El obispo presidirá la eucaristía de la fiesta de la translación de las reliquias de San Atilano

Diócesis de Tarazona
26 de agosto de 2020

El obispo de Tarazona, Mons. Eusebio Hernández Sola, presidirá la eucaristía de la fiesta de la translación de las reliquias de San Atilano, patrón de Tarazona, que cada año tiene lugar el 28 de agosto, festividad de San Agustín, y día grande de las fiestas patronales de la localidad. Será en la S.I Catedral a las 11 de la mañana.

El Cabildo de la Catedral ha emitido un comunicado en el que explica que debido a las especiales circunstancias en las que nos encotramos por la pandemia del COVID-19, el Ayuntamiento ha suspendido los actos festivos por lo que «esto conlleva» – señala– «la supresión de la tradicional asistencia de la Corporación bajo Mazas a la misa y procesión del 28 de agosto». Esto supone que los miembros de la Corporación asistirán a la misa a título particular tal y como ha comunicado el Ayuntamiento al Cabildo Catedralicio.

Además de la misa de las 11, que estará presidida por el obispo, Mons. Eusebio Hernández Sola, habrá otra a las 9:30 de la mañana.

Desde el Cabildo, «se recuerda a los fieles que deseen asistir a una de estas celebraciones que, siguiendo las normas sanitarias actuales, el aforo de la Catedral es de 70 personas y es obligatorio el uso de mascarillas durante toda la celebración«.

«Los fieles que deseen participar en la celebración de la Misa en ese día lo podrán hacer también en las distintas Misas que se celebren en las parroquias y templos de la ciudad», finaliza el comunicado.

HISTORIA DE LA CELEBRACIÓN

La fiesta la Translación de las reliquias de San Atilano tiene lugar el 28 de agosto porque fue en esa fecha pero de 1644 cuando llegó a Tarazona un fragmento de uno de los huesos del brazo del Santo patrón turiasonense.

Como cuenta el blog de la Fundación Tarazona Monumental, «llegó a la ciudad un 28 de agosto tras innumerables gestiones con la ciudad de Zamora, en las que incluso tuvo que mediar el Rey Felipe IV. Tarazona consideraba que le pertenecía conservar un recuerdo del único Santo nacido en la ciudad y al que había nombrado su patrón, y Zamora era reticente a entregarlo porque era el lugar en el que San Atilano había vivido hasta el final de sus días y en el que había sido Obispo durante la Baja Edad Media (muy querido y admirado por sus habitantes)».

        

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