SALMO 85
Descarga aquí el pdf completo2 Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
3 has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.
5 Restáuranos, Dios salvador nuestro,
cesa en tu rencor contra nosotros.
6 ¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
8 Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación
9 Voy a escuchar lo que dice el Señor:
“Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón”.
10 La salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra;
11 la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
12 la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.
13 El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
14 La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
INTRODUCCIÓN
El salmo 85 comienza dando gracias a Dios por lo bien que ha tratado a su pueblo. Tal vez refleja la situación espiritual de los que han pasado la prueba del destierro de Babilonia. La suerte de Israel ha cambiado. Y toda la liberación ha ocurrido por pura gracia, por puro amor. Con todo, todavía no se ha dado una restauración nacional.
El camino es todavía largo y penoso. Es verdad que Dios está a favor del pueblo pero éste debe responder con fidelidad.
El verbo clave es volver. Dios apartará para siempre su ira si el pueblo se aparta del pecado. Dios volverá a su pueblo pero el pueblo debe volver a su Dios.
En la última parte aparece un Dios soñador. Sueña con su pueblo y se complace contemplando lo maravilloso que sería todo si el pueblo quisiera … Pero Dios nunca derribará la puerta de la libertad de Israel.
REFLEXSIÓN-EXPLICACIÓN AL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO
Amar la madre-tierra (v.2).
Mía es la tierra. Es una frase que se repite muchas veces en la Biblia. La tierra se la ha dado Dios a Israel en usufructo. «Es la viña plantada por Dios con un inmenso amor» (ls 5). La tierra es sinónimo de Israel. Por eso tierra y pueblo, espacio
y tiempo se funden en una unidad: el amor. El amor a la tierra, “la casa común”, debe hacerse presente en el corazón de cada persona. En otros países, (conozco Bolivia) la “pachamama” es decir, la madre tierra es honrada y venerada con respeto.
La maravilla del perdón (v.3).
Se hace mención al desastre nacional del exilio de Babilonia. El desierto ha tenido un valor expiatorio. Ha sepultado la culpa colectiva del pueblo. Hay que tener en cuenta el concepto de perdón de la Iglesia católica, fiel a la Biblia.
Los pecados Dios se los echa a la espalda para no verlos. Los sepulta. Los arroja a lo profundo del mar. Dios no se vuelve a acordar más de ellos. ,
El perdón de los pecados es algo que Dios se ha tomado por su cuenta. No ha contado con nadie. Él solo lo hace «Soy yo, y sólo yo quien por mi cuenta borro tus culpas, y dejo de recordar tus pecados» (Is 43,25).
En Dios la justicia está atemperada por el amor (v.4).
La cólera y la ira de Dios es la reacción de Dios al pecado. Si se dejara llevar por ellas sería como un incendio que devastaría todo: al hombre y al pueblo.
Pero esta cólera de Dios pasa pronto, dura un instante, no da tiempo a incendiarse porque está frenada por su infinito y gran amor: «Por un breve instante te abandoné, pero ahora te acojo con inmenso cariño. En un arrebato de ira te
oculté mi rostro por un momento, pero mi amor a ti es eterno (Is 54,7-8).
Somos unos cacharros que necesitamos ser restaurados (v. 5).
Nos choca este texto. Hace poco, en el v. 2 ha dicho «has restaurado». ¿Por qué ahora dice: «restáuranos»? ¿Acaso Dios se ha arrepentido de su obra? El P. Alonso Schókel nos da la respuesta: “No faltan en el salterio casos en que una salvación pretérita se usa como argumento para mover a Dios o como base de confianza en el orante. Habría que traducir así: Tú, que un día nos restauraste, restáura-
nos ahora; tú, que un día apartaste la cólera, ¿hasta cuándo seguirás airado?»
El pueblo sabe que, sin Dios, no hay vida ni fiesta (v.6-7).
El pueblo se encuentra, de nuevo, en desgracia. Ha sido arrastrado por la fuerza del mal. El mal, heredado de nuestro primer padre Adán, tiene el poder de un huracán que se lleva todo por delante: la cordura, la sensatez, la paz del corazón, todos los bienes que lleva consigo una vida según Dios. Ese huracán no sólo arrastra tras de sí los dones de Dios sino al mismo Dios de los dones. Las consecuencias del pecado son el tedio, la tristeza, el vacío interior, la muerte.
Es Dios quien, de nuevo, nos tiene que dar la vida para poder alegrarnos. “Esta es la condición del alma: su ser es infinito y su deseo también infinito y no se llena nunca si no se une con el Infinito” (Santa Catalina de Siena).
El salmista sólo pide a Dios un rostro misericordioso (v.8).
“Muéstranos”. Es una epifanía o gran manifestación de Dios lo que necesita el hombre. Necesita, como Moisés, una inmensa hoguera de amor (Ex 3). No bastan las pequeñas lamparitas de barro que alumbran en nuestra vida espiritual. Hace falta que Dios se nos manifieste como una llamarada de amor y nos purifique de nuestros instintos y tendencias. El salmista pide a Dios que se lo manifieste como “misericordia”. Quiere un Dios cercano, amigo, comprensivo. Que sepa poner su gran corazón sobre tanta miseria humana.
El salmista necesita escuchar de Dios un anuncio de paz (v.9).
“Voy a escuchar”… ¿A quién voy a escuchar? ¿A los hombres? El hombre siempre cansa, aburre. Sólo hace repetir lo de siempre. El salmista no quiere escuchar a los hombres. El salmista quiere escuchar a Dios. Él nunca se repite. Siempre tiene algo nuevo que decirnos. Y si repite, siempre sabe a nuevo lo que nos dice. ¿Qué nos habla Dios? ¿Qué nuevas tiene para nosotros? Algo fantástico, maravilloso.
Dios nos anuncia la paz. La paz no es sólo ausencia de guerra, no es sólo tranquilidad, bienestar. La paz, shalóm, es el conjunto de bienes mesiánicos: amor, unidad, alegría, felicidad. Todos esos bienes nos quiere dar el Señor. Pero necesita un corazón libre, un corazón limpio, para poder derramarla. “Los malvados son como mar agitada, que no puede calmarse, aguas que se mezclan con agua y con lodo. No hay paz para los malvados dice mi Dios” (Is 57,20- 21).
Dios está más cerca de lo que nosotros pensamos v. 10.
Escuchamos la bella explicación que nos hace Karl Barth a este versículo del salmo: “Está cerca, es decir, no es como una teoría religiosa… No, la ayuda de Dios es la praxis divina -que eso implica la palabra cerca- nos toca nuestro cuerpo y entra en nuestra vida. La ayuda de Dios está cerca, es decir, no es música del futuro para días mejores en los que todo vuelva a ser distinto… sino que la ayuda de Dios es un visitante excelso y extranjero pero glorioso, que está llamando ya ahora y hoy a nuestra puerta y desea entrar adonde estamos nosotros. Entendámoslo bien: la ayuda de Dios no es un consuelo que nos haga pensar en la eternidad, sino que es como una tormenta que llega desde la eternidad e irrumpe en nuestro tiempo.
Están cayendo ya las primeras gotas de esa tormenta, que traen bendición y solaz. La ayuda de Dios está cerca porque es una ayuda. La obra de Dios no se detuvo hace dos mil años. La obra de Dios no ha enmudecido sino que en Jesucristo precisamente es donde habla
más alto”.
¡Qué belleza contemplar esa divina danza, por parejas, de la misericordia y la fidelidad; la justicia y la paz! (v.11)
El libro del Éxodo nos trae una de las definiciones más bellas de Dios: “El Señor, un Dios clemente y compasivo; lleno de amor y fiel” (Ex 34,6). A esta definición alude este versículo del salmo. Un Dios, por una parte, lleno de amor entrañable, nacido de las entrañas. Por otra parte es un amor estable, fiel; que permanece siempre aunque el hombre falle. Por eso nos podemos fiar plenamente de él. Por otra parte están la justicia y la paz. No son como dos vecinas que se ven y se saludan, sino como dos hermanas que se abrazan y se besan. La justicia y la paz son como dos vasos comunicantes. En la medida en que crece la paz debe crecer, al mismo nivel, la justicia. Un crecimiento de la paz sin justicia causaría un desajuste, un desequilibrio, dejaría ya de ser paz. Es un proyecto de armonía que había estado presente en la creación (Gn 2) y que había sido recordado por los profetas (ls 11).
«La fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde
el cielo» (v.12)
Una línea vertical entre el cielo y la tierra es unificada en un centro de perfección y esplendor. Se dará el reino de la verdad, la justicia, el amor y la paz.
«El hombre juzgará en el cielo y la tierra y el sol con las criaturas todas. Todas las criaturas probarán un placer, un amor, un gozo lírico y reinarán contigo y, a tu vuelta, reinarás con ellos» (Lutero).
Somos tierra árida y seca. Necesitamos la lluvia que viene de lo alto. (v.13).
La lluvia, en tierra seca, siempre es fuente de vida. Baja del cielo como una bendición de Dios. Y una vez fecundada la tierra ésta lanza al cielo el germen de la vegetación. Se cierra así el ciclo de la gracia como estaba anunciado por el profeta: «Como la lluvia y la nieve caen del cielo y sólo vuelven allí después de haber empapado la tierra, de haberla fecundado y hecho germinar» (Is 55,10).
«La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos» (v.14)
Son muy plásticas las imágenes que aparecen en este versículo último. Como un héroe la justicia camina delante de Yavé, cuando éste se manifiesta en su teofanía al final de los tiempos. Tras las huellas de Dios que camina majestuosamente, surge de manera milagrosa la salvación. Una vez que el cosmos ha sido pacificado se apresura a recibir la teofanía propia de Dios.
“En este oráculo se anuncia el fin del drama que perturba el Universo. Reconciliados los cielos y la tierra, se darán el abrazo de la paz. Como el sol penetra la tierra para que en ella germine la vida, la fidelidad divina hará que nazca la fidelidad humana. La justicia y l paz se besarán…. Respetando el orden divino, tan solo puede generar tranquilidad. La paz de la tierra es un fruto del cielo sembrado por Dios. La salvación germina tras el paso de Dios” (R.Lack).
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
José Bortolini: “Jesús es el amor y la fidelidad de Dios a toda la humanidad. (Jn. 1,17). El verdadero Camino hacia la Vida. (Jn. 14,6). Ya el anciano Simeón. al tomar al Niño Jesús en sus brazos afirma estar viendo la gloria divina que habita en medio del pueblo. (Lc. 2,32). Jesús perdonó los pecados y, en lugar de airado, se mostró misericordioso, manso, humilde de corazón con los sencillos y los pobres, restaurando la vida de cuantos estaban oprimidos”.
Heschel: «Estamos perdiendo el poder de admiración, el poder de cantar».
Santa Teresa: «Líbranos, Señor, de tanta devoción de santos con rostro triste».
San Agustín: «Nadie se halla distante de Dios por el espacio sino por el corazón. ¿Amas a Dios? Estás cerca. ¿Le odias? Estás lejos. Estando en un mismo lugar, te hallas cerca y lejos»
San Juan de la Cruz:
“Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura.
Y, yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura”
ACTUALIZACIÓN
Entre la nostalgia y la incertidumbre. Este salmo está escrito después de la más dura experiencia del pueblo judío: el desierto de Babilonia. Jerusalén ha sido ocupada y el templo de Salomón ha quedado destruido. La élite ha sido deportada a Babilonia. Después de la vuelta del destierro la situación del pueblo es de gran pobreza. Las cosas ya no pueden seguir como antes. Y entonces viene la “nostalgia” del pueblo por un pasado glorioso de esplendor en tiempos de David y Salomón. Y por otra parte la zozobra e incertidumbre de cara a su futuro.
Y me parece que estas circunstancias las estamos viviendo hoy en España. Todos añoramos volver a la situación que teníamos antes del COVID-19. Y vemos nuestro futuro inmediato con mucha inquietud.
Lo que entonces salvó al pueblo fue su fe. Estaban convencidos que Dios les ayudaría a restaurar el pueblo. Tal vez, en estos momentos, deberíamos tener presentes unas palabras de Papini.
El poeta y novelista italiano, Papini, se convirtió al catolicismo después de haber sido escéptico en tema religioso. Escribió una historia de Cristi y termina con una preciosa oración. De ella entresaco esta frase:
“Tenemos necesidad de Ti, de Ti solo y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas, puedes sentir hacia todos nosotros, los que padecemos, la compasión que cada uno de nosotros siente de sí mismo. Tú solo puedes medir cuán grande, inconmensurablemente grande, es la necesidad que hay de Ti en este mundo, en esta hora del mundo”.
PREGUNTAS
1.- ¿Sé juntar en mi vida práctica la paz con la justicia? ¿Se da en mí el contrasentido de hablar mucho de paz y obrar de una manera injusta?
2.- ¿Sé da en mi grupo, en mi comunidad, un talante pacífico y perdonador? ¿Estoy convencido(a) de que no puedo dar paz a mi comunidad si antes yo no estoy pacificado por dentro?
3.- ¿Me dejo empapar por la Palabra de Dios para hacer más fecunda mi vida en relación con los demás? Mi vida de fe, ¿está produciendo frutos de amor y de justicia?
ORACIÓN.
«Señor, has sido bueno con tu tierra»
Tu tierra, Señor, es el mundo tan fantástico creado por ti: un mundo de flores, de frutos, de animales de toda especie. Un mundo lleno de luces y colores.
Has sido bueno con esta tierra. Has derrochado sobre ella luz, hermosura, solicitud y, sobre todo, fantasía. Pero todavía has sido mejor con la tierra de nuestro propio corazón: lo has rodeado de amor y fidelidad, es decir, de amor entrañable y estable. A pesar de nuestros fallos e infidelidades, tú nunca te cansas de amarnos.
Por eso nos rehaces, nos rehabilitas, nos restauras con tu perdón. ¡Gracias, Señor, por haber sido tan bueno con nosotros!
¿No vas a devolvernos la vida para que tu pueblo se alegre contigo?
Todo lo que hay en el mundo, sin ti, es oscuridad y tiniebla; es miedo y angustia; es la muerte. Por eso necesitamos que alargues tu mano poderosa y, como a la hija de Jairo, nos devuelvas la vida. La vida auténtica, la vida verdadera, la vida en plenitud. Nosotros necesitamos de ti para tener calidad de vida.
Sólo así podremos alegramos contigo. A ti te gusta la alegría, la música y la fiesta. Tú pusiste al primer hombre en un paraíso de delicias. Ése era tu proyecto original. Tú paseabas con el primer hombre, gozabas con él y él disfrutaba contigo. ¡Qué hermoso debe ser eso de gozar contigo, danzar junto a ti y deleitarse en tu presencia!
«Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz»
Señor, en el mundo hay muchas palabras, mucho ruido y poco silencio. Por eso es tan difícil escucharte. Tú hablas en el silencio del corazón. Tus palabras son dulces, penetrantes, cautivadoras.
Yo quiero escucharte, necesito escucharte. ¿Qué me vas a decir? Tan sólo una palabra que abarca todas las bondades de la vida: paz. No la paz del mundo, sino tu paz, es decir, tu amor, tu calma, tu sosiego, tu deliciosa presencia que me lanza a ser bueno con los demás.
Oración mientras dura la pandemia.
Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «corona-virus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS. Amén.