Según el “Breviario de Munébrega” (Zaragoza), Diócesis de Tarazona, estos dos hermanos de la Legión Tebana, llegaron a la ciudad de Torrijo, dominada por los suevos, donde después de pasar algún tiempo en ayuno y oración, predicaron el Evangelio al pueblo. A este tiempo llegaron los perseguidores del emperador Maximiano, y el prefecto Daciano, después de oír su confesión de fe, les mandó asar en una parrilla de la que salieron ilesos y luego fueron decapitados, y llevaron sus cabezas en las manos hasta el lugar donde fueron sepultados.
Sufrieron el martirio la persecución de Diocleciano, también llamada «Gran Persecución», fue la última y quizá más sangrienta persecución a cristianos en el Imperio romano.
Entre los mártires de los que nos ha llegado noticia de esta persecución en España, podemos citar a san Marcelo, centurión de la legión VII Gémina, las santas Justa y Rufina, vendedoras de cerámica, los 18 mártires de Zaragoza, cantados por Aurelio Prudencio en su Peristéfanon, san Vicente de Zaragoza, diácono, santos Emeterio y Celedonio de Calahorra, san Félix de Gerona, san Cucufate de Barcelona, san Acisclo de Córdoba, los niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares, san Eulalia de Mérida o de Barcelona, etc.
Para saber más sobre las persecuciones en la Iglesia primitiva ver: https://www.primeroscristianos.com/primeros-martires-iglesia-hispania/
D. Ignacio Tomás Cánovas.
Delegado de Liturgia