Domingo 17 tiempo rodinario: 26 de julio de 2020

Raúl Romero López
20 de julio de 2020

INTRODUCCIÓN

Estas dos parábolas: “el tesoro” es decir, lo más valioso, y “la perla” es decir, lo más precioso, son la clave para entender todo el evangelio.  Se habla de “vender todo”; pero no como condición para adquirir el tesoro, sino como consecuencia después de haberlo encontrado. La parábola al revés, no funciona. El vender todo lo que tienes, no es garantía ninguna de encontrar el tesoro. Hay que dejar nuestro corazón abierto para llenarnos del “gran tesoro” que es JESÚS. Lo demás vendrá solo.

LECTURAS BÍBLICAS

1ª lectura: 1Re. 3,5.7-12.    2ª lectura: Ro. 8,28-30

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-52):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»  Ellos le contestaron: «Sí.» Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN

Estas parábolas de Jesús se aclaran   si entendemos el hallazgo del tesoro o la perla como el flechazo de una persona que se enamora. Todo lo que supone para ella el tener que dejar casa, padres, ambiente, incluso el país, le parecerá normal ante el gozo de vivir con la persona a quien tanto ama.  Con las cosas de Dios ocurre lo mismo. Lo importante es ser seducidos por Jesucristo y descubrir el gozo de vivir con Él.

1.- Hay que descubrir a Dios como el verdadero tesoro de la vida.

Tal vez en otros tiempos en los que “lo religioso” estaba presente en el mundo social y lo impregnaba todo, la fe pudo vivirse de otra manera. Hoy, en un mundo secularizado, nos jugamos todo en un “encuentro personal con Jesucristo”. Este encuentro con Jesús cambia radicalmente nuestra vida. Como cambió la vida de aquellos primeros discípulos que seguían a Jesús sin conocerle. Jesús les dice: ¿Qué buscáis? Y ellos le responden: ¿Dónde moras?  “Venid y ved”. El texto ya no nos dice qué vieron, qué sintieron, qué palparon. Sólo nos dice que estaban en el desierto, es decir, donde Jesús no podía ofrecerles nada y, sin embargo, se quedaron con Él.  Quedaron seducidos por su persona. (Jn. 1, 35-39). A Jesús hay que descubrirle como Alguien que nos ayuda, nos anima, nos hace buenos, nos llena de ilusión y de esperanza.

2.– Lo que debe motivar la decisión por seguir a Jesús es el “gozo”.

La religión de Jesús es la religión de la alegría. Los Salesianos lo tienen claro: “Nosotros ponemos la esencia de la santidad en vivir siempre alegres”. Han captado la esencia del evangelio. Es una mala Catequesis hablar de las exigencias que comporta la vida cristiana sin haber hecho una presentación cautivadora de la persona de Jesús. Si Lucas escribe un evangelio a los no-judíos, es porque Él quedó fascinado por la “bondad y la dulzura de Jesús”. Y si a lo largo de los siglos, miles y miles de hombres y mujeres han dejado todo por seguirle, no es porque eran unos locos, sino porque quedaron entusiasmados de la persona de Jesús.  Lo único que cambia a una persona es otra persona. Y lo único capaz de cambiar la vida de los cristianos es “el encuentro al vivo con Jesús”.

3.– Diferencia entre las parábolas del tesoro y la perla con la parábola de la red.

La parábola de la red que se llena de peces y los ángeles separan los gordos de los pequeños y éstos son arrojados al mar, para sacar la consecuencia de que los malos son arrojados al horno de fuego donde hay llanto y rechinar de dientes, no encaja con las dos primeras. Esta parábola, metiendo miedo a la gente, no fue dicha por Jesús sino puesta por el evangelista con fines moralizantes. Notemos que desde la parábola pronunciada por Jesús, explicada por los predicadores y narrada por el Evangelista han pasado cuarenta años y la parábola ha podido quedar desdibujada. Para nuestra satisfacción, se ha encontrado esta parábola en el evangelio apócrifo de Tomás, redactado en Copto contemporáneo a los evangelios canónicos y descubierto en 1945. Y dice así: “El reino de los cielos se parece a un pescador que salió a pescar y le entró un pez grande, hermoso. Tiró al mar los pececillos que había pescado, y se quedó con el pez grande”. Ese pez grande, hermoso, es JESUCRISTO, Los pececillos ya no interesan. Esta sería la parábola original de Jesús, que está en la misma línea de las anteriores.                                                                              

PREGUNTAS

1.- ¿He descubierto a Jesucristo como lo más grande y bonito que ha ocurrido en mi vida?  ¿No? ¿A qué esperas?

2.- ¿Me siento feliz y orgulloso de mi fe cristiana? 

3.- ¿Siento necesidad de comunicarla y hacer también felices a otras personas? 

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

Hablaste de un labrador

que encontró un tesoro, un día,

y de un mercader, Señor,

que halló una perla muy fina.

Labrador y mercader

se llenaron de alegría.

Vendieron todo y compraron

tan preciosas mercancías.

Para nosotros, tu Reino

es tesoro, perla rica.

Invierte nuestros valores,

da sentido a nuestra vida

Tu Reino presenta a Dios

como Padre de familia,

que reina, cuando sus hijos

tienen pan, amor, justicia.

La fe en tu Reino, Señor,

exige gran valentía:

vender todos nuestros ídolos,

apostar por la «utopía».

Pero, si vamos llorando

esparciendo la semilla,

vendremos, Señor, cantando

a recoger las gavillas.

Venga a nosotros tu Reino,

jardín de nuestras delicias.

Somos, Señor, muy felices

viviendo en tu compañía.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

Oración mientras dura la pandemia.

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «corona-virus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.

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