SALMO 119

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(Álef) Dichoso el que, con vida intachable, | camina en la ley del Señor; 2dichoso el que, guardando sus preceptos, | lo busca de todo corazón; 3el que, sin cometer iniquidad, | anda por sus senderos. 4Tú promulgas tus mandatos | para que se observen exactamente. 5Ojalá esté firme mi camino, | para cumplir tus decretos; 6entonces no sentiré vergüenza | al mirar todos tus mandatos. 7Te alabaré con sincero corazón | cuando aprenda tus justos mandamientos. 8Quiero guardar tus decretos exactamente, | tú no me abandones. 9(Bet) ¿Cómo podrá un joven andar honestamente? | Cumpliendo tus palabras. 10Te busco de todo corazón, | no consientas que me desvíe de tus mandamientos. 11En mi corazón escondo tus consignas, | así no pecaré contra ti. 12Bendito eres, Señor, | enséñame tus decretos. 13Mis labios van enumerando | todos los mandamientos de tu boca; 14mi alegría es el camino de tus preceptos, | más que todas las riquezas. 15Medito tus mandatos, | y me fijo en tus sendas; 16tus decretos son mi delicia, | no olvidaré tus palabras. 17(Guímel) Haz bien a tu siervo: viviré | y cumpliré tus palabras; 18ábreme los ojos, y contemplaré | las maravillas de tu ley; 19soy un forastero en la tierra: | no me ocultes tus promesas. 20Mi alma se consume, deseando | continuamente tus mandamientos; 21reprendes a los soberbios, | malditos los que se apartan de tus mandatos. 22Aleja de mí las afrentas y el desprecio, | porque observo tus preceptos; 23aunque los nobles se sienten a murmurar de mí, | tu siervo medita tus decretos; 24tus preceptos son mi delicia, | tus enseñanzas son mis consejeros. 25(Dálet) Mi alma está pegada al polvo: | reanímame con tus palabras; 26te expliqué mi camino, y me escuchaste: | enséñame tus mandamientos; 27instrúyeme en el camino de tus mandatos, | y meditaré tus maravillas. 28Mi alma llora de tristeza, | consuélame con tus promesas; 29apártame del camino falso, | y dame la gracia de tu ley; 30escogí el camino verdadero, | deseé tus mandamientos. 31Me apegué a tus preceptos, | Señor, no me defraudes; 32correré por el camino de tus mandatos | cuando me ensanches el corazón. 33(He) Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos, | y lo seguiré puntualmente; 34enséñame a cumplir tu ley | y a guardarla de todo corazón; 35guíame por la senda de tus mandatos, | porque ella es mi gozo. 36Inclina mi corazón a tus preceptos, | y no al interés; 37aparta mis ojos de las vanidades, | dame vida con tu palabra; 38cumple a tu siervo la promesa | para que se mantenga tu temor. 39Aparta de mí la afrenta que temo, | porque tus mandamientos son amables; 40mira cómo ansío tus mandatos: | dame vida con tu justicia. 41(Vau) Señor, que me alcance tu favor, | tu salvación según tu promesa: 42así responderé a los que me injurian, | que confío en tu palabra; 43no quites de mi boca las palabras sinceras, | porque yo espero en tus mandamientos. 44Cumpliré sin cesar tu ley, | por siempre jamás; 45andaré por un camino ancho, | buscando tus mandatos; 46comentaré tus preceptos ante los reyes, | y no me avergonzaré. 47Serán mi delicia tus mandatos, | que tanto amo; 48levantaré mis manos hacia tus decretos, que tanto amo, | y recitaré tus mandatos. 49(Zain) Recuerda la palabra que diste a tu siervo, | de la que hiciste mi esperanza; 50este es mi consuelo en la aflicción: | que tu promesa me da vida; 51los insolentes me insultan sin parar, | pero yo no me aparto de tu ley. 52Recordando tus antiguos mandamientos, | Señor, quedé consolado; 53sentí indignación ante los malvados, | que abandonan tu ley; 54tus decretos eran mi canción | en tierra extranjera. 55De noche pronuncio tu nombre, | Señor, y, velando, tu ley; 56esto es lo que a mí me toca: | guardar tus decretos. 57(Jet) Mi porción es el Señor; | he resuelto guardar tus palabras; 58de todo corazón busco tu favor: | ten piedad de mí, según tu promesa; 59he examinado mi camino, | para enderezar mis pies a tus preceptos. 60Con diligencia, sin tardanza, | observo tus mandatos; 61los lazos de los malvados me envuelven, | pero no olvido tu ley; 62a media noche me levanto para darte gracias | por tus justos mandamientos. 63Soy amigo de los que te temen, | y guardan tus mandatos; 64Señor, de tu bondad está llena la tierra; | enséñame tus decretos. 65(Tet) Has dado bienes a tu siervo, | Señor, con tus palabras; 66enséñame la bondad, la prudencia y el conocimiento, | porque me fío de tus mandatos; 67antes de sufrir, yo andaba extraviado, | pero ahora me ajusto a tu promesa. 68Tú eres bueno y haces el bien; | instrúyeme en tus decretos; 69los insolentes urden engaños contra mí, | pero yo custodio tus mandatos de todo corazón; 70tienen el corazón espeso como grasa, | pero mi delicia es tu ley. 71Me estuvo bien el sufrir, | así aprendí tus decretos; 72más estimo yo la ley de tu boca | que miles de monedas de oro y plata. 73(Yod) Tus manos me hicieron y me formaron: | instrúyeme para que aprenda tus mandatos; 74los que te temen verán con alegría | que he esperado en tu palabra; 75reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos, | que con razón me hiciste sufrir. 76Que tu bondad me consuele, | según la promesa hecha a tu siervo; 77cuando me alcance tu compasión, viviré, | y tu ley será mi delicia; 78que se avergüencen los insolentes | del daño que me hacen; | yo meditaré tus mandatos. 79Vuelvan a mí los que te temen | y hacen caso de tus preceptos; 80sea mi corazón perfecto en tus decretos, | así no quedaré avergonzado. 81(Kaf) Me consumo ansiando tu salvación, | y espero en tu palabra; 82mis ojos se consumen ansiando tus promesas, | mientras digo: «¿Cuándo me consolarás?». 83Estoy como un odre puesto al humo, | pero no olvido tus decretos. 84¿Cuántos serán los días de tu siervo? | ¿Cuándo harás justicia de mis perseguidores? 85Me han cavado fosas los insolentes, | ignorando tu ley; 86todos tus mandatos son verdaderos, | sin razón me persiguen, protégeme. 87Casi dieron conmigo en la tumba, | pero yo no abandoné tus mandatos; 88por tu bondad dame vida, | para que observe los preceptos de tu boca. 89(Lámed) Tu palabra, Señor, es eterna, | más estable que el cielo; 90tu fidelidad, de generación en generación; | fundaste la tierra y permanece; 91por tu mandamiento subsisten hasta hoy, | porque todo está a tu servicio. 92Si tu ley no fuera mi delicia, | ya habría perecido en mi desgracia; 93jamás olvidaré tus mandatos, | pues con ellos me diste vida; 94soy tuyo, sálvame, | que yo consulto tus mandatos. 95Los malvados me esperaban para perderme, | pero yo meditaba tus preceptos; 96he visto el límite de todo lo perfecto: | tu mandato se dilata sin término. 97(Mem) ¡Cuánto amo tu ley!: | todo el día la estoy meditando; 98tu mandato me hace más sabio | que mis enemigos, | siempre me acompaña; 99soy más docto que todos mis maestros, | porque medito tus preceptos. 100Soy más sagaz que los ancianos, | porque cumplo tus mandatos; 101aparto mi pie de toda senda mala, | para guardar tu palabra; 102no me aparto de tus mandamientos, | porque tú me has instruido. 103¡Qué dulce al paladar tu promesa: | más que miel en la boca! 104Considero tus mandatos, | y odio el camino de la mentira. 105(Nun) Lámpara es tu palabra para mis pasos, | luz en mi sendero; 106lo juro y lo cumpliré: | guardaré tus justos mandamientos; 107¡estoy tan afligido! | Señor, dame vida según tu promesa. 108Acepta, Señor, los votos que pronuncio, | enséñame tus mandatos; 109mi vida está siempre en peligro, | pero no olvido tu ley; 110los malvados me tendieron un lazo, | pero no me desvié de tus mandatos. 111Tus preceptos son mi herencia perpetua, | la alegría de mi corazón; 112inclino mi corazón a cumplir tus decretos, | siempre y cabalmente. 113(Sámek) Detesto a los inconstantes | y amo tu ley; 114tú eres mi refugio y mi escudo, | yo espero en tu palabra; 115apartaos de mí los perversos, | y cumpliré los mandatos de mi Dios. 116Sostenme con tu promesa, y viviré, | que no quede frustrada mi esperanza; 117dame apoyo, y estaré a salvo, | me fijaré en tus decretos sin cesar; 118desprecias a los que se desvían de tus decretos, | sus proyectos son engaño. 119Tienes por escoria a los malvados, | por eso amo tus preceptos; 120mi carne se estremece con tu temor, | y me estremecen tus juicios. 121(Ayin) Practico la justicia y el derecho, | no me entregues a mis opresores; 122da fianza en favor de tu siervo, | que no me opriman los insolentes; 123mis ojos se consumen aguardando | tu salvación y tu promesa de justicia. 124Trata con misericordia a tu siervo, | enséñame tus decretos; 125yo soy tu siervo: dame inteligencia, | y conoceré tus preceptos; 126es hora de que actúes, Señor: | han quebrantado tu ley. 127Yo amo tus mandatos | más que el oro purísimo; 128por eso aprecio tus decretos | y detesto el camino de la mentira. 129(Pe) Tus preceptos son admirables, | por eso los guarda mi alma; 130la explicación de tus palabras ilumina, | da inteligencia a los ignorantes; 131abro la boca y respiro, | ansiando tus mandamientos. 132Vuélvete a mí y ten misericordia, | como es tu norma con los que aman tu nombre; 133asegura mis pasos con tu promesa, | que ninguna maldad me domine; 134líbrame de la opresión de los hombres, | y guardaré tus mandatos. 135Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, | enséñame tus decretos; 136arroyos de lágrimas bajan de mis ojos | por los que no cumplen tu ley. 137(Sade) Señor, tú eres justo, | tus mandamientos son rectos; 138has decretado preceptos justos | sumamente estables; 139me consume el celo, | porque mis enemigos olvidan tus palabras. 140Tu promesa es acrisolada, | y tu siervo la ama; 141soy pequeño y despreciable, | pero no olvido tus mandatos; 142tu justicia es justicia eterna, | tu ley es verdadera. 143Me asaltan angustias y aprietos, | tus mandatos son mi delicia; 144la justicia de tus preceptos es eterna; | dame inteligencia, y tendré vida. 145(Qof) Te invoco de todo corazón: | respóndeme, Señor, | y guardaré tus decretos; 146a ti grito: sálvame, | y cumpliré tus preceptos; 147me adelanto a la aurora pidiendo auxilio, | esperando tus palabras. 148Mis ojos se adelantan a las vigilias, | meditando tu promesa; 149escucha mi voz por tu misericordia, Señor, | con tus mandamientos dame vida; 150ya se acercan mis inicuos perseguidores, | están lejos de tu ley. 151Tú, Señor, estás cerca, | y todos tus mandatos son estables; 152hace tiempo comprendí que tus preceptos | los fundaste para siempre. 153(Res) Mira mi abatimiento y líbrame, | porque no olvido tu ley; 154defiende mi causa y rescátame, | con tu promesa dame vida; 155la salvación está lejos de los malvados | que no buscan tus decretos. 156Grande es tu ternura, Señor, | con tus mandamientos dame vida; 157muchos son los enemigos que me persiguen, | pero yo no me aparto de tus preceptos; 158viendo a los renegados, sentía asco, | porque no guardan tus palabras. 159Mira cómo amo tus mandatos, | Señor; por tu misericordia dame vida; 160el compendio de tu palabra es la verdad, | y tus justos juicios son eternos. 161(Sin) Los nobles me perseguían sin motivo, | pero mi corazón respetaba tus palabras; 162yo me alegraba con tu promesa, | como el que encuentra un rico botín; 163detesto y aborrezco la mentira, | y amo tu ley. 164Siete veces al día te alabo | por tus justos mandamientos; 165mucha paz tienen los que aman tu ley, | y nada los hace tropezar; 166aguardo tu salvación, Señor, | y cumplo tus mandatos. 167Mi alma guarda tus preceptos | y los ama intensamente; 168guardo tus preceptos y tus mandatos, | y tú tienes presentes mis caminos. 169(Tau) Que llegue mi clamor a tu presencia, | Señor, con tus palabras dame inteligencia; 170que mi súplica entre en tu presencia, | líbrame según tu promesa; 171de mis labios brota la alabanza, | porque me enseñaste tus decretos. 172Mi lengua canta tu promesa, | porque todos tus preceptos son justos; 173que tu mano me auxilie, | ya que prefiero tus mandatos; 174ansío tu salvación, Señor; | tu ley es mi delicia. 175Que mi alma viva para alabarte, | que tus mandamientos me auxilien; 176me extravié como oveja perdida: | busca a tu siervo, que no olvida tus preceptos.

INTRODUCCIÓN

“Largo canto de meditación en honor de la ley del Señor. El autor sigue el alfabeto, dedicando a cada letra ocho versos que comienzan por dicha letra. Esto significa la plenitud: de la alef a la tau, del principio al fin, el autor recita y ama los mandamientos. Cada una de las veintidós letras tiene 7 + 1 versos, lo cual significa la perfección consumada. Cada estrofa o letra suele enumerar ocho sinónimos de la ley: preceptos, decretos, mandatos, mandamientos, palabras, consignas, leyes, voluntad” (A. Schökel).

“Como el alfabeto encierra todo lo decible, todas las palabras, del mismo modo la torah condensa toda la palabra divina y la respuesta humana a esa palabra” (Ravasi).

Este estilo del salmo resulta monótono porque repite incansablemente las mismas ideas y las mismas palabras. Con todo, esa insistencia es un elocuente testimonio de auténtica religiosidad, centrada en el amor a la Palabra de Dios. La ley es la voluntad de Dios que se revela para ordenar la vida religiosa del hombre, su convivencia con Dios y con el prójimo. En la Palabra de Dios se concentra toda la vivencia religiosa porque en ella está Dios. El justo la estudia y la medita, la recuerda, la busca, la observa con esmero, la elige, la ansía, gusta de ella, la celebra; en ella tiene seguridad, confianza, esperanza; ella es objeto de amor, de anhelo, de nostalgia, de alegría y de delicias.

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN SOBRE EL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

Por ser un salmo tan largo no haremos sino espigar algunas ideas importantes de cada letra con sus estrofas, siguiendo fundamentalmente al Padre Luis Alonso Schökel.

Aleph (vv. 1-8)

Estos versículos hacen referencia al Deuteronomio: “Amarás a Dios con todo el corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (v. 5). Aquí se habla de esa totalidad o perfección “lo busqué de todo corazón” (v. 2) “quiero guardar sus leyes exactamente” (v. 8). Si la vida es un proceso, por el camino del cumplimiento perfecto de la ley, el justo no puede desviarse. Se encontrará necesariamente con Dios.

Beth (vv. 9-16)

Con el corazón (v. 10) y con los labios (v. 13) se ocupa el hombre de los mandamientos: recitando, meditando, interiorizando la voluntad de Dios. Así la convierte en alegría y delicia. La escritura no es carga (Is 64,4) sino un verdadero tesoro (Prov 3,18).

Guimel (vv. l7-24)

El hombre peregrino o forastero en la tierra (v. 19) se alimenta de las promesas de Dios contenidas en la ley. Le pide al Señor que le abra los ojos del alma para poder contemplar y entusiasmarse con las maravillas encerradas en la Palabra de Dios (v. 18).

Asoma un grupo hostil: son arrogantes que murmuran contra el orante cubriéndolo de ultrajes y desprecios; pero él no invoca el castigo de los malvados. Se refugia en los preceptos del Señor que constituyen su delicia (v. 24).

Daleth (vv. 25-32)

La ley de Dios no es un código frío sino un camino llano que Dios traza al hombre (v. 27). Para caminar ágilmente por ese camino el hombre pide a Dios que le ensanche el corazón. 32). Contar a Dios nuestras andanzas es una bella forma de oración: tiene paciencia para escuchar y voluntad de responder.

He (vv. 33-40)

En estos versos se subraya que el sujeto de las acciones es el Señor; al orante sólo le corresponde el pedir. No es el orante el que inclina la mente hacia el bien, sino Dios el que la inclina.

No es el orante el que comprende, sino Dios el que le hace comprender. La observancia de la ley es el efecto de la acción divina. El corazón del hombre puede inclinarse al mal, pero Dios puede contrarrestar la mala inclinación inclinando al hombre a los preceptos (v. 36).

La Palabra de Dios es fuente de vida (v. 37). También lo es la justicia en cuanto norma justa propuesta por Dios y observada por el hombre.

Vaw (vv. 41-48)

En el v. 41 la palabra tiene fuerza salvífica. Más tarde san Pablo nos dirá que es “fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rom 1,16).

En el v. 42 aparece una actitud hostil al orante y que es vencida por la confianza en la palabra. De la estrechez y opresión de esta actitud hostil ante su persona el perseguido es llevado por la obediencia a la palabra– a los lugares anchos y dilatados de la libertad. Este entusiasta de la ley reclama el derecho de los profetas a interpelar a reyes.

Záyin (vv. 49-56)

La Palabra de Dios, además de ley, es promesa; como tal, es fuente de esperanza y consuelo para el hombre. Dios hace por la palabra su obra de consolación (Is 51,12).

El autor repite tres veces “acordarse”. Dios recuerda su palabra para cumplirla (v. 49); el hombre, para pronunciar el nombre de Dios (v. 55) y guardar sus decretos (v. 56). Desterrado en un país lejano, aún le queda al orante el recuerdo de sus leyes como una hermosa canción (v. 54).

Heth (vv. 57-64)

Los levitas tenían el privilegio, por encima de las demás tribus, de que Yavé fuera su porción de tierra y la base de su sustento (Num 18,20). Este privilegio pasa ahora a los piadosos observantes de la ley. Yavé se preocupa de su sustento; así ellos se pueden dedicar día y noche a la obediencia a la ley y a la alabanza.

Teth (vv. 65-72)

El orante reconoce el gran bien que ha recibido con las palabras del Señor, y lo agradece. Pero ahora pasa a la petición. Pide que sepa comprender esas palabras y gustarlas. Será el Espíritu Santo el encargado de profundizar la Palabra de Dios hasta llegar a “la verdad completa” (Jn 16,13) y, con el don de piedad, hacer sentir gusto por la palabra. Una cosa es saber los preceptos de la ley y otra saborearlos. El v. 69 habla de aquellos que se embadurnan con mentiras.

No han podido caer más bajo. Y en el v. 70 habla de aquellos que tienen un corazón “espeso como grasa”. Describe el espesor apelmazado de los que obran el mal. El orante, en cambio, estima los preceptos del Señor como lo más valioso: como miles de monedas de oro y plata.

Yod (vv. 73-80)

La Escritura aceptada tiene otro empuje cuando se vive con los que “temen al Señor” (v. 79), con los que han hecho similares planteamientos de fe. Son los pocos rasgos comunitarios que aparecen en el salmo.

El v. 73 alude a la creación. Dios como Hacedor queda comprometido con el hombre. Ha de enseñarle para que aprenda.

“Reconoce, pues, en tu corazón que el Señor tu Dios te corrige como un padre corrige a su hijo” (Dt 8,5).

Kaph (vv. 81-88)

El orante juega con el verbo consumir. Mientras él se consume de deseos y de anhelos por las promesas de Dios, los enemigos pretenden consumir al orante y acabar con él.

El “odre puesto al humo” (v. 83) sugiere que está ennegrecido, ahumado, es decir, consumido. Con todo, el orante sigue esperando.

Dios le dará vida (v. 88). Dios no puede consentir que se muera un observante de la ley. ¿Quién lo sustituirá? Solamente con la Escritura pueden superarse las lamentables situaciones por las que inevitablemente pasará el orante. Así se salvará de la fosa (Jer 18,20) y del exterminio (Jer 11,19).

Lamed (vv. 89-96)

La Palabra de Dios a la que se ha referido tantas veces el salmista, aparece ahora plantada en el cielo donde cobra su firmeza y seguridad. Toda la creación está al servicio de Dios, cumpliendo sus órdenes.

El salmista ha visto que todo lo acabado o perfecto en este mundo tiene su límite. Sólo el mandato de Dios no acaba nunca.

Mem. (vv. 97-104)

“El orante se siente satisfecho: con la compañía constante de la ley, es más hábil que sus enemigos (v. 98); a fuerza de meditar los decretos, sabe más que sus maestros (99); a fuerza de observar los preceptos, entiende más que los ancianos. El arte está en combinar meditación con observancia para obtener un saber teórico y práctico (v. 100). En otros términos: junto a la enseñanza de la ley, poco cuenta la de los maestros o ancianos, depositarios del saber tradicional. Dice Prov 13,2: “Trata con los doctos y te harás docto”. El salmo parece corregir: “trata con la ley y te harás más docto” (A. Schökel).

La clave está en amar la ley. Cuando se la ama de verdad es más dulce que la miel (v. 103).

Nun (vv. 105-112)

En la oscuridad el caminante se alumbra con una lámpara, y en el camino de la vida se alumbra con la Palabra de Dios (v. 105). La vida del hombre está siempre amenazada y el orante pone su confianza en la voluntad de Dios. Los hijos heredan de sus padres una tierra. La mejor herencia que podemos heredar es la Palabra de Dios (v. 111).

Samek (vv. 113-120)

El salmista aborrece toda veleidad (v. 113). La aceptación de la Escritura exige una adhesión firme, una entrega amorosa de toda la existencia a la torá. No es posible andar a dos muletas (1 Re 18,21).

La opción por la Escritura engendra seguridad y también estremecimiento ante la posibilidad de una vida en el olvido de la palabra.

El verso 120 significa horripilarse, ponerse los pelos de punta. Es el pánico que siente el salmista al no vivir en la palabra.

‘áyin (vv. 121-128)

La palabra “siervo” se repite en tres versículos: 122, 124, 125… El orante se aplica este título para poder suplicar el favor de Dios. Gente sin escrúpulos quiere aprovecharse del orante… el cual necesita que alguien salga fiador de él. En este caso es Dios quien da fianza en favor de su siervo (v. 122). El amo da instrucciones al siervo para saber a qué atenerse (v. 125). El orante sabe que hay caminos que parecen derechos y van a dar a la muerte ((Prov 16,25). Por eso le pide a Dios que le libre del camino de la mentira (v. 128).

Pe (vv. 129-136)

Las palabras de Dios contienen grandes riquezas. Pero hay que descubrirlas, de lo contrario esas riquezas permanecen ocultas. Abrir la boca para respirar más aire expresa el vehemente deseo que tiene el orante de la Palabra de Dios.

El orante derrama arroyos de lágrimas, no por sí, sino por aquellos que no son como él y no observan la ley. El celo de la ley le perturba el alma.

Sade (vv. 137-144)

“Dios es la fuente y el ejemplo de toda justicia humana (v. 137), por eso revela sus leyes justas (v. 138); su justicia es eterna (v. 142), y eterna es la justicia que revelan sus preceptos (v. 144). Aunque el hombre se siente pequeño (v. 141) y afligido (v. 143), la voluntad de Dios le consuela” (A. Schökel). La vida según la adhesión a la Escritura tiene la garantía de la justicia de Dios que anima y fundamenta la práctica de la justicia humana.

Qoph (vv. 145-152)

Si hay algo que le hace perder el sueño al salmista es el tema de la ley. Madruga para esperar las palabras del Señor (v. 147) y para meditar su promesa (v. 148).

Espera una respuesta del Señor porque lo invoca de verdad, “con todo el corazón” (v. 145). Le grita a Dios que le salve para cumplir sus decretos (v. 146). El salmista ha llegado a una situación tal que no puede respirar fuera de la ley. Los mandamientos le dan vida (v. 149).

El salmista juega con las palabras: cerca/lejos. Los perseguidores están cerca de mí y lejos de tu voluntad. Aunque el Señor está cerca del orante (v. 151).

Res (vv. 153-160)

El verbo más importante es el ver. Lo que el orante ve es la deslealtad de los que no observan la ley, lo cual le produce repugnancia (v. 158).

Lo que Dios ve es la aflicción del orante (v. 153) y su amor por la ley (v. 159). Como colofón de una vida en adhesión a la Escritura, el orante se atreve a pedirle a Dios una sola cosa: vida.

El Señor, al término de un camino recorrido con la Palabra de Dios, le va a conceder una vida en plenitud.

Sin (vv. 161-168)

El salmista parece que quiere recapitular todo el itinerario recorrido con la ley del Señor. Al final nos dirá que la ley de Dios es un orden y pone al hombre en una paz total (v. 165). De la misma raíz hebrea vienen los verbos aguardar y guardar.

El orante guarda los mandamientos del Señor en su corazón. Y aguarda con esperanza la salvación.

Tau (vv. 169-176)

Con la última letra se hace una especie de recapitulación para que todo el largo trabajo precedente llegue hasta Dios.

En el salmo ha habido clamor y súplica (v. 169-170), también alabanza (v. 171, 175), también deseos y ansias (v. 174). Todo lo quiere recoger el salmista en esta estrofa última para ofrecérselo al Señor. En el verso final el salmista se encomienda al buen pastor

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Vincenzo Paglia: “Este salmo exhorta a amar la palabra de Dios de manera concreta y eficaz: es decir, leyéndola, meditándola, convirtiéndola en oración. En ella encontramos la palabra del corazón: “Son mi delicia tus mandamientos que tanto amo. Levanto mis manos hacia ti recitando tus preceptos (v 47-48). Por eso en las enseñanzas de Jesús, la palabra de Dios es como una semilla que Dios ha puesto en el corazón de cada uno: cuando recibe una buena acogida, crece y da fruto (Mc. 4)”. 

Comentario Bíblico Internacional: “El salmo 119 es un verdadero y propio alfabeto de la adhesión a Dios, espejo del fiel, movimiento perpetuo de la alabanza, este canto se parece a una música oriental cuyas células sonoras se abren formando una espiral que, aun descomponiéndose en círculos paralelos, se abre hacia nuevos espacios. La repetición se convierte en asimilación y profundización”.

D. Bonhoeffer: “El salmo 119 es sin duda pesado por su longitud y monotonía, pero debemos ir palabra por palabra, frase por frase, muy lentamente, tranquilamente, pacientemente. Descubriremos entonces que las aparentes repeticiones son en realidad aspectos nuevos de una sola y misma realidad: el amor por la Palabra de Dios”

Ravasi: “Este larguísimo salmo es ante todo una palabra que primero ha resonado en la historia y en la creación rompiendo el silencio del misterio divino; es el cántico de la revelación, de la alianza, de la alegría de la fe, del diálogo amoroso”.

ACTUALIDAD

Siempre, pero más en nuestros días se da una “aporía” entre la libertad y la ley. Y es conveniente tener ideas claras. La esencia de la ley no es ir en contra de la libertad, sino está precisamente   para defender esa misma libertad.

Notemos que los Diez Mandamientos fueron dados por Dios al Pueblo de Israel al salir de Egipto, lugar de la esclavitud. Los mandamientos son caminos para no volver a ser esclavos. Las leyes, si están bien situadas, están puestas para defender a las personas, no para oprimirlas.

Notemos que Jesús resume todas las leyes en un solo mandamiento: “Amar a Dios y amar al hombre”. Todas las leyes, normas, preceptos que no sean expresión y vehículo del amor han de ser revisadas.

El Concilio Vaticano II nos dice: “La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, la cual posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan de forma depravada, como si fuese pura licencia para cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala” (G.S. 17).

Dos cosas deja claras el Concilio: La defensa de la libertad como don de Dios y los peligros que encierra dada la fragilidad humana. Según esto nos hacemos algunas preguntas concretas:

¿Se puede llamar libertad de expresión incitar a la violencia, al odio, al asesinato, herir la dignidad de las personas?

¿Se puede llamar libertad religiosa herir los sentimientos de las personas a través de imágenes blasfemas y soeces contra Dios, la Virgen o los santos?

El hacer daño a la Iglesia católica y no al Islán, ¿es de personas libres o de personas cobardes?

PREGUNTAS

1.- El salmista aparece obsesionado por la Palabra de Dios. ¿Qué lugar está ocupando la Palabra de Dios en mi vida cristiana?

2.- El salmista descubre, interioriza, profundiza, goza, se deleita en la Palabra de Dios. ¿A qué nivel está mi comunidad o grupo cristiano con relación a la Palabra de Dios?

3.- El salmista siente horror, pánico, a una vida organizada sin contar con la Palabra de Dios. ¿Siento celo por llevar la Palabra de Dios a tantas personas que la desconocen?

ORACIÓN

“En mi corazón escondo tus consignas”

Tus consignas, Señor, son tus decretos, tus mandatos, tus leyes, tu voluntad. Son para mí mi mejor herencia, el tesoro más preciado. ¿Qué voy a hacer con un tesoro tan grande? ¿Lo venderé? No, porque no hay en el mundo suficiente dinero para comprarlo. Lo guardaré en mi corazón para que no me lo roben. Allí amaré tus preceptos hasta convertirlos en sangre de mis venas y vida de mi vida.

“Qué dulce al paladar tu promesa: más que miel en la boca”

Señor, confieso que, a veces, las leyes, las normas, los mandatos, se me hacen pesados y me dan ganas de sacudírmelos de encima. Me parecen obstáculos a mi libertad y a la realización de mi persona.

Hoy, sin embargo, escucho al salmista que compara tu ley, tu promesa, con la dulzura de la miel. ¿Cómo puede ser esto? Ya entiendo. A veces, he intentado cumplir tus leyes desvinculadas de tu persona y se me han convertido en un peso insoportable.

Yo no estoy dispuesto a cumplir las leyes de los escribas y fariseos. Serían una carga demasiado pesada para mí. Yo, en cambio, aceptaré con gusto la ley del Señor. Por ser tuya, Señor, la acepto, la amo y me deleito en ella.

“Lámpara es tu palabra para mis pasos”

Mis pasos, Señor, son cortos, lentos, temblorosos, vacilantes. Mis pasos me obligan a pararme a cada instante. El camino es oscuro y hay muchas piedras que me hacen tropezar.

Por eso te pido la luz de tu palabra para que no tropiece en el camino y me haga descubrir el sentido de mi existencia. Haz que, en este camino, iluminado por tu palabra, yo me encuentre con la verdad, la belleza, la libertad, el amor, la vida, la alegría, la felicidad.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén