Opinión

Ángel Calvo Cortés

La mucha importancia de lo «poco importante»

9 de agosto de 2025

Van a hacer Doctor de la Iglesia al cardenal Newman. Al mirar mis apuntes sobre él, me ha sorprendido esta frase suya: “Soy un eslabón de una cadena, un vínculo de conexión entre personas”. La verdad es que no había pensado que eso fuese una tarea concreta que Dios me ha encargado y que forma parte de mi papel en la vida.

Estando con amigos, vienen a saludarme otras personas. Lógicamente los presento, pero sin pensar en la posible transcendencia de lo que hago. Besos, apretón de manos, sonrisas… lo normal.  ¿Son encuentros sin importancia o merece la pena darle calidad al momento? La verdad es que hablo con frecuencia de construir puentes y crear redes de buenas relaciones y, luego, olvido hacerlo cuando se me presenta la oportunidad. Pensaba que eran cosas intrascendentes, pero ahora veo que no es así. En estos pocos minutos, se pueden crear recuerdos duraderos o iniciar y fortalecer los lazos de simpatía. No debo romper el eslabón de la cadena de afectos, sino potenciarlo. Pero ¿cómo favorecer que se causen una mutua buena impresión?

Creo que debo subrayar ante los otros lo interesante y lo valioso de cada persona y los gustos comunes que pueden potenciar la conexión humana. En ambas partes está el deseo de ser apreciado. Dice Solzhenitsyn: Uno nunca debe dirigir a las personas hacia la felicidad, porque la felicidad es también un ídolo del mercado. Uno debe dirigirlos hacia el afecto mutuo.

Una vez presentados, ya no son desconocidos. Dejan de ser “gente” para tener un nombre. No es raro que después me digan: “Qué simpáticos son esos amigos tuyos que conocimos el otro día”.

Tal vez quede todo en un simple saludarse cuando se vean en la calle, pero hasta ese detalle humaniza nuestra ciudad, le quita ambiente de indiferencia y da calidez al clima de frialdad relacional.

Tú, que eres persona muy avispada, sabes que ocasiones para conexionar a las personas no faltan. En viajes, vacaciones, hospitales, residencias, eventos, tertulias, pandillas, bares… se pueden crear vínculos. Así se amplía el Reinado de Dios: amaos mutuamente. Es la parábola del grano de mostaza y de lo pequeño sale un casi árbol acogedor. Hay quienes están dispuestos a hacer cosas importantes por Dios, pero pocos de nosotros estamos dispuestos a hacer cosas pequeñas con atención y esfuerzo.

Es el otro el que siempre nos salva. Y, si hemos llegado a la edad que tenemos, es porque otros nos han ido salvando la vida incesantemente. No somos conscientes de cuánto necesitamos a los demás, por ejemplo a esos que, día a día, nos cuidan con su trabajo profesional en aspectos como la alimentación, la sanidad, la información, la diversión,  el transporte o la espiritualidad. Son como las manos de Dios.

Te deseo lo mejor. Cuenta tu edad por amigos, no por años. Sé culpable de procurar un  mundo menos frio. Eres un eslabón conectado y que conecta. Bécquer,  escribió esto: ¡Yo encadeno los corazones, mas son de flores los eslabones!

Un abrazo refrescante con sabor a naranja

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