«Humildad es andar en verdad»

Esta afirmación de Santa Teresa de Jesús en su libro LAS MORADAS (VI.10.7) nos sitúa ante la verdad de la humildad que es, justamente, “andar en la verdad… y quien esto no entiende anda en mentira”. Verdad y humildad se relacionan inseparablemente.

Texto de Teresa al que añadimos: “Un maestro espiritual anónimo escribió: ‘La humildad no es más que el conocimiento verdadero de ti mismo y de tus limitaciones. Aquellos que se ven como realmente son en verdad sólo pueden ser humildes’. La humildad consiste en ser uno mismo, en ser auténtico con la gente y en desechar las falsas máscaras”.[1]

Toda nuestra vida es un continuo aprendizaje. Aprendizaje en sentido positivo. También se puede aprender lo no bueno, el mal.

Uno de los valores o virtudes que podemos aprender en esta situación de pandemia es precisamente la humildad. Aprender este valor o virtud para que se quede en cada uno de nosotros y, desde ahí, en el funcionamiento de nuestras relaciones sociales y con la naturaleza. En esta situación que estamos viviendo, hemos redescubierto con claridad nuestra ignorancia, nuestra debilidad, nuestras limitaciones, nuestras posibilidades creativas, nuestro orgullo y nuestra prepotencia, nuestra solidaridad y nuestra fraternidad, nuestra común pertenencia… El conocimiento de nuestras posibilidades y de nuestras limitaciones nos conduce a la verdad. Una verdad que quiere hacernos humildes. La verdadera humildad nos conduce a aceptar que somos muy poco y sabemos poco. Por eso, la humildad es cosa de sabios que conocen sus limitaciones, su capacidad de hacer el bien o el mal en su vida. Sabios que se maravillan de la grandeza que les rodea y ponen a su servicio su capacidad de cuidarlo y respetarlo, porque saben que somos muy poco y sabemos poco. Sabios humildes “para ver los acontecimientos de la naturaleza con un corazón de niño agradecido que disfruta, aunque no entienda lo que intuye de vastedad a partir de lo poquito a lo que alcanza su ser… Miro al cielo sabiendo lo necesario que es sacar la humildad para sentir admiración ante una creación asombrosa que al mostrar nuestra pequeñez puede hacernos más grandes por dentro. Una sencilla invitación a ver nuestras limitaciones y saber reconocerlas con el objetivo no de empequeñecernos, sino de aprender para crecer como personas que no nos conformamos con vivir”.[2]

La humildad no consiste en ‘empequeñecerse’, en rebajarse, en no valorarse, en la sumisión ciega a toda autoridad, en no quejarse, no aparecer ni mostrarse, infravalorarse… esto es contrario a la humildad. Lo mismo que hacer ostentación de humildad, que suele ser disimulado orgullo, que busca el reconocimiento o el aplauso en determinados ambientes. Como he leído en alguna parte, la humildad nos hace serviciales -no serviles.

La humildad supone partir de la realidad ambivalente de nuestro ser humano. Aquí encuentra su sentido la afirmación de Santa Teresa de que la humildad es la verdad. Humildad es aceptar conscientemente todo lo positivo de uno mismo. Por eso la humildad no consiste en negar sino en valorar y valorarse.

“La persona humilde es consciente de sus limitaciones y debilidades, y por ello aprende a ser paciente y tolerante ante las dificultades, frustraciones e incluso ataques que pueda recibir. Y, desde esta humildad que nos conecta con la tierra (con nuestro ‘humus’), brota una alegría que no depende de lo bien que te pueda ir en la vida, sino de una buena conciencia y de una conexión profunda con tu centro interior”. (Miguel Ángel Millán)-

 Y con la misma fuerza, consiste en respetar la naturaleza humana, la creación, y mejorarla para el servicio de todos sin arruinarla para el presente y el futuro. El ser humano se cree un dios en pequeño y piensa que puede hacer todo de lo que es capaz, aunque sea abusando de la naturaleza o transformándola creyéndose su dueño absoluto. Perfeccionar la naturaleza y hacer que sirva mejor a la humanidad es una obligación y una inmensa posibilidad que no podemos ponerla simplemente para dominarla o para producir capital o comodidades para algunos y destrucción para la mayoría de la humanidad y para la naturaleza. Cuando el ser humsno ha hecho esto. ha engendrado monstruos que matan el curso normal de la vida y crean pobres, a los que se les echan los desperdicios de esta falta de humildad.

Nuestra limitación y la conciencia de que todo lo hemos recibido gratuitamente, maravillarnos ante la grandeza y misterio que nos rodea, es condición indispensable para poder llegar a la humildad. El ser humano, por muy grande que sea su poder, por muchos triunfos positivos que haya conseguido, por muchos logros brillantes a los que haya llegado, sigue siendo -seguimos siendo- de carne y hueso, limitado, capaz de equivocarse. Nuestra situación actual lo demuestra. La humildad, que es la verdad, y la verdad, que es la humildad, nos debe conducir a aceptar nuestras limitaciones y respetar la naturaleza. Para no destruirnos a nosotros mismos y para que la naturaleza no nos lleve a donde no queremos ir.

Esta es nuestra grandeza y nuestra responsabilidad. Para que del mal y de nuestra debilidad vayamos caminando hacia la humildad del respeto, de la austera sencillez y de la solidaridad. Para ser nosotros mismos: seres humanos.

“Cuando seamos puramente nosotros mismos,

ocupando nuestro lugar en lo real,

más allá del hacer y del parecer,

de los placeres y de los sufrimientos,

de los deseos y de los proyectos,

de las preocupaciones y de las angustias,

compartiremos la alegría de ser

con el conjunto de los vivientes”.

(Marcel Legaut)[3]


[1] James C. Hunter, LA PARADOJA, Barcelona 2001, pág. 111.

[2] HUMILDAD. Gabriel María Otalora. Religión Digital – 3.10.20

[3] Citado por JAIRO DEL AGUA. ¿Pero qué es la humildad? (2ª Parte). Religión Digital 18.06.12