El busto relicario de san Valero de la Seo zaragozana vuelve a lucir en su hornacina del retablo mayor. Tras una minuciosa restauración y haber sido expuesto en la última edición de ‘Las Edades del Hombre’ en Burgos, puede contemplarse con la misma belleza de la primera vez, al llegar de Avignon a finales del siglo XIV. Acompañados por el canónigo Ignacio Ruiz, responsable y conservador del patrimonio catedralicio, nos acercamos a esta obra tan singular.

Don Ignacio Ruiz explica los detalles de la restauración del busto de san Valero. Foto: Jesús Fuertes.

Retrato y relicario 

Tres singularidades enriquecen el busto de san Valero. Por una parte, contiene el cráneo del santo obispo patrón de Zaragoza: dentro del busto, se contiene otro relicario extraíble confeccionado con metal precioso que envuelve directamente la reliquia. 

En segundo lugar, es un retrato, el del Papa Luna, Benedicto XIII. El Papa de Illueca había sido arcediano de Zaragoza y quiso regalar a su catedral el mejor busto posible para contener las reliquias de san Valero. Plata en su color y plata dorada, joyas, piedras preciosas, esmaltes. Y un rostro de sorprendente realismo para la época: el suyo. 

Finalmente, la llegada de este relicario gótico causó tanta sensación que se convirtió en un modelo iconográfico para la gran cantidad de bustos que albergan las seos, colegiatas y templos insignes de la Corona de Aragón.

Un rostro que enamora

Diversas aportaciones confirman que el rostro del busto relicario corresponde a la auténtica efigie del Papa. Parece que el artista orfebre plasmó los rasgos fisonómicos del donante cuando fue proclamado pontífice en 1394. Respecto a su apariencia física existen testimonios de contemporáneos del Papa Luna que le describen como de “pequeña estatura y grácil” (1373) y de “complexión débil y delicada”.

El rostro es un retrato de Benedicto XIII. Foto: Jesús Fuertes.

Del busto, cuyo proceso de restauración duró dos meses y medio y fue realizado en la propia catedral por la experta restauradora Susana Navarro, alguien dijo que estaba enamorada. Fue en Burgos, en ‘Las Edades del Hombre’. Cuando sus acompañantes corroboraron que era una pieza magnífica, esta persona precisó: “Estoy enamorada del rostro de este hombre”

Con el busto de san Valero, procedentes de los mismos talleres, llegaron también los de san Lorenzo y san Vicente. Aunque antiguamente estaban guardados en el espléndido armario de la sacristía mayor de la Seo, en la actualidad pueden contemplarse de modo habitual en el banco del retablo mayor de esta catedral zaragozana.

Las reliquias de san Valero

Tres años después de la reconquista de la ciudad, se logró construir una humilde catedral románica, la Seo, aprovechando los restos de la mezquita musulmana. Se consagró el 12 de octubre de ese año, y muy poco después, el día 20, llegó a la ciudad la reliquia del brazo de San Valero. En 1170 se recibió el cráneo. En ambos casos llegaron desde Roda de Isábena.

San Valero fue el primer obispo conocido de Zaragoza: vivió a finales del siglo III y principios del siglo IV. Asistió al concilio de Elvira (Granada). Tuvo como diácono a San Vicente y, en la persecución de Diocleciano, ambos fueron conducidos a Valencia, donde el segundo sufrió martirio. La tradición afirma que san Valero murió en el destierro.