¿Quién es hombre y no es sediento? Vivir es tener sed

Raúl Romero López
24 de febrero de 2020

SALMO 63

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 2 Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agotada, sin agua.

3 ¡Cómo te contemplaba en el santuario

viendo tu fuerza y tu gloria!

4 Tu gracia vale más que la vida,

te alabarán mis labios.

5 Toda mi vida te bendeciré

y alzaré las manos invocándote.

6 Me saciaré como de enjundia y de manteca,

y mis labios te alabarán jubilosos.

7 En el lecho me acuerdo de ti

y velando medito en ti,

8 porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

9 mi alma está unida a ti

y tu diestra me sostiene.

10 Pero los que buscan mi perdición

bajarán a lo profundo de la tierra;

11 serán entregados a la espada,

y echados como pasto a las raposas.

12 Y el rey se alegrará con Dios,

se felicitarán los que juran por su nombre,

cuando tapen la boca a los traidores.

INTRODUCCIÓN

 Este salmo alcanza una de las cumbres de la espiritualidad del Antiguo Testamento. Todas las afirmaciones apuntan a una aspiración definitiva de todo hombre de fe: vivir solamente dependiendo de Dios. “Este salmo es un canto de amor místico” (Delitzsch). “Es la expresión religiosa de un alma tomada totalmente por Dios” (J. Calés). Para el salmista Dios lo es todo. El bien que sobrepasa todo lo demás. El único que compensa, con creces, todos los infortunios de la existencia. Este salmo es como el encuentro de dos sedientos: Dios y el hombre. Encuentro de la sed infinita de Dios por darse en amor al hombre. Y la sed del hombre por responder a ese amor. Se realiza aquí una célebre frase de San Gregorio Nacianceno: “Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Dios”

 

  “Oh Dios, tú eres mi Dios”

Se cambia el nombre común de Dios por Elohím, nombre de la Alianza. Ésta estará presente en el centro del salmo. El salmista no le reza a Dios, sino a mi Dios. Quiere decirle claro desde el principio: “Tú eres mi Dios”. Se recargan los pronombres personales o posesivos en un tuteo amoroso: mi Dios, te busco. Tengo sed de ti. Quiere vivir en Dios como en su propio hogar. Y este sentimiento lo expresaba muy bien el poeta:

 

“Para vivir no quiero islas, palacios, torres;

qué alegría más alta vivir en los pronombres”

(Pedro Salinas).

 

A través de las palabras del salmista se percibe el eco del Cantar de los Cantares: “Mi amado es mío y yo soy suya” ( Cant. 2,16).

 

“Por ti madrugo” (v.2)

Hay personas a quienes la noche se les hace demasiado larga, les sobra muchas horas porque tienen problemas, pesadillas, o simplemente “insomnio”. Y anhelan la mañana para librarse de la mala noche. Al salmista es la ilusión y la emoción de estar con Dios lo que le quita el sueño. Es el deseo de zambullirse en Dios apenas nace el día lo que atrae y empuja a levantarse pronto. Madrugo por ti. Me muero de ganas de acudir a la cita contigo. Lo mismo que le pasaba a Jesús cuando vivía en este mundo: Se dormía soñando en su Padre. “De madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar” (Mc. 1,35)

 

“Mi alma está sedienta de ti” (v.2)

La nostalgia de Dios la experimenta como necesidad biológica. El salmista se parece a una tierra abrasada por el sol implacable. Y necesita humedad, necesita agua. La tierra está reseca, agrietada. En el salmo 42-43 el salmista estaba en un país agreste, abrupto, rocoso, y este ambiente le hablaba de su sequedad interior. Ahora el alma del salmista está agrietada, hecha grietas, como los labios resecos de la tierra. Es una imagen viva que habla del deseo de Dios que siente el salmista. Notemos que el mayor acercamiento a Dios es ya el deseo de acercarse. “No me buscarías si no me hubieras encontrado” (San Agustín).

Y así lo han deseado los santos: La sed despierta tal deseo que moriríamos si nos viéramos privados de él.  “Muero porque no muero” (Santa Teresa). “Es como un fuego como yo os deseo” (Teilhard de Chardin).

 

“Viendo tu fuerza y tu gloria”. (v.3)

La gloria en la Biblia no es como en el mundo griego la fama. Es el peso de una persona. Y esto contempla el salmista: el peso inmenso que Dios tiene en su vida divina.

 

¿Hay algo que valga más que la vida humana? Sí, la gracia. (v.4)

No es la vida como tal, sino la comunión con Yavé lo que constituye el don supremo que el hombre puede recibir. Y dice, a este respecto, el gran especialista bíblico Gerhard von Rad: “Esta comprensión de fe del salmista nos hace comprender la honda transformación de todos los valores de la vida que se han llevado a cabo en esta experiencia. Para Israel, la vida y su prolongación había sido el mayor de sus bienes. La distinción entre la gracia y la vida era algo completamente nuevo en Israel. Significaba el descubrimiento de lo espiritual como una realidad más allá de la caducidad de los bienes temporales”.

Una vez más es la experiencia de Dios la que ha ido haciendo teología en el pueblo de Dios. ¿No estamos nosotros lejos de ese modo de hacer teología? ¿Dónde aprendió Sor Isabel tantas cosas tan bellas y profundas de la Trinidad?

 

¿Tiene sentido esta vida? Es la pregunta de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. El salmista lo tiene claro (v. 5).

Si Dios vale más que la vida, toda la vida es corta para alabarle, bendecirle, adorarle, glorificarle. En esto consiste la razón suprema de su vida. El alzar las manos a Dios, como aparece en 1 Tim 2, 8 no es signo de imploración, sino de glorificación. Cuando uno descubre la vida auténtica, la vida verdadera, LA VIDA CON DIOS, uno descubre el sentido de la vida humana: llenarse de Dios para crecer cada día y dar plenitud a todo lo que hacemos.  Y vivir con la esperanza de acabar llenándome del todo en la vida eterna.

 

A veces Dios se deja sentir, palpar, gustar. v. 6.

La enjundia y la manteca significa la mejor comida (Jer 31, 14). En el Levítico se prohíbe comer grasa porque se la reserva para los sacrificios de Yavé (Lev 7, 23-25). Significa metafóricamente la abundancia y plenitud de Dios y esto en una experiencia casi táctica y gustativa. San Agustín nos comentará este versículo diciendo que se trata de una lujuriante santidad espiritual. Esta experiencia interna el salmista la expresa externamente a través de unos labios llenos de canciones de gratitud y de alabanza.

 

El salmista no puede prescindir de Dios ni de día ni de noche. v. 7-9.

La nostalgia de Dios se ha convertido en una pesadilla, en una grata obsesión, hasta llegar a quitarle el sueño. “Mientras estoy acostado, las voluntades de mi Dios están en mi corazón. Me levanto por la mañana para hacer lo que Él desea” (inscripción egipcia).

Cerca del arca se acurruca como un pequeño pájaro y allí se siente seguro. Y comenta San Agustín: “¿Queremos crecer? Permanezcamos como pajaritos pequeños bajo esas grandes alas de Dios… Seremos grandes si, bajo Él, quedamos siempre pequeños”.

“Mi alma está unida a ti”. La imagen es viva y plástica. No se trata simplemente de agarrarse a Dios como con la mano. Tiene un sabor deuteronómico: aquí el estar unido a Dios expresa una intimidad conyugal. El salmista está unido a Dios con el ardor y la fusión del abrazo amoroso. No podía el místico elegir una imagen más certera para indicar su situación respecto a Dios que la del amor esponsal.

“Eres Tú. Soy yo. Yo te adoro.

El tiempo, el espacio se evaporan…

Yo olvido el universo y a mí mismo.

Pero esta necesidad del éxtasis,

este fuego sagrado que me abrasa,

este peso divino que me aplasta

eres Tú, Dios mío, yo estoy en ti.

De nuevo, Tú. (Lamartine)

Así lo expresaba Santa Teresa en unos versos dedicados a Cristo:

 

¿Qué le dice el Señor?

Alma, buscarte has en Mí,

y a Mí buscarme has en ti.

 

El salmista expresa un amor de enamorados. Pasa el tiempo…se pierde la noción del espacio… Se olvida de todo…y de sí mismo. Experiencia de éxtasis: de salir de sí mismo para abandonarse en el Otro. El salmo parecería terminado aquí dejando al poeta inmerso en una experiencia gratificante. No obstante, a partir de ahora, aparece un ataque inesperado contra el enemigo.

 

“Pero los que buscan mi perdición bajarán a lo profundo de la tierra; serán entregados a la espada, y echados como pasto a las raposas” (v, 10-11)

Algunos autores incluso han pensado que estas estrofas son ajenas al texto original. Pero esto es desconocer el sentido profundo del salmo. ¿Qué decir?

  1. La mayor parte de los salmos de intimidad tienen estrofas contra los enemigos. La plena realización del amor a alguien pide que desaparezcan aquellos que están haciendo mal a quien se ama. La felicidad de estar con Dios no es una huida, un refugio perezoso, sino un compromiso de luchar día a día contra el mal.
  2. El salmista ha venido a orar con un problema concreto. Se trata de un infortunio que proviene de los adversarios. Pero se ha metido tanto en la oración y se ha sentido tan feliz con Dios que su problema ha pasado a segundo término.

Ha hecho de su problema un trampolín para acercarse más a Dios y perderse en Él. Ha trascendido el problema. Y precisamente en este sentirse tan amado por su Dios es donde ha encontrado la verdadera solución a su problema.

“Echados como pasto a las raposas”. Es un gesto de mucha crueldad. La mayor ignominia es un cadáver insepulto, expuesto a los animales. “El muerto que no encuentra sepultura, no tiene reposo. Está condenado a errar sin fin en el mundo infernal” (E. Podechard).

En este tiempo no saben distinguir entre pecado y pecador. Lo que se desea es que desaparezca de raíz el pecado, el gran mal.

 

“Y el rey se alegrará con Dios” (v.12)

El rey es símbolo del pueblo, representante del mismo, con promesas y privilegios especiales. Jurar por el rey es ponerle a él como garantía. Todos se felicitan. Júbilo de todos, también del rey, que dependen única y exclusivamente de Dios.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

 

Todo el tema de la sed se hace realidad en Jesús. Sólo Él puede calmar la sed de infinito que hay en nuestro propio corazón:

  • 7, 37-38: “El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: el que tenga sed. que venga a mí y beba; el que cree en mí, como dice la escritura, de sus entrañas manarán ríos de agua viva”.
  • Sor Isabel: “Tengo hambre de Él. Él es quien excava los abismos en mi alma. Abismos que sólo Él puede llenar”.
  • Abbé Thellier: “Simplemente juntos estamos felices… Es vuestra propia felicidad la que vibra en mí. Me haces vivir tan cerca de ti que se acrecienta mi nostalgia de la vida eterna”.
  • Evely: “Lo que amenaza, lo que esteriliza la vida religiosa es no ser atentos con Dios; no desear encontrarle, no desear verle. Dios tiene alegría de manifestarse en nosotros pero sólo puede manifestarse a los que tienen hambre y sed de Él”.
  • Weber: “En el salterio nada parecido a esta hambre de Dios innata en el hombre recto; nada parecido a esta búsqueda del Señor y del reposo en Él, que constituye la piedad profunda”.

 

ACTUALIZACIÓN

 

Nos preguntamos: un salmo tan espiritual, tan místico, ¿Puede decir algo al hombre de hoy?. Y decimos que este salmo es espiritual, pero no espiritualista. Vivir solo en Dios no puede significar “huir de las realidades cotidianas ni refugiarse en estériles misticismos”. Significa que una persona ha llegado a tal calidad de vida religiosa que puede hacer un programa de vida humana poniendo como único centro a Dios. Todo lo demás queda leído y vivido desde ahí. Y, para los cristianos, ese centro es Jesucristo.

Es un salmo que destaca las partes del cuerpo: labios (4); manos (5); boca (6). Los sentidos: la vista, el gusto, el tacto, hablan de un Dios que se puede tocar, contemplar, saborear. Todo el ser de la persona (alma y cuerpo) vibra al contacto con Dios. Pero no es el Dios de los filósofos y los sabios; al que se llega por razonamientos, sino el Dios Encarnado al que se llega por experiencia. El salmista se adelanta a uno de los teólogos más brillantes del s. XX. K. Rahner:”El cristiano del futuro o será místico o no será nada”.

Los hombres del siglo XXI no nos van a preguntar por lo que sabemos de Dios, aprendido en los libros. Pero sí nos van a interrogar, desde el vacío inmenso de muchos hombres y mujeres de   nuestra época, que les digamos, por favor, “a qué sabe Dúos”. O de otro modo: que les digamos qué pasa en una vida normal, cuando Dios irrumpe con fuerza en nuestros corazones. La vida cambia. La vida es distinta. Todo cobra sentido. Todo se llena de esperanza, de alegría y de ilusión. Es lo que ocurrió a nuestros primeros cristianos que se encontraron con Cristo Resucitado. “Ha nacido una raza nueva”. “Hombres inéditos”. AL contacto con Cristo resucitado ha nacido en nuestra tierra y en nuestro mundo, “una nueva edición de hombre y de mujer”. Por eso este salmo es tan importante para tantos hombres y mujeres del siglo XXI que “se mueren de sed”.

 

PREGUNTAS

 

  1. ¿He sentido alguna vez en mi vida sed de Dios? ¿En qué se ha manifestado? – Cada uno(a) puede contar sus experiencias personales.
  2. El salmista evoca tiempos en que ha sido feliz en el Santuario, en las celebraciones con sus hermanos. ¿En qué momentos yo me siento a gusto con mi comunidad?
  3. ¿Qué puedo aportar yo, desde mi experiencia personal y comunitaria, a la gente de la calle?

 

ORACIÓN

 

“Oh Dios, Tú eres mi Dios”

Señor, Tú no eres para mí el Dios de los filósofos y los sabios, sino el Dios de la Alianza: el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob. El Dios de la historia, el Dios de mi historia. Tú eres mi Dios. Tú eres mío. Más que mi pensamiento, eres Tú. Más que mi corazón, eres Tú. Más que mi vida, eres Tú. Sin mí, eres Tú. Pero yo sin Ti no soy yo. Mi alma está apegada a Ti. Tú me sostienes, Tú eres la razón de mi vivir.

 

“En el lecho me acuerdo de Ti y velando medito en Ti”

Tú, Señor, estás en mi corazón. Y el corazón nunca deja de latir: por la mañana y por la noche. Levantado y acostado. Yo quiero vivir contigo a ritmo de corazón. Mis días han de ser para alabarte y mis noches para adorarte. Mis días para servirte y mis noches para soñarte. Déjame derramar mi vida ante Ti en un bello canto a dos coros: el día y la noche.

 

“A la sombra de tus alas canto con júbilo”

Un pájaro canta tranquilo sobre la rama cascada porque sabe que tiene alas para volar. Yo no soy un pajarillo. No tengo alas para volar, pero canto tranquilo sobre la frágil rama de mi existencia porque Tú, Señor, me prestas tus propias alas que me protegen, me cobijan y me lanzan a la altura. Hazte presente en mi corazón y toda mi vida será alegría y júbilo.

 

“Tu diestra me sostiene”

Tu diestra Señor, es fuerte, poderosa. Con tu diestra abriste el mar en dos partes y hundiste en él a carros y caballos de los egipcios. Con tu mano poderosa creaste el cielo, la tierra, el mar y cuanto contiene. Hoy, Señor, busco tu brazo. No tu brazo poderoso, sino tu brazo amoroso. Más que ser fuerte, apoyándome en tu poder, quiero hacerme débil descansando en tu amor.

Déjame terminar mi oración con esos bellos versos de tu gran amigo San Juan de la Cruz:

“Entrado se ha la esposa

en el ameno huerto deseado,

y a su sabor reposa;

el cuello reclinado

sobre los dulces brazos del Amado”.

 

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