Lectio Divina: 25 de febrero de 2020

«¿De qué estaban discutiendo por el camino?»

1.- Oración preparatoria.

Señor, hoy vengo a decirte que te necesito más que nunca. Me sorprende la postura de tus discípulos que, a pesar de estar tan cerca de ti, no se enteran de tus planes, de tus proyectos. Ellos van “a lo suyo”. No quieren ni oír hablar de sufrimiento ni de cruz. Más bien buscan los primeros puestos. Yo quiero seguirte. Quiero poner mis pies en las huellas que Tú has dejado en el camino. Haz, Señor, que yo deje también huellas de bondad, de paz, de austeridad, y de servicio desinteresado por donde yo pase.

2.- Lectura reposada del evangelio. Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué estaban discutiendo por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado»

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

El cristiano de todos los tiempos sólo debe tener una preocupación: despreocuparse de sí mismo para dedicar todo su tiempo en preocuparse de los demás. De Jesús se dijo: “Pasó por la vida haciendo siempre el bien”.  Y ¿por qué hacía siempre el bien? Porque Él siempre estaba bien por dentro. Él era feliz viendo a la gente feliz. La suprema felicidad consiste en ser feliz viendo felices a los demás. Pero cuando sólo pensamos en nosotros mismos, en nuestros intereses, nuestros problemas, nuestras miras cortas, nuestro afán de vanidad y ser más que los demás ocupando “los primeros puestos” vamos enterrando, poco a poco, el pozo interior de la auténtica felicidad. Jesús, en esta ocasión, se sienta como Maestro, para dar la gran lección: “el que quiera ser primero que sea el último de todos”. El Maestro que se sienta a dar esta lección no tendrá ningún inconveniente en “arrodillarse” ante los discípulos y lavarles los pies. Jesús es el Maestro que enseña con su vida. Los discípulos no tienen que obedecer lo que dice, sino imitar lo que hace. Jesús siempre pone la vida por delante.

Palabra del Papa

Leyendo esta parte del relato de Marcos, está claro que entre Jesús y los discípulos hay una profunda distancia interior; están, por así decirlo, en dos longitudes de onda diferentes, por lo que los discursos del Maestro no son comprendidos, o lo son solo de modo superficial. El apóstol Pedro, inmediatamente después de haber manifestado su fe en Jesús, se permite regañarlo porque predijo que deberá ser rechazado y asesinado. Después del segundo anuncio de la pasión, los discípulos discutían sobre quién era el más grande entre ellos; y después, en el tercero, Santiago y Juan le piden a Jesús, el poder sentarse a su derecha y a su izquierda, cuando esté en la gloria. Pero hay otras diversas señales de esta distancia: por ejemplo, los discípulos no logran curar a un muchacho epiléptico, que después Jesús sana con el poder de la oración; o cuando le presentan los niños a Jesús, los discípulos le reprochan, y al contrario Jesús, indignado, les hace quedarse, y afirma que solo los que son como ellos pueden entrar en el Reino de Dios. (Benedicto XVI, 23 de septiembre de 2012).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Buscaré yo hoy ese niño que fui: humilde, sencillo, sin prejuicios del pasado, siempre con ganas de crecer.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí por medio de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, te confieso que humanamente me siento ridículo haciendo lo que Tú nos dices. Es justamente lo contrario de lo que hace todo el mundo. ¿Por qué tengo que ser distinto? Pero soy sincero cuando te digo que, en el fondo, descubro que tienes razón. Nunca he sido feliz con mi egoísmo, ni haciendo lo que hacen todos, sino cuando he sido capaz de hacer algo distinto, cuando he ayudado a los demás. Gracias, Señor, porque en la satisfacción que siento al hacer el bien, encuentro mi recompensa.

PDF: 25 DE FEBRERO