Se acaba de publicar el “Informe 2018 sobre la Libertad Religiosa en el Mundo” que cada dos años publica la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. El Informe desvela las graves violaciones que esta libertad sufre en 38 países del mundo. Es más, como se señala en el mismo, seis de cada diez personas viven en lugares donde no se respeta en absoluto la libertad religiosa.
La libertad religiosa es la primera de las libertades porque afecta a lo más profundo del ser humano, su conciencia. Por ello, el derecho a la libertad religiosa se funda en la misma dignidad de la persona humana (D.C. Dignitatis Humanae 2) cuya naturaleza trascendente no se puede ignorar, descuidar o eliminar. Y cuando se respeta esta libertad, “se respeta la dignidad de la persona humana en su raíz”. Pero cuando no se respeta la libertad religiosa “se ofende la dignidad humana, a la vez que se amenaza la justicia y la paz” nos recordó Benedicto XVI en su Mensaje para la celebración de la XLIV Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2011.
Porque, como señalaba el Santo Padre, la libertad religiosa es una de las condiciones fundamentales para la paz y la justicia entre los hombres. El “Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2018” es el único estudio internacional que analiza el cumplimiento del derecho de libertad religiosa en todo el mundo. Su lectura pone de manifiesto no solo que el 61% de la población mundial vive en países donde no se respeta la libertad religiosa y que 1 de cada 5 cristianos es perseguido o sufre discriminación en el mundo por sus creencias, sino que la violación de este derecho está en el origen de graves conflictos en los que la paz se encuentra gravemente amenaza, y con ella la propia vida e integridad de las personas. Así, la falta de libertad religiosa se sitúa en el punto de partida del aumento de conflictos armados cuya base es el fundamentalismo religioso, el aumento de los atentados fundamentalistas o de la propia islamofobia.
El Papa Francisco, en su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, del 8 de enero de 2018, llamaba igualmente la atención a que “se sabe por desgracia que el derecho a la libertad religiosa, a menudo, no se respeta y la religión con frecuencia se convierte en un motivo para justificar ideológicamente nuevas formas de extremismo o un pretexto para la exclusión social, e incluso para la persecución en diversas formas de los creyentes”.
De ahí la importancia de tomar conciencia de que la libertad religiosa constituye la única solución estable contra los fundamentalismos de todo tipo, confesionales y seculares. Pues ambos pretenden negar la libertad moral de la persona y aún su dimensión trascendente, especialmente en su expresión pública, comprometiendo gravemente la laicidad de los Estados.
En este ámbito Benedicto XVI ha llamado la atención acerca de la necesidad de la educación religiosa como “una vía privilegiada que capacita a las nuevas generaciones para reconocer en el otro a su propio hermano o hermana, con quienes camina y colabora para que todos se sientan miembros vivos de la misma familia humana, de la que ninguno debe ser excluido”. Una educación que, víctima de aquel fundamentalismo secular, se encuentra en grave peligro también en el ámbito de las democracias occidentales que, como la nuestra, reconocen formalmente sin embargo la propia libertad religiosa.
Por eso “el mundo tiene necesidad de Dios, de valores éticos y espirituales, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional” (Benedicto XVI. Mensaje para la celebración de la XLIV Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2011). El reconocimiento y la efectividad de la libertad religiosa constituye así un medio imprescindible para saciar esa necesidad de Dios.