¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida!
1.- Introducción.
Señor, esta mañana vengo a orar para caer en la cuenta de mi ingratitud contigo. Esas ciudades que no han querido recibirte no están fuera de mí. Me pertenecen. Yo he recibido de Ti inmensos dones, gracias abundantes y, no obstante, no soy nada fino ni delicado contigo. Hay dentro de mí mucha pereza, mucha indiferencia, mucha tibieza. Haz, que de hoy en adelante, cambie el rumbo de mi vida y sepa responder con amor de gratitud al derroche de amor que Tú has tenido conmigo.
2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 11, 20 – 24
Entonces se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.4Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Lo más probable es que estas palabras tan duras, puestas por el evangelista en boca de Jesús, no fueran nunca pronunciadas por Él, y reflejarían la situación que estaba viviendo la comunidad de Mateo cuando se redactó este texto. De hecho, nunca dicen los evangelistas que Jesús hiciera milagros en Corozaín y Betsaida. Y en cuanto a Cafarnaúm sabemos que allí Jesús tuvo tan buena acogida que el mismo Mateo llama a Cafarnaúm “la ciudad de Jesús” (Mt. 9,1). Con todo, el texto refleja la poca acogida que, en alguna ocasión, tuvieron sus palabras, cuando invitaba a una boda o una fiesta. No captaron el gozo profundo de las parábolas de Jesús ni la alegría que comportaba el entrar en su Reino. Este comportamiento sí que debió dolerle fuertemente a Jesús. Llevaba un programa maravilloso de amor, paz, alegría, libertad. Pero los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron” (Jn. 1,11). Y esa tristeza se la causamos a Jesús cada día que nos invita a disfrutar de la vida en plenitud, y nosotros preferimos nuestros gustos y caprichos. Pero nuestra miopía no hace miope a Jesús; ni nuestra mezquindad afecta su grandeza y generosidad; ni nuestra ingratitud, su inmenso amor.
Palabra del Papa
Jesús expresa su disgusto: «Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes -es su advertencia a Corozaín y Betsaida- hace tiempo se habrían convertido». En esta severa, pero también amarga comparación, está toda la historia de la salvación. Así como han rechazado y asesinado a los profetas antes que llegara Él, porque eran incómodos, ahora hacen lo mismo con Jesús. Es justamente la clase dirigente la que cierra las puertas al modo como Jesús quiere salvarnos. Y así se entienden los diálogos fuertes de Jesús, con la clase dirigente de su tempo: se pelean, le ponen trampas para ver si cae, porque se trata de la resistencia a ser salvados. Jesús les dice: «Pero yo no les entiendo» y señala que ellos «son como aquellos niños: hemos sonado la flauta y no han bailado; hemos cantado un lamento y no han llorado. pero ¿qué quieren? ¡Queremos salvarnos como nos gusta!». Es siempre este el cierre al mundo de Dios. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de octubre de 2014, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)
5.- Propósito. Hoy voy a ser fino y delicado con Jesús. No le voy a defraudar en nada.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, hoy he aprendido a no ser tacaño, ruin, miserable, contigo. He aprendido a ser generoso y corresponder con amor al inmenso amor que Tú me das. También he aprendido a no quedarme fuera sino a entrar en tu fiesta. He aprendido a vivir con ilusión, alegría y esperanza. He aprendido a disfrutar de la vida y de las cosas tan bellas que has creado para nosotros. ¡Gracias, Señor!
Oración mientras dura la pandemia.
Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «coronavirus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS. Amén.