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León XIV: «Los migrantes y refugiados son misioneros de esperanza»

David López
27 de julio de 2025

El Papa invita a mirar con otros ojos a quienes abandonan su tierra y los propone como testigos y evangelizadores en el marco del Jubileo de los Migrantes

Con el lema «Migrantes, misioneros de esperanza», el papa León XIV ha hecho público su mensaje para la 111.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que este año se celebrará los días 4 y 5 de octubre, coincidiendo con el Jubileo de los migrantes y del mundo misionero. Una ocasión que el Pontífice convierte en llamada profética a la conversión pastoral, especialmente en lo que se refiere a la acogida, la integración y la misión compartida con quienes llegan a nuestras comunidades procedentes de otras tierras.

En su mensaje, León XIV invita a reflexionar sobre el profundo vínculo entre esperanza, migración y misión, denunciando un mundo marcado por la violencia, las guerras, las injusticias y los desastres climáticos que empujan a millones de personas a abandonar su hogar. Frente al cierre egoísta de fronteras y corazones, el Papa propone una mirada alternativa: «En un mundo oscurecido por guerras e injusticias, incluso allí donde todo parece perdido, los migrantes y refugiados se erigen como mensajeros de esperanza».

Testigos del Reino en camino

El Papa sitúa la movilidad humana dentro del dinamismo del Reino de Dios, ya inaugurado por Jesucristo. Así, afirma que el deseo de una vida mejor que impulsa a migrar «corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre», y señala que muchos migrantes y refugiados son hoy testigos privilegiados de la esperanza cristiana, capaces de resistir las adversidades con fe y de desafiar la muerte en rutas migratorias que él mismo califica como «contemporáneas vías dolorosas».

León XIV establece un paralelismo con la experiencia del pueblo de Israel en el Éxodo y subraya que los migrantes «recuerdan a la Iglesia su dimensión peregrina». Aludiendo a san Agustín y a la carta de san Pablo a los Filipenses, advierte del peligro de una Iglesia “sedentarizada”, más instalada que enviada: «Cada vez que la Iglesia deja de ser civitas peregrina, deja de estar en el mundo y pasa a ser del mundo».

Evangelizadores de las comunidades de acogida

Uno de los ejes centrales del mensaje es la visión misionera de la migración. León XIV no solo anima a acoger, sino a reconocer el potencial evangelizador de quienes llegan. Afirma que los migrantes católicos «pueden convertirse hoy en misioneros de esperanza en los países que los acogen», capaces de revitalizar comunidades eclesiales cansadas, iniciar nuevos caminos de fe y abrir espacios de diálogo interreligioso en lo cotidiano.

Retomando las palabras de san Pablo VI en Evangelii nuntiandi, el Papa destaca que el testimonio de vida es el primer anuncio del Evangelio, y recuerda que «la responsabilidad recae especialmente sobre los emigrantes en los países que los reciben». De ahí la necesidad de una missio migrantium, una auténtica “misión de los migrantes”, que cuente con formación y acompañamiento adecuados, fruto de una verdadera cooperación entre Iglesias.

Hospitalidad que transforma

Sin embargo, el Papa también insiste en que la esperanza no es solo proclamada por los migrantes, sino también por las comunidades que los acogen: «Esperanza entendida como promesa de un presente y un futuro en el que se reconozca la dignidad de todos como hijos de Dios». Así, León XIV defiende una Iglesia que sepa practicar la hospitalidad como experiencia transformadora, recordando que «gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles» (Hb 13,2).

El mensaje concluye con una invocación a la Virgen María, consuelo de los migrantes, a quien el Papa encomienda tanto a quienes están en camino como a quienes los acompañan. «Que mantenga viva en sus corazones la esperanza y los sostenga en su compromiso de construir un mundo que se parezca cada vez más al Reino de Dios», escribe.

La 111.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado se celebrará este año en un contexto especialmente simbólico, dentro del Jubileo de la Esperanza que vive la Iglesia en 2025. Una ocasión para renovar el compromiso con una Iglesia samaritana, abierta a todos los pueblos y en camino con los últimos.

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