SALMO 41
2 Dichoso el que cuida del pobre y desvalido,
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
3 El Señor lo guarda y lo conserva en vida
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
4 El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
5 Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti».
6 Mis enemigos me desean lo peor:
«A ver si se muere y se acaba su apellido».
7 El que viene a verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y cuando sale afuera, la dice.
8 Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
9 «Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse».
10 Incluso mi amigo de quien yo me fiaba,
y que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.
11 Pero tú, Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.
12 En esto conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
13 A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
- Bendito el Señor, Dios de Israel,
Ahora y por siempre. Amén. Amén.
Ambientación.
Es el último salmo del primer libro del salterio. (Esta es la división: 1-41, 42-72; 73-89; 90-106; 107-150) El autor tiene preferencia por el número cinco, tratando de imitar al Pentateuco, el libro por excelencia para los judíos. El vocabulario y la redacción final apuntan a situarlo dentro de la escuela sapiencial de la época post-exílica. Algún autor ha querido ver en este salmo, con sus diversas partes, una liturgia. La bienaventuranza y la instrucción son dirigidas por el sacerdote al hombre que pide la curación. A continuación viene la oración del enfermo. La certeza de haber hallado complacencia ante Yavé es comunicada al orante por medio del oráculo sacerdotal. El sacerdote anuncia, en nombre de Dios, que éste le ha curado. (Comentario Bíblico Internacional). A lo largo del salterio Yavé, el Dios de Israel, es el gran presente, aunque sólo se le vea entre bastidores. Seis veces se escucha el nombre de Yavé y una de Elohím. Total siete veces: En este salmo Dios se hace presente con una presencia envolvente, arrolladora.
Meditación-reflexión
Vale la pena ayudar a los pobres. La recompensa te la da Dios.(v.4).
Como el salmo 1, también este último comienza con una proclamación de dicha. (v.4) El salmista transmite una experiencia que él tuvo con motivo de una gran crisis. Lo cuenta con la mejor intención de ofrecernos una luz cuando nos veamos en una situación semejante. Y nos dice con toda sencillez cómo salió de aquel apuro. Él era un hombre caritativo y le encantaba el poder ayudar a los pobres: los socorría, los cuidaba. En atención a ese servicio desinteresado Dios mismo acudió a él cuando cayó enfermo.
Dios no vino al enfermo con medicinas u otros remedios; sino con su persona: se acercó a él, le tomó de la mano, le dijo palabras dulces, cariñosas… hasta convencerle de que la enfermedad no le había apartado de Dios, como se creía en aquella época. ¿Cómo puede alejarse Dios del que está cerca del pobre? El salmista se siente dichoso, feliz. Nunca hubiera sospechado que, el atender a los pobres, le iba a reportar tan gran beneficio.
La hipocresía humana es deleznable. (v.7)
Hay que buscar el juego de los verbos venir y salir. Los que entran a ver a un enfermo, aparentemente parece que vienen con la mejor intención de ver al enfermo, visitarle, ayudarle… pero sólo se limitan a fingir: tienes buen color, estás mucho mejor, pronto te vas a curar… Y, apenas salen, les falta tiempo para publicar lo grave que está: de ésta no sale, se está acabando, sólo lo salvaría un milagro…
Esto que pasa con la enfermedad hay que llevarlo también a la vida ordinaria. A veces, delante de nosotros nos admiran, nos elogian, se deshacen en alabanzas… Apenas nos han perdido de vista, esas mismas personas nos critican, nos calumnian, y hasta nos despellejan.
La terrible escalada del mal.
En grado ascendente, los adversarios hacen cálculos siniestros (v. 8). Y son crueles: parece que se regodean, con morbo, de su situación: ¡De esta noche no pasa!… ¡Ya no verá más el sol!… Lejos de tener un gesto de compasión, se gozan por dentro de que se acabe cuanto antes. Los enemigos me desean lo peor: “a ver si se muere y se acaba su apellido» (v.6).
Para aquel tiempo, la mayor desgracia era dejar a uno sin apellido, sin descendencia. Recordemos las palabras de Raquel a su esposo Jacob: «Si no me das hijos me muero» (Gn 30,1). El no tener descendencia, era considerado como un castigo, una muerte prematura.
El hecho de que los “enemigos” no triunfen sobre él es para el salmista el signo más claro de que Dios le ama (v. 12). Los enemigos esperan que Dios intervenga con un castigo. Dios no sólo no le castiga sino que le ofrece su amor. Los enemigos quedan desconcertados y el salmista reconfortado. Así es Dios.
“Incluso mi amigo, el que compartía mi pan, también me ha traicionado” (v.10).
La maldad alcanza su clímax con la postura del amigo, aquel que debería estar más cerca. El amigo, al pie de letra se podría traducir: el hombre de mi paz, aquel que, en otro tiempo, me ha animado, me ha ayudado. Ese que tantas veces ha comido en mi casa, se ha servido en mi mesa, me ha dicho palabras dulces, tiernas; el que ha puesto bálsamo para curar mis heridas…, ése ahora me traiciona.
Esta escena va a cumplirse con Judas en la última Cena. Jesús le ha lavado los pies como a los demás apóstoles. Le ha distinguido dándole «el pan mojado en su salsa» y, sin embargo, le va a traicionar: «El que come conmigo se ha vuelto contra mí» (Jn 13,18).
Y tal vez el salmo 55 sea todavía más explícito y significativo: «Si mi enemigo me injuriase lo aguantaría; si mi adversario se alzase contra mí, me escondería de él, pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad» (Sal 55,14-15).
En oriente, el comer juntos es entrar en comunión por medio del alimento, contraer una especie de parentesco, de alianza sagrada. El violar esta amistad suponía una especie de sacrilegio.
«Pero tú, Señor” (v.11)
¡Pero tú!… es enfático. Es como decir: estando contigo ni me importa la oposición de los enemigos, ni el disimulo de los adversarios, ni la traición de los amigos. Tú eres todo para mí. Y hasta tal punto llega la confianza del salmista en Dios que incluso se atreve a repartirle tareas: Dios es el que se encarga de levantarle, de ponerle en pie, de darle seguridad y confianza. De dar el merecido a los enemigos ya se encarga el propio salmista. Notemos que «dar el merecido» no significa tomar venganza. Significa que, gracias a la intervención de Dios, la malicia de los enemigos quedará descubierta, desenmascarada. Todo quedará aclarado ante Dios
Las tres certezas de la fe.
- Saber que el Señor le ama (v.2). Es un amor gratuito, totalmente desinteresado. Amarle, en nuestro caso, significa que Dios se complace en él. Es el mayor elogio que Dio nos puede hacer. Son las palabras que escuchó Jesús del Padre después del bautismo: “Este es mi Hijo en el cual me complazco” (Mc. 1,12). Palabras que dichas al comienzo de su ministerio público, le invitarán a la soledad del desierto (“A continuación el Espíritu lo llevó al desierto” V.1,13) Y acompañarán a Jesús a lo largo de toda su vida. Jesús nunca se sentirá solo).
- Apoyo para guardar su integridad. Ésta puede ser física (salud) o moral (vida intachable) .v. 13. En aquel tiempo en que la enfermedad se consideraba como castigo de Dios por el pecado, el conservar la salud era mucho más que estar físicamente bien. Suponía tener asegurada la cercanía de Dios. Y eso suponía para el salmista la gran dicha, el gran favor…Tendríamos que preguntarnos nosotros los cristianos, los que disfrutamos del Nuevo Testamento, si nuestra verdadera salud consiste en la cercanía de Dios y nuestra verdadera enfermedad en su ausencia. Eso es lo que han experimentado los santos.
- Comunión para siempre con Yavé. “Me mantienes siempre en tu presencia” (v.13). En una época en la que no existen certezas sobre el más allá, el salmista puede asegurarse una presencia permanente con Dios. No lo abandonará ni en la hora de su muerte.
Un buen final para el primer libro de los salmos.
«Bendito el Señor, Dios de Israel, ahora y por siempre. Amén. Amén»
Este verso añadido sirve para cerrar la colección primera de salmos que va desde el 3-41. Es la terminación de la primera parte del salterio y el salmista parece que quiere celebrarlo bendiciendo al Señor Dios de Israel. El salmista se siente feliz de haber concluido esta primera parte de la obra y quiere bendecir, es decir, dar gracias, alabar al Señor por esta obra.
«Ahora y por siempre»… La alabanza, la bendición, la glorificación siempre será una asignatura pendiente en el pueblo de Dios. Es un pueblo que ha nacido para alabar. La repetición de la palabra amén es como la firma, la rúbrica del salmista a esta obra. Estoy de acuerdo, te digo que sí a todo lo que nos has enseñado en esta obra. Sigue bendiciéndonos como hasta ahora.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA.
Este salmo lo vivió Jesús de una manera especial. Nadie ha tenido más cuidado que Él de los pobres, de esas gentes sin ataduras y sin preocupaciones terrenas que han aprendido el “gusto de Dios”. A ellos ofrece su sermón preferido: Las Bienaventuranzas. (Mt- 5).
Los cristianos saben imitar a Jesús en todo, como nos dice San Pablo: “Sed imitadores de Dios, como hijos amados, y vivid en caridad, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio a Dios en olor de suave” (Ef. 25,35-36).
Y también: “Por tu causa somos entregados a la muerte todo el día, somos como ovejas destinadas al matadero. Mas en todas estas cosas vencemos por Aquel que nos amó” (Ro. 8,36-37).
“Yahvé da cuidados al paciente como lo hace un padre o un amigo. Él rehace su camino. (E. Dhorme)
“Rico junto al Padre, pobre entre nosotros; rico en el cielo, pobre en la tierra; rico Dios, pobre hombre; comprende que donde se manifiesta la debilidad se esconde la divinidad. Su pobreza es nuestra riqueza; como su debilidad es nuestra fuerza; como su necedad es nuestra sabiduría; como su mortalidad es nuestra inmortalidad… Abre el sentido a la fe: recibe al pobre para no quedar pobre. Mira a los pobres, indigentes, hambrientos, sedientos, peregrinos, desnudos, enfermos, encarcelados. Entiende de esos pobres, porque si los entiendes, entenderás al que dijo: Tuve hambre y sed; estuve desnudo y peregrino, enfermo y encarcelado. Así el día aciago te librará el Señor” (Palabras de San Agustín aplicadas a Cristo).
ACTUALIZACIÓN
NUESTRO MUNDO ACTUAL NECESITA CUIDADORES.
Todos somos conscientes del esfuerzo que ha hecho España con la Seguridad Social. Todos le debemos mucho, incluso la propia vida. Y el trato que dan es muy bueno. Pero los que tenemos muchos años añoramos la figura popular del “médico de cabecera” que te conocía muy bien y te acompañaba hasta el momento de la muerte.
Nadie puede decir que a nuestros mayores que están en Residencias les falte comida, calefacción, medicinas etc. Pero les está pesando el tema de la “soledad”. Los besos de los hijos y nietos les alimenta mucho más que la comida y la bebida.
En otros momentos la figura del sacerdote en los pueblos era muy valorada porque hacía muy bien las ceremonias religiosas y daba ejemplo de buena persona. Era el pastor que iba por delante y las ovejas le seguían. Eran las ovejas las que tenían que tener “olor a pastor”. Pero viene el Papa Francisco y nos dice que el buen pastor no solo debe ir por delante, sino que debe in “en medio” hasta tener “olor a oveja” Y debe también ir atrás para recoger a las ovejas más viejas, más enfermas, y a los terneritos que acaban de nacer. Es todo un estilo de vida hecho de delicadeza, de ternura, de servicio desinteresado.
En este mundo nuestro sobra información y falta comunicación. Sobra sexo y falta ternura. Sobra libertinaje y falta auténtica libertad.
PREGUNTAS
- ¿Caigo en la cuenta de que cuidar al pobre y al desvalido es cuidar al propio Jesús?
- ¿Disimulo en mi comunidad? ¿Digo las mismas palabras cuando estoy dentro de la comunidad que cuando salgo fuera?
- ¿Me gusta ir a visitar enfermos? ¿Cómo es mi comportamiento ante ellos? ¿Les ayudo o les hago sufrir más con mis palabras inadecuadas?
ORACIÓN
«Dichoso quien cuida del pobre»
El que cuida del pobre, el que invita al pobre a comer a su casa, no espera nada de él. No le puede pagar. Por eso, precisamente, es dichoso: porque le paga Dios. Ayúdame, Señor, a valorar el amor puro y desinteresado; el que no exige paga; el que sabe dar a fondo perdido; el que hace las cosas a cambio de nada. En un mundo tan interesado y egoísta donde todo tiene un precio, donde tanto eres cuanto vales, haz que mi actitud sea generosa, gratuita, desinteresada. Que sepa dar gratis, Señor, lo que yo recibo gratis de Ti cada día.
“Incluso mi amigo… es el primero en traicionarme»
Somos capaces de aguantar y soportar los golpes de los enemigos. No nos toman de sorpresa. Incluso los esperamos. Lo que nos duele es tener que sufrir la traición del amigo: del que paseaba a nuestro lado, del que se sentaba a nuestra mesa, del que esperábamos un consejo cuando le confiábamos nuestros secretos y le abríamos de par en par nuestro corazón. Tú, Señor, conoces bien esta historia. Es la historia de una traición. Judas era tu amigo. Recorría a tu lado las tierras de Palestina, compartía contigo la mesa; incluso le confiaste la plata de las limosnas para hacer frente a las necesidades más elementales del grupo. En el mismo momento de la traición aún le ofreciste tu amistad diciéndole «Amigo». ¡Cómo debió de dolerte esta traición! A través de esta experiencia pudiste bajar hasta lo más hondo y oscuro de la ingratitud humana.
«Pero a mí me conservas la salud»
Cuando voy a visitar enfermos a un hospital caigo en la cuenta de la cantidad de hermanos y hermanas que están sufriendo. Los hay de todo tipo y de toda condición: niños y ancianos; jóvenes y adultos; ricos y pobres; empleados, campesinos y profesionales… a mí, en cambio, me conservas la salud. Puedo caminar, puedo jugar, puedo trabajar. ¡Estoy bien! ¡No me duele nada!… Y, sin embargo, pocas veces me paro a reflexionar sobre mi salud y a darte gracias por no estar enfermo. Perdona, Señor, mi ingratitud.
Un comentario
Todo perfecto.
La vida es un muy corto se acabó un vez por todo de viaje t hay que ser bueno durante el viaje ,bueno con simismo,bueno con su entorno que sea humano,animalo,vegetal,naturaleza en general todo el bueno que viviendo cada rato con tu entorno te otorga todo el bueno de dios llevandote hacia el camino donde encontrarán díos. Gracias