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Dios es amor (Juan, 4,8). Dejemos al amor su última palabra.

Raúl Romero López
14 de octubre de 2019

Salmo 44

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2.- Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nuestros padres nos lo han contado:

la obra que realizaste en sus días, en los años remotos.

3.- Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,

y los plantaste a ellos; trituraste a las naciones, y los hiciste crecer a ellos.

4.-  Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,

ni su brazo el que les dio la victoria;

sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, porque tú los amabas.

5.- Mi rey y rni Dios eres tú, que das la victoria

6.- Con tu auxilio embestimos al enemigo, en tu nombre pisoteamos al agresor:

7 pues yo no confío en mi arco, ni mi espada me da la victoria;

8 tú nos das la victoria sobre el enemigo, y derrotas a nuestros adversarios.

9 Dios ha sido siempre nuestro orgullo, y siempre damos gracias a tu nombre.

10 Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,

y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:

11 nos haces retroceder ante el enemigo, y nuestro adversario nos saquea;

12 nos entregas como ovejas a la matanza,

y nos has dispersado por las naciones.

13 Vendes a tu pueblo por nada, no lo tasas muy alto.

14   Nos haces el escarnio de1nuestros vecinos,

irrisión y burla de los que nos rodean.

15 Nos has hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones.

16 Tengo siempre delante mi deshonra, y la vergüenza me cubre la cara,

17 al oír insultos e injurias, al ver a mi rival y a mi enemigo.

18 Todo esto nos viene encima, sin haberte olvidado, ni haber violado tu alianza,

19   sin que se volviera atrás nuestro corazón

ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;

20  y tú nos arrojaste a un lugar de chacales, y nos cubriste de tinieblas.

21 Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios

y extendido las manos a un Dios extraño,

22 el Señor lo habría averiguado, pues él penetra los secretos del corazón.

23 Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza.

24 Despierta, Señor, ¿por qué duermes? levántate, no nos rechaces más.

25 ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia y opresión?

26  Nuestro aliento se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo.

27 Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia

 

 

INTRODUCCIÓN

El salmo 44 es «ejemplo típico de lamentación colectiva de un pueblo oprimido por el enemigo» (H. Gunkel). No  se  trata,  como  en el  salmo anterior, de un caso individual, sino de  la Nación Israelita que acaba de recibir una grave derrota y apela a la fidelidad de su Dios. Los autores no se ponen de acuerdo a   la   hora   de  precisar  la   situación histórica que ha dado ocasión al salmo. Tal vez lo más sensato sea lo que dice A. González: “El autor no quiere describir a manera de crónica, lo que realmente ha sucedido, sino hacer sentir sus dimensiones religiosas y expresar el sentimiento de soledad y abandono en el que se siente el pueblo en tales circunstancias y así se eleva en forma de oración para alcanzar auxilio».

 

Es bueno recordar. (2-9)

 

Para despertar y acrecentar la fe, la confianza en Yavé, su Dios, los judíos narraban a sus hijos sus hazañas, sus maravillas en favor de Israel: esas maravillas del pasado son garantía para el futuro. El credo de Israel no es una colección de temas abstractos sobre Dios, sino la constatación de las acciones de Dios en la historia. Constantemente se apela a las obras porque Dios hace mucho más de las que de Dios se puede pensar (Dtn 26,5-9). El buen israelita debe transmitir y recordar los hechos del pasado (Jos 4,6). Gracias a la intervención de Dios («diestra» y «brazo»), el pueblo consigue la victoria. Aquí los héroes quedan en la sombra y sólo aparece Dios. Dios es el verdadero protagonista de esta historia. Y la razón por la que ha intervenido es ésta: «porque los amaba». Confiado en esta manera de obrar de Dios en el pasado el salmista prepara la súplica final: Ojalá Yavé intervenga otra vez graciosamente con el mismo poder con que lo hizo antes y apoye a su pueblo desvalido, a ese pueblo que sólo confía en él.

 

Los hechos son tozudos. (10-17) 

 

         «Ahora, en cambio«… Indica un contraste radical. ¡Qué vuelco ha dado la situación! «El no salir con las tropas» alude a la idea de sacar el arca de la Alianza en las campañas (1Sam 4,6-9). Yavé se ha vuelto contra los suyos. Ha rechazado, ha atropellado a su pueblo, entregando a los suyos a la matanza del asedio… a otros ha deportado a Babilonia para ponerlos en venta sin conseguir nada en su provecho. ¡Vende al pueblo por nada! (13). Sin obtener beneficios, como si hiciera una liquidación de existencias.

 

«Nos entregas como ovejas de matanza»… No hay nada que defender. Un perro o un lobo muerde o ladra. Una gacela sabe correr, el toro tiene cuernos…, pero una oveja es siempre una presa. No sabe sino dejarse esquilar y dejarse matar. Además de todo esto has sometido a tu pueblo a una gran humillación: oprobio, mofa, ignominia, ultrajes, insultos, venganzas. El P. Alonso Schókel hace una paráfrasis de esos verbos con sus contrarios o correlativos. Podrían sonar así:

 

Eran pueblo elegido y los rechaza.

Eran sus tropas y les hace desertar en la batalla.

Eran su rebaño y los entrega a la matanza.

Eran su pueblo y lo vende como esclavo.

Eran su Comunidad y la avienta y la dispersa.

Eran su heredad preciada y la hace objeto de burla y desprecio.

 

Lo más grave de todo va a ser que los paganos van a considerar esta situación como un castigo por no haber servido a  sus dioses». ¿Dónde queda la fama y el prestigio de Yahvé?

        

Declaración de inocencia (18-23).

 

El pueblo está totalmente desconcertado. Según Ezequiel, Dios distribuye a cada uno según sus méritos (c.18). Sin embargo el pueblo reclama aquí su inocencia, como lo hará Job o el Siervo de Yavé Con toda su mirada penetrante, Dios, en este momento, no podrá encontrar en su pueblo ni traición ni apostasía. Más aún, ha sido por causa de Yavé por lo que ha sido castigado. Misterio estremecedor para el pueblo.  «Sin que se volviera atrás nuestro corazón ni se desviaran de tu camino nuestros pasos»(v.19)

 

El salmista ofrece a Dios testimonios concretos de su fidelidad: su corazón está anclado en Yavé. No ha vuelto la mirada atrás fascinado por otros ídolos. Ni sus pies han dado un mal paso. Su conducta está en perfecta coherencia con sus ideas y con su vida.

 

“Y tú nos arrojaste a un lugar de chacales, y nos cubriste de tinieblas»(v20)

 

Cuando una ciudad queda abandonada, los chacales van a la búsqueda de los cadáveres. Se apagan las lámparas que alumbraban en las casas. La ciudad se queda totalmente en una terrible oscuridad. Y esta oscuridad, ¿no será el mejor símbolo de las tinieblas del alma?

 

“El Señor penetra los secretos del corazón»(22)

 

Hay algo que le tortura al salmista: ¿Es posible que Dios, el Omnipotente, se haya equivocado? Notemos que el salmista comienza a dudar de todo, de todo menos de Dios. Jamás la más mínima duda sobre su existencia.

Precisamente por no dudar de Dios y no poder entender razonablemente lo que le está pasando, el salmista se va abriendo poco a poco a otra idea nueva de Dios: el Dios del misterio, del misterio impenetrable para el hombre.

 

Futuro esperanzado (24-27)

 

«Despierta, Señor, ¿por qué duermes?»(24)

 

El salmista, a pesar de no ver nada, de no oír nada, de no entender nada… sigue orando. Y, con una osadía inaudita, le dice: «Despierta». No se trata de una oración rara. Era conocida en Israel. El Talmud nos habla de los levitas «despertadores de Yavé».

 

«¿Por qué nos escondes tu rostro?» (v.25)

 

Esconder la cara es lo contrario de «ver la luz de tu rostro». Cara que brilla, que ilumina, que sonríe. Es signo de gozo y de victoria. Cara escondida es señal de luto y de dolor. En estos momentos -y sin saber por qué- Israel ha quedado sin sol: es decir, sin luz, sin calor, sin esperanza.

 

«Nuestro aliento se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo»(26)

 

Israel es, ante todo, un pueblo de fe. A veces le toca vivir, como en estos momentos, de sola fe. Su oración consiste en hundirme en el polvo, pegar su vientre al suelo en señal de postración, de adoración, de hundimiento total. No hundimiento en el vacío, sino en ese Dios misterioso que sabe hablar con la palabra y con el silencio.

 

«Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia» (27)

 

El salmista termina con una súplica de total confianza. Este abandono no puede ser eterno. Le pide que ponga fin al misterio de su ausencia. Es el amor al pueblo el que le hará manifestar, de nuevo, su presencia. Y le pide que le rescate “Por el amor que le tiene” (27). Notemos que, en el caso del destierro, el pueblo puede pensar de esta manera: Nos ha ocurrido esto porque hemos roto la Alianza. Entonces se acuerda de que, además de la Alianza, en Dios existe LA PROMESA. Y las promesas de Dios se deben cumplir aunque el pueblo falle. Y así salvó Israel la crisis del destierro. En este salmo no se habla de haber quebrantado la Alianza, sino que el pueblo se ha mantenido fiel. ¿Por qué Dios obra así? ¡Es un misterio! Y tal vez ése sea el mensaje: No trates de entender a Dios. ¡Fíate de Él! Es una oportunidad para profundizar en la fe.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA.

 Jesús murió preguntando: ¿Por qué? ¿Por qué tengo que sufrir tanto y morir si soy inocente? La respuesta la encontró el Señor “más allá de la muerte”. La Resurrección es el modo más elocuente de decir que Dios no estaba de acuerdo con esa muerte inocente ni con el dolor y sufrimiento del mundo.

  • “Por tu causa somos entregados a la muerte todo el día, somos mirados como ovejas destinadas al matadero…Pero en todo eso vencemos gracias a Aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni presente ni futuro, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro (Ro. 8, 36-39).

 

ACTUALIZACIÓN

 Una de las razones de los ateos para no creer es que ese Dios a quien llamamos Padre, no actúa, no interviene, deja que el mal campee a sus anchas. Hay demasiado sufrimiento en el mundo y Dios guarda silencio.  Lo más trágico del sufrimiento es su sin-sentido. Después de sufrir tanto, ¿para qué? ¿Para tener que morir? Jesús, resucitando de entre los muertos,  nos ha abierto una puerta al sinsentido del dolor. Eso no es el final. Las cosas no pueden quedar tan mal. AL final, triunfará el amor.

Es clásica la sentencia de Pascal:” De Dios sólo puede hablar bien Dios mismo y nadie más”. Y lo que Dios nos ha dicho de sí mismo es esto: “DIOS ES AMOR”.  Jamás se ha dicho cosa tan bella de Dios ni tan sublime del amor.  Dios es un misterio. Pero un misterio de amor.

 

PREGUNTAS.

 1.- ¿Sé agradecer a Dios el regalo de mis padres?

 

2.- ¿Sé aceptar la vida tal y como se me presenta? ¿Sé    aceptar a las personas con sus problemas?

 

3.-   ¿Sé fiarme de Dios cuando no lo entiendo?

 

ORACIÓN

 Nuestros padres nos lo han contado”

Señor, hoy necesito darte gracias por mis padres. No sólo me han dado la vida natural, sino que me han entregado también la fe. Al mismo tiempo que me enseñaron a hablar y me enseñaron a andar, me enseñaron también a rezar. Como decía muy bien S. Agustín: “El dulce nombre de Jesús yo lo aprendí en la leche de mi madre”. Ellos nos contaron lo que habían aprendido de sus mayores y así, en una cadena ininterrumpida, la fe ha llegado hasta nosotros. Gracias, Señor, porque en esa cadena de amor estabas Tú.

 “Por tu causa nos degüellan cada día”

Yo quisiera aprender bien que el sufrimiento y la prueba por tu causa es parte de la herencia que Tú has dejado a los tuyos. No lo entiendo, pero es así. Tú lo has dicho: “Si me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros”. Dame valor para llevar la cruz de cada día. Dame fortaleza para no cansarme. Dame tu Espíritu para saber convertir en “ofrenda de amor” todos los disgustos, ofensas y agravios que recibo por “ser de los tuyos”. El discípulo no desea ser de mejor condición que el Maestro.

 “Nuestro aliento se hunde en el polvo”

Señor, que ante los fracasos y dificultades de la vida no alce mi cabeza pidiendo explicaciones. Haz que mi aliento, mi vida, se postre ante ti en un acto supremo de obediencia. Un día tu aliento desaparecerá de mí y mi cuerpo se convertirá en polvo. Acepto ya, desde ahora, tu designio. Quiero plegarme en todo a la voluntad del Padre. Pero, acepta Tú también mi muerte como el supremo acto de adoración de toda mi vida. Señor, me fío de Ti.

 

 

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