Con motivo de la celebración del día del Seminario el 20 de marzo, hablamos con Galo Pedro Oria, sacerdote aragoneses, sobre su vocación al sacerdocio y su testimonio de fe. Galo P. Oria se ordenó como sacerdote el 25 de octubre de 2020. Actualmente está en la unidad pastoral de Daroca atendiendo a los pueblo de La Laguna de Gallocanta: Used, Torralba de los Frailes…
En Aragón, los centros de referencia para la formación de seminaristas son: el Seminario de Huesca, el Metropolitano de Zaragoza, el Seminario Menor de Aragón y el CRETA.
¿Cómo nació su vocación al sacerdocio?
La primera chispa prendió en la familia, de mis padres, donde aprendí a rezar, conocí las primeras historias de santos y fui introducido en la vida de mi parroquia, familia de familias.
¿Cómo describiría su vocación sacerdotal?
Como una elección del don que Dios ha querido regalarme. Para ser sacerdote no es suficiente que a uno le guste, tiene que haber una llamada de fuera que se revela al mismo tiempo en lo más profundo del alma. Así, la vocación, viniendo de Dios, no me ha resultado algo ajeno o extraño, sino como el Deseo que siempre he llevado en el corazón, a veces escondido , otras muchas totalmente manifiesto. Lo he vivido como un reconocimiento de la propia identidad, como llegar al puerto en el que se encuentra alegría y paz, dejando atrás la tormenta.
En el tiempo que lleva como sacerdote, ¿cuáles han sido los desafíos y los retos que se le han presentado?
Las divisiones y enfrentamientos, que son mayormente fruto de viejas rencillas o de prejuicios. Llegar a una parroquia y ver a algunas personas enfrentadas, a veces de la misma familia, causa un dolor grande, seguro que lo causa en el corazón de Cristo. Ante estas situaciones y la tentación de imponerse por la fuerza, veo que el Señor me llama a ser un hombre de unidad y de paz, a ejercer el ministerio de la reconciliación entre aquellos que se esconden del perdón.
¿Piensa qué la Iglesia está lejos de los jóvenes? ¿Se debería evangelizar de otra forma?
Pienso que hay que tomar otra perspectiva. El mundo tiene otra mentalidad, siempre ha estado lejos, jóvenes o mayores, del amor humilde de Cristo, del evangelio. Me parece que la clave está en la fidelidad al don recibido, en vivir con radicalidad el evangelio, sin medias tintas. Cristo se ha entregado totalmente y la manera de responder a su amor implica la totalidad de lo que tengo y lo que soy. Estoy convencido de que esto es lo que verdaderamente atrae, porque es bello. A mi me ha atraído.
¿Cuál considera que es la tarea más difícil para un sacerdote?
La dirección espiritual, aunque no es una tarea exclusiva del sacerdote. El acompañamiento requiere una gran formación y, sobre todo, una vida espiritual fuerte. Cuando falta uno de estos, existe la posibilidad de confundir e incluso hacer daño. Pero de la mano del Espíritu se reciben dones inmensos a través de este medio.
En el tiempo que lleva como sacerdote, ¿qué experiencias le han dejado más impactado?
La confesión. He visto auténticos milagros y a la vez he sido testigo de la paciencia de Dios.
¿Qué le diría a un chico que está pensando en entrar en el Seminario?
Que no tenga miedo a presentarle a Dios el cheque en blanco y decirle que escriba lo que quiera. Estoy seguro, sea lo que sea, de que es la mejor manera de disfrutar esta vida, y por supuesto, ganar la otra.