros. El “yo” del salmo no está definido: es un justo cualquiera, perseguido sin razón. El salmista parece decirnos: cualquier afligido, que padezca cualquier tipo de males, que confíe en el Señor.

 

EXPLICACION-REFLEXION SOBRE EL CONTENIDO ESENCIAL DEL SALMO.

 

 UN DIOS QUE SIEMPRE NOS ACOGE.

 Un inocente es perseguido y acude al Templo haciendo uso del derecho de asilo. En situaciones normales el Templo ofrecía seguridad. Pero, en este caso, hay un orden social que se tambalea. Por todas partes campea la anarquía, el desorden, la violencia. El mal avanza y triunfa impunemente.

En estas circunstancias, los mismos encargados del Templo le aconsejan la huida. En vez de refugio le aconsejan la fuga. En este caso lo más prudente es escapar al monte como un pájaro y encontrar abrigo en las grietas de las peñas.

El salmista protesta enérgicamente de la interpretación que hacen sus consejeros sobre el derecho de asilo. Lo que al salmista le da seguridad no es el edificio material, el Templo, sino el que está en el Templo: Yavé.

En castellano se distingue bien entre refugiarse y acogerse. El refugio se relaciona con el espacio. La acogida se refiere a una persona: me siento acogido por alguien. Y en este caso es el mismo Dios el que le acoge. Y, como dice Isaías, “el que cree no vacila” (Is 28, 16).

  

 ¿QUÉ HACE DIOS EN EL CIELO?

  El Señor tiene su trono en el cielo. Su presencia allí no es estática, sino dinámica: sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres. Él, aunque está en el cielo, se ocupa y se preocupa de todo cuanto acontece aquí en la tierra.

El Señor no está encerrado en un templo material construido por manos de hombres. Él es todo presencia. Su trono está en el cielo donde no pueden llegar los dardos de los enemigos. El salmista conoce otra firmeza superior, algo inconmovible y base de todo orden: Dios.

 

DEJEMOS EL JUICIO A DIOS.

 Él es un Juez supremo. Él sabrá qué hacer con el grupo anárquico. Nosotros dejamos el juicio a Dios. Sólo Él conoce lo que hay dentro del corazón del hombre. En cualquier caso, el salmista quiere afirmar su fe firme y robusta en Yavé. Su fe debe estar dispuesta a resistir cualquier embate de los enemigos.

 “Aunque tiemblen los cimientos, Él está”.

“Aunque aceche la oscuridad, Él mira”.

“Aunque los malvados actúen impunemente, Él actúa”. (P. Alonso Schökel)

 

¿QUÉ SIGNIFICA VER EL ROSTRO DE DIOS?

  “Ver el rostro de Dios” no significa simplemente ir al Templo. Ni menos se puede hablar de una visión beatífica en el cielo. Para esta época esto sonaría a anacronismo. “Ver el rostro de Dios” en el Antiguo Testamento significa advertir la presencia divina portadora de gracia y mantenerse en la luz de su rostro que quiere llenarnos de beneficios” (Deissler).

Se trata de entrar en una comunión existencial con Dios. Es acceder a un trato íntimo y personal con Dios y experimentar su benevolencia.

Y ésta es la gran lección de este salmo: debemos afianzar nuestra fe en el único Dios y desterrar de nuestro corazón los falsos ídolos. Todo ídolo nos deja vacíos porque no tiene consistencia. Y entre estos ídolos debemos incluir las estructuras, las instituciones, cuando no tienen su sólido fundamento en Dios, en la persona de Jesús Vivo y Resucitado.

“Para qué sirve una imagen? ¿Para que el artista ponga su confianza en ella? (Hab 2, 18). El mismo profeta nos invita a vivir de fe. “El justo vive de fe” (Hab 2, 4). A ese Dios que está en su santo Templo hay que adorarlo en silencio. “El Señor reside en su santo Templo. ¡Guarde silencio toda la tierra delante de Él!” (Hab 2, 20).

 

  TRASPOSICION CRISTIANA.

 “Cuando fallan los cimientos, ¿qué puede hacer un cristiano?

Ante todo, digamos lo que no puede hacer:

 

– Vivir como amargado diciendo que esto no tiene arreglo.

 

– Anclarse en un pasado pretendiendo volver a lo de antes.

 

– No aceptar el reto que nos viene del momento presente, del que nos toca vivir.

 

Lo que debemos hacer como cristianos es, sobre todo, agarrarnos fuertemente a Jesucristo Resucitado que nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin de los tiempos (Mt 28, 20). A veces un temblor en las estructuras nos puede venir bien para purificar nuestra fe y apoyarnos en la única roca firme: Jesús (1 Cor 3, 11). Los tiempos de “increencia” pueden ser los mejores tiempos para la fe.

 

Los santos padres.

 

“A Dios le bastan los párpados para conocer los asuntos humanos”.(Teodoreto)

“Tengo un monte en quien confío. ¿Por qué me decís que pase a vosotros, como si hubiera muchos mesías? Y si os llamáis montes por vuestra soberbia, habrá que ser pájaro con las alas de las virtudes y los preceptos de Dios. Ellos nos prohíben volar a tales montes o poner nuestra esperanza en hombres soberbios. Tengo una casa donde descansar, pues el ave ha encontrado su casa (Sal 84, 4). Y Dios se ofrece como refugio del pobre. Para no perder al Mesías buscándolo entre los herejes, digamos con toda confianza: Confío en el Señor, ¿por qué me decís que vuele a los montes como un ave?”

(San Agustín)

 

ACTUALIZACIÓN DEL SALMO.

 

La revolución del Concilio Vaticano II

Después del Concilio Vaticano II hubo una gran convulsión en la Iglesia Católica. Y no faltaron quienes aconsejaron la huida. Y esto de dos formas: a) Huida hacia fuera: abandonar la Institución. De hecho, muchos sacerdotes y religiosas  abandonaron su sacerdocio o su vida religiosa. b) Huida hacia dentro: otros se  atrincheraron  dentro de sí y están esperando que pase la tormenta. Éstos  nostálgicos, que no quieren ver “los signos de los tiempos”  son una rémora para una Iglesia que quiere reformarse desde dentro. Están cerrados a las sorpresas de Dios.

La sombra de una traición

La sombra es el lugar de la traición, donde el arquero puede tensar el arco y disparar sin ser visto. Aunque hayan cambiado “los arcos y las saetas”, por todas las partes nos llegan las flechas de una sociedad de malestar, de inseguridad social, de violencia, de materialismo, de indiferencia religiosa y de miedo a los compromisos del Evangelio.

 

Preguntas

 

  1. ¿Está mi fe apoyada en la roca firme de Cristo muerto y Resucitado? ¿Qué voy buscando en la vida: seguridades o seguridad?

 

  1. ¿Es mi grupo cristiano un “monte-refugio” donde se rechazan las exigencias y los compromisos del Evangelio? ¿Me vienen tentaciones de abandonar mi grupo, mi comunidad concreta, para buscar otra comunidad u otro grupo ideal?

 

  1. ¿Me preocupa el estar bien con Dios para poder dar seguridad a los demás? Cuando alguien contemple mi vida, ¿le entrarán ganas de hacerse cristiano?

 

ORACION

 

“Al Señor me acojo…”

Hoy, Señor, quiero rezar con el verbo acoger. ¡Qué verbo tan lindo! Dice relación con las personas. Las mamás acogen en su seno a los niños antes de nacer. Los rodean de ternura y de cariño. Así nosotros también nos sentimos acogidos por Ti: “Aunque una madre se olvide del hijito de sus entrañas, Tú Señor, no te olvidarás nunca de nosotros” (Is 49, 15). Porque nos guardas “como a la niña de tus ojos” (Dt 32, 10) y nos cubres de solicitud amorosa “como la gallina que cobija a sus polluelos bajo sus alas” (Mt 23, 37).

 

“Escapa, como un pájaro al monte”

 Yo no quiero tener otro monte sino a Ti. Tú, Señor, eres mi monte. Un monte de belleza y de bondad. Tú eres el centro de todas mis miradas. Todos mis deseos, anhelos e ilusiones están en Ti. Yo te he puesto a Ti en la cumbre de mis alegrías. Yo sé, Señor, que en un monte nos hablaste de las bienaventuranzas y en otro monte fuiste clavado en una cruz. Pero no me da miedo subir al monte de las exigencias, de las renuncias y hasta de la misma muerte, porque sé que no voy solo. Tú siempre me acompañas.

 

“Cuando fallan los cimientos…, ¿qué podrá hacer el justo?”

 Cuando fallan los cimientos humanos, el justo se siente más seguro porque busca la seguridad sólo en Ti. Yo, Señor, no quiero seguridades humanas que, por ser humanas, se tambalean. Yo quiero apoyarme en Ti como el único fundamento de mi vida.

 

“Los buenos verán tu rostro”

 Yo, Señor, quiero ver tu rostro. En este mundo todo llega a cansar: se cansan los oídos de oír; se cansa la lengua de hablar; se cansan los pies de caminar…Pero, cuando yo te dé alcance en el cielo, mis ojos, llenos de fe, repletos de esperanza y henchidos de amor jamás se cansarán de mirar y de contemplar tu rostro, Señor.

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