Me sobrecoge el momento. Le agradezco al Señor el regalo de poder escuchar y escribir su testimonio. La tengo ante mí. Es una mujer joven, radiante y sonriente. Ha sido hasta hace pocos días la responsable de los jóvenes de la archidiócesis de Zaragoza. Ahora mismo se encuentra en la comunidad de las Hijas de San José de Calella (Barcelona) iniciando su camino a la vida consagrada como postulanta de esa congregación. Así comenzó todo.
Raquel Lucea es una joven de 30 años y natural de Zaragoza. Le gusta la naturaleza, leer y sus veranos en Jatiel (Teruel). Pero si algo la define de veras, a parte de su eterna sonrisa, es su implicación con los jóvenes en favor de su evangelización.
Ese gancho con el voluntariado juvenil empezó en su colegio, el de las Hijas de San José, comúnmente conocido como Josefinas, y ubicado en el barrio Delicias de Zaragoza: «He estado implicada muchos años en el movimiento juvenil de mi cole, los grupos Nazaret. A los 18 años empecé como catequista en mi parroquia de la Almudena». A esa tarea, siguió la coordinación de la catequesis de comunión de su parroquia, luego la catequesis de confirmación, su involucración en la coordinadora de pastoral juvenil de la vicaría III y en la Pastoral juvenil diocesana como representante de esa vicaría, formando parte poco después de su equipo permanente.
Raquel confiesa que lleva desde los 18 años dando vueltas al asunto de su vocación, pensando que, quizás, lo que el Señor le pedía era su entrega en Grupos Nazaret, en su parroquia o la Pastoral Juvenil, hasta que un día se dijo: «Si estoy intentando que los jóvenes dén una respuesta y no la doy yo, ¿qué hacemos?»
Su opción por las Hijas de San José la vio clara enseguida: «Por mi contacto con las hermanas, mi forma de ver el mundo y de vivir la fe es ignaciana, la misma que las Hijas de San José, por eso vi que mi lugar era con ellas. Además, la misión de la congregación es evangelizar el mundo del trabajador pobre con especial atención a la promoción de la mujer y eso siempre me ha llamado mucho la atención, junto con el servicio a los demás, esforzarme en el trabajo y hacerlo bien como forma de alabanza a Dios».
Aprovecho que tengo a Raquel delante y le pregunto por los jóvenes y cómo nos anima a mirarlos. Su respuesta refleja que los conoce y los quiere: «A los jóvenes hay que mirarlos con esperanza. Este año jubilar en el que le hemos dado tantas vueltas a esta virtud hemos comprendido realmente lo que significa, que es mucho más que una mirada positiva. Es realmente creer que Jesús está actuando y que tenemos que tener paciencia, esperar lo inesperado y no tirar la toalla».
Raquel asegura que ella y su equipo de la Pastoral, de quien se siente muy orgullosa, están muy contentos porque en estos años han rejuvenecido algunas parroquias de la diócesis: «Ahora se quiere intentar que los jóvenes que están a tope y que han descubierto lo que Jesús ha conseguido hacer en sus vidas, vayan de misión a la parroquia de su barrio. Es el momento de que vuelvan a casa y se vuelquen en su parroquia».
Sobre la manera más eficaz de acercarse a los jóvenes, Raquel lo tiene claro: «Al final es tocar todos los ámbitos de la vida, porque cada joven resuena con una cosa: la oración, el deporte, la música… Se trata de atender todas las dimensiones de su vida. Y eso es un reto».
Raquel concluye dando las gracias por todo lo aprendido en la delegación de Pastoral juvenil: «Han sido años de crecimiento fuerte, he profundizado en mi fe y en la Iglesia, amándola con todo lo que eso implica».
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