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Dios, arquitecto de la creación y agricultor que cultiva la tierra

Raúl Romero López
9 de marzo de 2020

SALMO 65

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Oh Dios, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos,

3 porque tú escuchas las súplicas. A ti acude todo mortal

4 a causa de sus culpas;

nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonas.

5 Dichoso el que tú eliges y acercas,

para que viva en tus atrios:

que nos saciemos de los bienes de tu casa,

de los dones sagrados de tu templo.

6 Con portentos de justicia nos respondes,

Dios Salvador nuestro;

tú, esperanza del confín de la tierra y del océano remoto;

7 tú que afianzas los montes con tu fuerza, ceñido de poder;

8 tú que reprimes el estruendo del mar,

el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos.

9 Los habitantes del extremo del orbe

se sobrecogen ante tus signos

y a las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo.

10 Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida;

la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales:

11 riegas los surcos, igualas los terrones,

tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes;

12 coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia;

13 rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría;

14 las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses

que aclaman y cantan.

 

INTRODUCCIÓN

 El salmo 65 es un himno de alabanza al Dios Creador y ordenador del Universo, que perdona pecados y provee para que la tierra dé sus frutos.

La alegría y la gratitud llenan esta poesía. Se hace una primera aclamación al Señor que habita en Sión. En este lugar privilegiado Dios recibe el culto y otorga el perdón. Luego el horizonte se ensancha hasta los confines de la tierra. Finalmente se eleva la gratitud por la buena cosecha. Algunos autores, al ver la diversidad de motivos, han dudado sobre la unidad del salmo. Pero, con la mayoría de autores, hay que mantener la unidad por encima de todo. Precisamente en esta unidad está la grandeza del poema.

 

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

 “Es bueno alabar a Dios con la música; y todavía mejor, con el silencio” (v. 2).

Este versículo ha sido traducido en la tradición de dos maneras:

  1. La más probable es la de los LXX: “Tú mereces un himno en Sion”. Sion es el monte santo donde está el templo, lugar privilegiado donde se reza a Dios y se cumplen los votos. Este lugar es el quicio sobre el que gira toda la vida religiosa en Israel. Pues bien, en este lugar, Yavé merece ser honrado, ser alabado. Hay una invitación al agradecimiento.
  2. San Jerónimo tradujo las primeras palabras del salmo, de este modo: “Para Ti el silencio es alabanza”. Es lógico que esta traducción haya fascinado a los místicos y hayan hecho bellas explicaciones. “Como en el caso de una perla de gran valor, todo lo que se pueda decir del silencio sería despreciable” (Baya Paguda, místico judío,s. XVI).

El célebre pensador judío del s. XII, Moisés Maimónides, dice: “No hay verdadera oración sino en el silencio”.

Otro judío, Emmanuel, dirá: “No hay que hablar nunca de Dios, sino callar en Dios. El silencio ante Dios no es inmovilidad o incomprensión, sino admiración, sorpresa”. Hay momentos en la vida en los que la emoción y los sentimientos son tan fuertes que ahogan la voz y entonces uno se queda sin palabras.

 

“El Dios bíblico escucha todo: las alabanzas y también las súplicas” (v. 3).

Todos los seres humanos se dirigen a Dios que recibe un título sugerente: el escuchador de súplicas. La humanidad sabe que sus lamentos no caen en el vacío. Asentado en medio de las alabanzas que suben de la tierra, no se olvida de los gritos de dolor de esa misma humanidad desgarrada.

 

“Nuestros pecados nos abruman pero Dios es más grande que todos nuestros pecados”. (v.4)

El peso del pecado es más fuerte que nosotros y dobla nuestras espaldas. “Mi iniquidad es tan grande que yo no la puedo soportar” (Gen 4, 13). Así hablaba Caín.

“He pecado entregando sangre inocente” (Mt 27, 4) Así se expresaba Judas. El peso de su pecado le llevó a la desesperación. Pero hay que destacar los dos pronombres antitéticos del salmo: el nosotros de la primera parte y el yo de la segunda. Nuestros pecados son enormes, pesados, numerosos. Pero Él es más grande que nuestros pecados. Por eso los perdona.

“Aunque vuestros pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana” (Is 1, 18).

 

El perdón de Dios es una obra de arte: No se limita a perdonarnos sino que se acerca a nosotros y nos sacia con sus dones. (v. 5)

Un aspecto positivo del perdón es la cercanía con Dios. Se restablece la Alianza que se había roto. Todos tienen ahora una residencia bajo la sombra protectora de Yavé.

Se habla de saciedad espiritual y corporal. Se alude a los sacrificios de comunión. Los sacerdotes también comían de los mismos. “Haré que los sacerdotes coman los mejores alimentos y que mi pueblo disfrute en abundancia de mis bienes” (Jer 31, 14). Pero no sólo los sacerdotes, sino todo el pueblo debe disfrutar de los bienes de Dios.

“Las víctimas ofrecidas en sacrificio se han convertido en cosas santas, pero no por eso han perdido su sabor y su poder nutritivo… así se aprecia mejor la prodigalidad de Dios” (Bonard).

 

Dios no es sólo “arquitecto” sino “albañil”  v. 7.

El poeta se remonta a la creación. Ve a Dios como el arquitecto que ha ideado ese mundo cósmico tan maravilloso, pero después se viste de albañil, se ciñe para el trabajo, toma en sus manos piedras o ladrillos y los va colocando en sus puestos para cimentar un edificio o levantar sus muros. Así Dios, constructor gigantesco del orbe, toma en sus manos montañas enteras y las coloca aplomadas y resistentes, cada una en su puesto.

 

Dios, como rey soberano, vence el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos” (v.8)

El mar siempre ha sido para el israelita algo terrible. El mar concentra las fuerzas rebeldes y levantiscas que intentan, en vano, contrastar el poder de Dios. En lo cósmico, el océano con su oleaje; en lo histórico, las naciones con sus ejércitos. Ambos poderes se asocian. Y los dos son vencidos por Dios.

Dios no sólo vence el poder cósmico, sino la violencia histórica. “Ruido de pueblos inmensos, ruido como bramido de mares, fragor de naciones que retumban como el fragor de muchas aguas, pero Yavé las amenaza y ellas huyen lejos” (Is 13,4).

Ahora, reconstruida la armonía del cosmos y de la historia, todas las criaturas van a postrarse ante Él, como ante un Pantocrátor (v.9)

Los habitantes del mundo hasta sus extremos, al presenciar la intervención salvadora de Dios, se llenan de júbilo y temor. Expresión clásica de la experiencia bipolar de la divinidad: el Dios “tremendo y fascinante”. Sobrecogimiento y fascinación. Las puertas del oriente y el ocaso son puertas por donde los astros salen y retornan. Ellas se llenan de júbilo. El poeta introduce una especie de orquesta cósmica o tal vez danza en la que participan a dos coros: el de la mañana (oriente) y el de la tarde (occidente). Es decir, todo el horizonte cósmico.

Oriente, país de sol; occidente, tierra de luna y estrellas. A dos coros y en un canto frenético se entregan al gozo de la danza. ¿Quién es el director de esta fiesta? Dios. Es una especie de danza litúrgica en el gran Templo cósmico.

Es Job quien nos dice que, mientras Dios pone la piedra angular del Cosmos “las estrellas de la mañana cantan a coro y los hijos de Dios gritan su gozo” (Job 38, 7).

Una gran asamblea constituida por personas y criaturas personificadas celebran las acciones de Dios en la creación y la historia. “Hasta los embriones en el seno materno cantan tu alabanza” (Talmud).

 

Cambio repentino. (v.10-14) En vez de visiones gigantescas el poeta acerca a Dios a lo menudo, lo ordinario, cualquier detalle le detiene.

 

 “Cuidas de la tierra, la riegas… la acequia de Dios va llena de agua” (v.10) Visitas la tierra. Aspecto amoroso de Yavé. La embriaga de lluvia de amor. Lluvia que empapa y penetra…

 

 “Coronas el año con tus bienes” ((v.12) Lo llena de plenitud. La corona la forman la lluvia, el trigo y toda vegetación… Dios pasa por el pueblo con su carro bien cargado, sembrando bienes para el pueblo. Los carriles son las marcas que los carros hacen al pasar muchas veces por el mismo camino; lo cual es signo de buena cosecha.

 

“Las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan”. (v.14)

Dejemos la explicación de este texto al P. Luis A. Schökel: “Las colinas se orlan de alegría que es el verdor de viñedos y frutales; las praderas se revisten de rebaños, que ilustran en blanco el verdor de la hierba; los valles se ponen un manto de mieses. Al coronarse el año, vestidos todos de fiesta, con sus trajes policromos, entonan un canto de júbilo”.

Y lo maravilloso es que el Dios que deposita a plomo montañas y reprime océanos, se pone a regar y esponjar la tierra. Es como si el Dios de la primera parte del salmo se hubiera retirado de la vida pública y cósmica para dedicarse ahora a las tareas agrícolas menudas. Esta es la belleza y grandeza de este salmo.

“En el arco de los meses la tierra se vuelve tan bella y digna de ser saludada como a una reina; desde el invierno hasta el otoño, pasando por la primavera y el verano, cada estación ha cincelado un festón de su diadema” (Bonnard)

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

 San Agustín. Jesús ha entrado en el Santuario ofreciéndose al Padre como don agradable. (Heb. 9,12).  Se ofrece en sacrificio eterno de acción de gracias, en perpetua eucaristía, para agradecer a su Padre la obra de la salvación.

“Dios nos bendice y nosotros le bendecimos. Primero nos bendice a nosotros el Señor, después bendecimos nosotros al Señor. Aquella es la lluvia; éste es el fruto. Así se devuelve el fruto a Dios, que llueve sobre nosotros y nos cultiva. Cantemos con devoción no estéril, no con voces vacías, sino con sincero corazón. Por algo se llama a Dios Padre, el labrador”.

 Lacordaire: “La adoración es el supremo esfuerzo del alma que sobreabunda y no puede decir más”.

 Mauriac: “Como un perro que ladra a la luna, yo había quedado fascinado por un rayo… ¡Renacer en el momento de morir!”

 

ACTUALIZACIÓN

 Este salmo nos invita a valorar aquello que el Papa Francisco ha llamado LA CASA COMÚN.

“Estar en la casa del Señor, formar parte de su familia, significa restaurar la armonía de la misma creación, como la vuelta al antiguo paraíso terrenal, al jardín de Edén, donde el Señor es presentado como “el jardinero” de todo el mundo. El salmista invita a admirar la acción de Dios que sigue cuidando de la tierra para que sea una digna morada para el ser humano. Y también le invita a colaborar con Él, para que se conserve y sea cultivada, en lugar de desfigurarla y destruirla como, con demasiada frecuencia, sucede a causa de la falta de responsabilidad del ser humano”. (Vincenzo Paglia).

 

PREGUNTAS

 

  1. ¿Sé alabar a Dios… darle gracias… decirle a boca llena que estoy contento y feliz con Él?
  2. La oración con ese Dios tan grande e inmenso… ¿me impide dedicarme a las cosas más pequeñas de cada día y a los detalles con mis hermanos(as)?
  3. ¿Caigo en la cuenta de que la Creación es una bonita escuela de teología? En mis grupos de apostolado, ¿les enseño a descubrir a Dios en la Naturaleza?

 

ORACIÓN

 

“Oh Dios, Tú mereces un himno en Sion”

El himno es la oración más sublime por ser la más desinteresada. Tú, Señor mereces que en mi oración yo sólo piense en Ti. En estos momentos yo no quiero estar para nada ni para nadie. Sólo me interesas Tú. Hoy no vengo a suplicarte ni siquiera a darte gracias por los beneficios recibidos. Vengo a hundirme en Ti en un silencio profundo. Vengo a perderme en Ti. Tú sólo mereces que yo te alabe no tanto por tus dones, sino por Ti que eres el Supremo Don para mí.

 

“Con portentos de justicia nos respondes”

Tu justicia, Señor, es gracia, es salvación. Nosotros muchas veces nos vemos aplastados por nuestros delitos y, sin embargo, Tú nos respondes con beneficios. Hoy me quiero sentir ante Ti pequeño y avergonzado. Avergonzado no tanto por mis pecados sino por no haber sabido responder a tu inmensa bondad.

“Con grandes favores castigabais mis delitos”. Eso decía de Ti una gran amiga tuya, Santa Teresa. Ese es el modo tan original que Tú tienes de castigar. Señor, que sepa responder con amor a tu gran amor.

 

“La acequia de Dios va llena de agua”

Tu acequia, Dios mío, la llenan tantas vidas de hombres y mujeres que han vivido en plenitud. Son los santos. Tu acequia se ensancha con María, la llena de gracia. Y tu acequia queda desbordada con la vida de tu Hijo Jesús de cuya plenitud todos hemos participado. Una acequia maravillosa llena de fe, de esperanza, de amor. En esa acequia quiero sumergirme. Por esa corriente yo quiero ser arrastrado…

 

“Tus carriles rezuman abundancia”

Lo mío, Señor, es lo mezquino. Lo tuyo la sin medida. Yo todo lo mido, todo lo cuento, todo lo calculo. Tú te das del todo. Eres un derrochador, un despilfarrador. ¿Cuándo, Señor, me entregaré del todo? ¿Cuándo sabré y aprenderé a perder mi vida para salvarla? ¿Cuándo me fiaré plenamente de Ti? y… ¿cuándo será ese cuándo?

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