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León XIV: un Papa agustino para una Iglesia sinodal y misionera

David López
8 de mayo de 2025

Robert Francis Prevost, cardenal agustino y prefecto del Dicasterio para los Obispos hasta ahora, ha sido elegido como nuevo sucesor de Pedro. El mundo lo conoce ya como León XIV, el primer Papa norteamericano de la historia. Su elección marca un punto de continuidad con el pontificado de Francisco y, al mismo tiempo, un nuevo impulso hacia una Iglesia cada vez más sinodal, misionera y cercana a quienes más sufren.

“La paz sea con vosotros”: un saludo cargado de Evangelio

En su primera aparición pública desde el balcón de San Pedro, León XIV no ha querido improvisar. Con voz serena y firme, ha iniciado su pontificado con el saludo del Resucitado: “¡La paz sea con todos vosotros! Queridos hermanos y hermanas, con este primer saludo de Cristo resucitado, yo también quiero que este saludo de paz entre en vuestros corazones, en vuestras familias, ¡a todos vosotros!”. Y añadió: “Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, que ama a todos incondicionalmente”.

Este gesto simbólico, en línea con su estilo pastoral, ha dejado claro cuál será el tono de su pontificado: una paz que brota del Evangelio, que abraza a todos y que se hace compromiso con los más frágiles.

Una Iglesia sinodal, una Iglesia del sur

La elección de Prevost confirma la apuesta por una Iglesia que escucha, que acompaña y que evangeliza desde las periferias. Durante su breve pero emotivo mensaje, el nuevo Papa aseguró que la sinodalidad seguirá adelante, despejando las dudas que algunos sectores conservadores habían sembrado en los días previos al cónclave. “Permitidme rezar siempre junto a vosotros. Pidamos por esta nueva misión y por la paz en el mundo”, señaló.

Además, tuvo palabras de gratitud y recuerdo hacia su predecesor: “Gracias, papa Francisco. Ayúdanos a construir puentes para ser un único pueblo siempre en paz”.

No faltó un gesto íntimo y entrañable hacia la que fue su casa durante años: “Un saludo a todos aquellos, en particular, a mi querida diócesis de Chiclayo en el Perú, un pueblo fiel que ha acompañado a su obispo”.

De Chicago a Chulucanas: un itinerario de Evangelio

Aunque nacido en Chicago en 1955, la historia eclesial de León XIV no se entiende sin América Latina. Su experiencia como misionero en Perú en los años 80, especialmente en la diócesis de Chulucanas, marcó profundamente su visión pastoral. Allí compartió la vida con comunidades pobres pero de fe intensa, y desarrolló una espiritualidad profundamente encarnada. Luego fue superior general de los agustinos y, más tarde, obispo de Chiclayo.

Su paso por estas tierras no fue un simple episodio, sino el cimiento de una eclesiología vivida desde abajo: una Iglesia que forma líderes locales, que acompaña procesos y que escucha antes de hablar.

Un líder sereno en tiempos de cambio

León XIV llega al pontificado con el perfil de un pastor más que de un gestor. Sus hermanos agustinos lo definen como un hombre templado, discreto y de mirada afable. No le gustan los focos ni las polémicas doctrinales, pero eso no le ha impedido ser uno de los nombres más influyentes de los últimos años en Roma. De hecho, el papa Francisco confió en él para dirigir uno de los dicasterios más estratégicos de la Curia, el de los Obispos, y lo hizo cardenal en tiempo récord.

Algunos han criticado su perfil dialogante y su apertura a procesos de escucha en temas delicados como el papel de la mujer o el acompañamiento a personas LGTBI. Pero quienes lo conocen saben que su método no es la confrontación, sino la paciencia del sembrador.

Una oportunidad para seguir avanzando

La elección de León XIV ha generado esperanza en muchos rincones del mundo. Su testimonio de vida, su opción por los más pobres y su deseo de tender puentes anticipan un pontificado de continuidad y renovación. En palabras del propio Papa: “Una Iglesia misionera, siempre abierta a todos los que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia”.

Desde Iglesia en Aragón, rezamos por él y nos unimos a su invitación: seguir caminando juntos, en sinodalidad, con la certeza de que el Espíritu sigue guiando a su Iglesia.

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