Recientemente reflexionaba sobre la paz y sobre la ideologización como fuente del odio y el enfrentamiento. Casualmente, pocos días después, tras la muerte violenta de un afroamericano en EEUU a manos de la policía, se extendieron como la pólvora manifestaciones pacíficas en contra del racismo que generaron, sin embargo, más violencia y enfrentamientos, no sólo en ese país, si no también en otras partes del mundo.
Pero esta vez quiero detenerme en una anécdota que se ha hecho viral y que supone un hito de esperanza y de refrendo a la concepción antropológica humanista y, por supuesto, cristiana del ser humano.
Me refiero al gesto que tuvo lugar en Londres, en una de las múltiples reyertas que han tenido lugar durante estas semanas, entre antirracistas y militantes de extrema derecha. Este gesto fue capturado por el fotoperiodista Dylan Martínez, de la agencia Reuters, a través de una fotografía en la que se ve a un activista negro, llevando sobre sus hombros a un hombre blanco visiblemente herido para ponerlo a salvo de la turba https://www.elperiodico.com/es/internacional/20200616/patrick-hutchinson-heroe-antirracista-londres-impedimos-que-lo-mataran-8001217. Evidentemente el hombre blanco, por su corte de pelo y su vestimenta, pertenecía a los grupos violentos de extrema derecha. Una imagen que rápidamente se extendió por las redes sociales, llena de profunda humanidad y compasión.
El protagonista se llama Patrick Hutchinson y en unas declaraciones posteriores dijo de manera concisa y clara: “simplemente hice lo correcto; impedimos que lo mataran”. Pero no sólo fue obra suya, varios jóvenes más protegieron su salida hacia un lugar más seguro.
Una imagen rotunda, llena de belleza contenida y de fraternidad que emerge del caos, de la violencia y del enfrentamiento cincelado por la ceguera ideológica que impide reconocerse entre hermanos.
“Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen” (Mt. 5, 43-48) ¡qué novedad, todavía tan actual, contiene este Evangelio que leíamos hace dos semanas!, en torno al día que acontecía tan bello acto de humanidad. Una persona es siempre antes hermano que enemigo. Construir un mundo nuevo, comienza por comprender esto. ¡Qué fácil es amar a quien te cae bien, a tu familia, a quien te da la mano, “a los que no necesitan médico”!
Me puedo imaginar, cuando el joven blanco haya despertado de sus heridas, toda su ideología habrá caído por los suelos, habrá entrado en crisis. Ese acto de humanidad le ha puesto frente a su hermano negro, ya no es una idea, es alguien de carne y hueso, igual que él, con sentimientos y con una dignidad insospechada para él hasta ese momento. La violencia, el racismo, los genocidios, son fruto de la deshumanización ideológica del otro. El otro es despojado de sus rasgos humos, de su dignidad, se convierte en un concepto, en una idea y se le atribuyen rasgos ajenos al ser humano que justifican su destrucción. De los gestos de mono en los estadios de futbol a la violencia contra los hermanos negros, dista un pequeño paso.
Sólo recuperando el contacto humano, a través de la mirada, un abrazo, la sonrisa o sentimientos como la compasión o la solidaridad, seremos capaces de devolver la dignidad a quienes les ha sido robada y humanizar de nuevo a aquellos que consideramos nuestros enemigos, incluso también en el plano político y social, donde la violencia por ahora sólo alcanza la dialéctica, pero que, como hemos podido comprobar, corre el peligro de saltar a las calles.