La diócesis de Huesca celebró el miércoles 8 de octubre en la catedral el Envío de los agentes de pastoral, una celebración en la que las personas comprometidas con la tarea evangelizadora (catequistas, profesores, personas voluntarias…) reciben el encargo de retomar este curso la actividad pastoral. Lo hacen con toda la fuerza del Evangelio, con una respuesta generosa y alegre, con responsabilidad y fidelidad, firmes en la fe y apoyados en la comunidad diocesana y la Iglesia diocesana que les envía.
El obispo de Huesca, el padre Pedro Aguado Cuesta, presidió la celebración del Envío con una homilía centrada en el sentido profundo de la misión cristiana. Recordó que el envío no procede simplemente del párroco, del obispo o de una institución, sino que “quien nos envía es Jesucristo”, y animó a los participantes a mantener viva la conciencia de ser enviados “a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a los pobres, a todos aquellos que necesitan escuchar una palabra de vida y de salvación”.
Nuestro obispo se apoyó en las lecturas del día para subrayar que toda misión comporta dificultades y exige fidelidad. La primera, de la profecía de Jonás, sirvió para ilustrar la resistencia humana ante los planes de Dios. “Jonás recibió un envío, pero huyó en dirección contraria -recordó-. Sin embargo, Dios volvió a llamarle y, cuando finalmente obedeció, la ciudad de Nínive se convirtió. El Señor nos envía, y si nos envía, tenemos que ir donde nos manda sabiendo que lo que nos pide, por definición, no es fácil. Porque si es fácil, no es de Dios”.
El padre Pedro destacó también la importancia de entender el corazón de Dios, que “no es como el nuestro, afortunadamente”. Ser catequista, educador o apóstol -añadió- implica un trabajo espiritual constante para “comprender ese corazón” y reflejarlo en el trato con los demás. “Todos tenemos que hacer ese trabajo de entender a Dios, de vivir cerca de Él, de identificarnos con los valores que nos ha transmitido en Jesús”, afirmó.
En la segunda lectura (Lucas 11, 1-4), referida al momento en que los discípulos piden a Jesús que les enseñe a orar, el obispo situó el núcleo de la fuerza misionera cristiana. “Jesús se dirige a Jerusalén sabiendo las dificultades que le esperan, pero sus discípulos le ven alegre y se preguntan de dónde saca esa fuerza. Descubren su secreto: la oración. Y el Señor nos regala el Padre Nuestro. Solo la oración nos sostiene y nos transforma por dentro”, explicó.
Desde esa inspiración bíblica, el prelado propuso tres actitudes fundamentales para quienes participan en la misión pastoral. En primer lugar, la conciencia del envío, “porque el que nos envía es Jesucristo y cuidar esa conciencia es algo maravilloso”. En segundo término, la pasión por la misión, imprescindible para no desfallecer cuando los resultados no son visibles. “A veces los frutos no son los que esperamos, pero si tienes pasión por lo que haces, si sientes que es tu vocación, sigues adelante confiando en quien te envía. No lo hacemos por los aplausos, sino por amor”, dijo.
Por último, el obispo definió al agente de pastoral como un puente entre Dios y las personas: “Un puente tiene que estar fuerte en las dos orillas: cerca de Dios y cerca de la gente, de los niños, de los jóvenes, de los enfermos. Hay que cuidar la vocación para que ese puente no se desquebraje”. Concluyó su homilía invitando a todos los presentes a vivir su servicio con alegría y gratitud. “Que Dios nos conceda el precioso don de sentirnos enviados y de disfrutar de nuestra misión -afirmó-, porque verdaderamente Dios la bendice”.