Treinta y cuatro misioneros y misioneras ad gentes de la Diócesis de Barbastro-Monzón están esparcidos por el mundo y como siempre, en este momento, al lado de los más vulnerables. Sirva como ejemplo la Misión de Fô-Bouré, en Benín, donde se encuentra el sacerdote ribagorzano Rafael Quirós, a quien hace poco más de un año visitó el obispo, Mons. Ángel Pérez. El COVID19 ha entrado ya en más de medio centenar de naciones de África, un continente donde nuestra diócesis cuenta con otra misionera, la vecina de Sesué Mª Ángeles Lamora, que desarrolla su labor en la República Democrátiva del Congo.
Desde Benim, el octavo país más pequeño de África, Rafael Quirós mantiene desde hace una década el blog http://barbastromonzonmision.blogspot.com/ en el que, con periodicidad mensual, nos habla de las necesidades básicas de educación o sanidad de sus parroquianos y del poder evangelizador de los más desfavorecidos. En su última entrega, con el título La vida sale al encuentro, habla del ‘bicho’ y del confinamiento imposible en un lugar donde, entre otras cosas, no hay casas para confinarse.«Mucha gente pregunta si el famoso bicho ha llegado aquí y también sobre qué medidas se están tomando para frenarlo. Lo cierto es que la información-desinformación que tenemos a cerca de cómo esta pandemia está afectando en Benin es escasa. Es difícil creer los datos oficiales que nos dan, sólo seis contagiados en todo el país, todos venían de fuera, todos evolucionan favorablemente, nadie ha muerto o va a morir. Pero a la vez han cerrado diez alcaldías del sur, se pide a la gente que no haga muchos viajes, están enviando mensajes para protegerse y recomendando quedarse en casa. En todos los países que nos rodean, las cifras son superiores y todos tienen muertos por el virus.
Por el momento la gente no es consciente de la que se nos puede venir encima, es cierto que están acostumbrados a lidiar con infinidad de enfermedades, y mucho más familiarizados a lidiar con la muerte que cualquier ciudadano europeo. Tienen soluciones para todo, de hecho ya les dije que el sodabi (aguardiente local) y la pimienta no protegían de esta enfermedad, se echaron a reír, no podía ser de otra manera. No respetan lo de no juntarse y siguen haciendo vida normal. Si guardas las distancias y les dices que tengan cuidado, piensan que tienes miedo, nunca que seas prudente. En esta ocasión la Iglesia se adelantó al gobierno y nos pidieron que cerráramos las iglesias hace diez días, el gobierno no había cerrado nada. Ayer fue el primer día en el que se cerraron los centros educativos, y eso que era un clamor popular el que se cerrasen desde la semana pasada. Como casi siempre, el argumento para no cerrar las cosas era el económico.
Aquí es imposible confinar a la gente en sus casas, simplemente porque no tienen casas donde poder confinarse, ni medios. Nada tiene que ver el modo de vivir de esta gente con el de Europa, no hay supermercados donde comprar alimentos, no hay agua en las casas, hay que ir a buscarla al pozo o la fuente común si tienen suerte. Por lo que en lo que insistimos es en que guarden la distancia y que se laven mucho las manos con jabón, si conseguimos eso, ya habremos conseguido mucho. Pero la vida se hace, por obligación, en la calle, en los pequeños mercados de cada pueblo. La última celebración que hice con fieles fue en Tume, en la capilla de la visitación, donde un dibujo recuerda el encuentro entre Isabel y María, están abrazándose. Todos volvemos a soñar en el día en que podamos abrazarnos. Aprovecho para recordar que cada día hay que abrazar la Vida, dar gracias por el nuevo amanecer, y saber que la Vida sigue abriéndose camino en medio de los tiempos más dolorosos y duros».