La entrega que emana del día de Manos Unidas y el amor de una fiesta como san Valentín recuperada con fuerza por el papa Francisco son el combo perfecto para hablar de noviazgo, matrimonio e hijos de la mano de Yolanda Latre, directora del COF Juan Pablo II.

Yolanda Latre, directora del Centro de Orientación Familiar de Zaragoza, se define como una «apasionada sin remedio de la familia, por experiencia, por vocación y por formación». Precisamente, en esta ha invertido tiempo y dedicación, ya que aparte de doctora en Derecho, es licenciada en Ciencias de la Familia y tiene varios posgrados y másteres a sus espaldas relacionados con orientación familiar, terapia sexual y pareja.

Yolanda, ¿cómo definirías el amor verdadero entre el hombre y la mujer?

¡Ambiciosa pregunta! Consciente de que me quedaré corta, podemos no obstante imaginarnos un prisma con varias caras. En una de ellas encontramos la capacidad de cada miembro de la pareja de hacer al otro mejor persona, como si le impulsara a volar cada vez más arriba. En otra de las caras, vemos al hombre y a la mujer que, alternativa y  humildemente, sirven de “soporte” –en el mejor de los sentidos, como apoyo o sostén- al otro cuando más lo necesita.  Otra mirada al prisma nos muestra un miembro de la pareja sorprendido en lo más profundo de su alma cuando, justo ahora que menos se lo merece, recibe el amor por parte del otro en lugar de su desprecio.  Creo que ambos saben reconocer el valor precioso de los silencios fecundos y de las miradas “pobladas”, que hablan más del amor verdadero que un largo diálogo. 

¿Por qué ahora cuesta entender el amor para toda la vida?

Creo que en nuestro –comprensible, pero no siempre equilibrado-  anhelo de autosuficiencia nos olvidamos a veces del verdadero sentido de algunos conceptos claves para la eternidad en la pareja: libertad, responsabilidad, voluntad. Libremente decido “perder mi libertad” por amor, no puedo imaginarme acto más libre. Responsablemente me preocupo y ocupo de crecer como persona para entregar al otro lo mejor de mí –no se merece menos-. Voluntariosamente me esfuerzo por  colocar a los sentimientos en su justo lugar –¡la trastienda!- y me desvivo por realizar actos –muy voluntariosos- que demuestren al otro que estoy a su servicio. 

Desde el COF, ¿cómo ayudáis a las parejas que muestran algún problema en su vida matrimonial? 

Más bien, sería: ¿cómo  nos ayudan las parejas que muestran algún problema en su vida matrimonial? Son ellas, su coraje, resiliencia y grandeza de miras las que nos permiten entrar en su “tierra sagrada”. Nada de miedos o vergüenza, al contrario.  Al desnudar sus  almas grandes ante nosotros, nos iluminan para poder  adaptar dulcemente nuestros conocimientos y experiencia a su situación concreta. Es un precioso equipo en el que los protagonistas son ellos. Porque ‘quieren querer’, y ya llevamos con esto la mitad del camino recorrido. La otra mitad consiste en un estupendo grupo de profesionales de la orientación y la familia a su disposición.

¿Es importante hablar de los hijos en el noviazgo?

¡Por supuesto! Sabemos que hay principios negociables en el noviazgo –y que quizás estén prohibidas las espinacas en nuestras futuras comidas si queremos una cierta paz-, pero también sabemos que hay principios irrenunciables en todo noviazgo –o camino de discernimiento, que es lo mismo-. Y uno de ellos es justamente este: cómo vivir la sexualidad, la fertilidad y nuestra actitud ante esos hijos que ya queremos, y que llegarán – o no llegarán-, ya que son un precioso e imprevisible don.

Los métodos naturales ayudan a regular la llegada de los hijos cuando el matrimonio lo ve oportuno, ¿cómo recomiendas vivirlos dentro del matrimonio?

El amor verdadero del que hablábamos antes supone un camino de donación total, cuerpo, mente y espíritu. Supone un ejercicio diario de acoplamiento mutuo –difícil, arriesgado, apasionante, inacabable, imprevisible…- . Supone el reconocimiento de que la ley natural está perfectamente diseñada –no en vano tiene el mejor Hacedor-. Pues bien, en el ámbito concreto de nuestra corporalidad y sexualidad, este reconocimiento supone la obediencia a aquellas leyes naturales que regulan a la perfección los biorritmos femeninos y la fertilidad conjunta. El reconocimiento de la fertilidad de una forma natural  permite a los esposos hacer realidad este amor verdadero, convirtiéndose en una sola caro, sin barreras de ningún tipo, y bajo la mirada complaciente de ese Dueño y Señor de toda Vida, vida de la que nosotros somos simplemente “aprendices”, es decir, administradores. 

COF Juan Pablo II
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