Celebramos la Pascua del Enfermo en el marco excepcional del Jubileo de la Esperanza 2025, convocado por el papa Francisco, de feliz memoria, bajo el lema: “Peregrinos de esperanza”. Esta coincidencia no es casual: la enfermedad, el dolor y la muerte -realidades tan humanas y desafiantes- solo pueden vivirse plenamente desde la esperanza que brota de Cristo resucitado. El sufrimiento puede convertirse en un verdadero camino de gracia. Nos lo recuerda el papa Francisco: la vejez y la enfermedad revelan el límite humano, pero también la ternura de Dios, que no nos abandona. “El mundo no será mejor cuando esté compuesto solo por personas aparentemente ‘perfectas’ -dice-, sino cuando crezca la solidaridad entre los seres humanos”. La enfermedad, nunca deseada ni buscada, nos invita a descubrir otra lógica: la del amor que acompaña, la de la fe que sostiene, la de la Iglesia que abraza.
En nuestra diócesis, la Pastoral de la Salud, integrada en la Delegación de Caridad, cuenta en cada unidad pastoral con un equipo de colaboradores que, coordinados por el sacerdote y un responsable seglar, visitan, atienden, acompañan, sostienen y celebran la fe con las personas mayores o enfermas, tanto en domicilios como en residencias o en el Hospital. Los capellanes, los voluntarios de Cáritas, de la Hospitalidad de Lourdes o de los distintos grupos apostólicos ofrecen la ternura y la caricia de Dios mediante una atención personal, física, anímica y espiritual.
A través de la Campaña del Enfermo 2025, en este año jubilar, se nos invita a abrir “los oídos del corazón” para escuchar el clamor de los enfermos, de sus cuidadores, de los que están solos o en duelo. Ellos no son una carga: son presencia viva de Cristo crucificado y resucitado. Tienen una dignidad inalienable y una misión en medio del Pueblo de Dios.
El papa Benedicto XVI, en la visita que en la JMJ hizo al centro de San José de personas con discapacidad, afirmó con claridad evangélica: “Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren, y no es capaz de contribuir con compasión a soportar su dolor, es una sociedad cruel e inhumana”. Necesitamos aprender de quienes sufren, que muchas veces tienen más fe, más paciencia y más esperanza que los sanos.
La Pascua del Enfermo no es solo una jornada asistencial. Es una llamada a vivir la caridad como comunión, y a incrementar el grupo de personas voluntarias que visitan o acompañan a ancianos y enfermos. Como diócesis, estamos llamados a ser una Iglesia que se acerca, que testimonia que Cristo ha resucitado para todos. También -y sobre todo- para los que lloran, para los que esperan.
Así lo expresaba nuestro flamante Papa León XIV al asomarse al balcón el día de su nombramiento, con las mismas palabras que lo hiciera Jesús resucitado: la paz esté con vosotros. A todos los enfermos de nuestra diócesis, a quienes los cuidan con amor y a cuantos los acompañan pastoralmente, queremos decirles con humildad y firmeza: ¡No estáis solos! ¡Dios camina con vosotros! Y con vosotros, también, nuestra Diócesis de Barbastro-Monzón.
Con mi afecto y mi bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón
Un comentario
Lo malo es que con las malas tendencias del ser humano, y sobre todo en estos tiempos de mayor falta de religión, en muchas ocasiones esto se sigue (o ya directamente se resume como en el fondo de lo que se quiere decir), en «y haz lo que yo te diga o deja todo en mis manos», es decir que creen que el mayor, o el enfermo, debe aparcar su autonomía, y todo porque necesite en el plano ordinario, quizá ciertamente, cierta ayuda en aspectos sin duda de menor importancia. Creo que cuando no se le deja a alguien tomar las decisiones pertinentes sobre su vida se le hace mucho daño; es posible que alguien externamente vea un cierto riesgo en una determinada cosa, pero no deja de estar viendo sólo un factor, de los muchos que normalmente hay que considerar, por lo cual no puede llegar a pensar que puede decidir al respecto. Esto me parece un aspecto fundamental para mantener el buen orden, el trato digno, y la salud.
Me parece muy clarificador, al respecto, el pasaje de Eclesiástico 33, 20-24:
» Al hijo ni á la mujer, al hermano ni al amigo, no des poder sobre ti durante tu vida: y no des á otro tu herencia : no sea que te arrepientes, y les ruegues a ellos.
21. Mientras vives, y respiras, no te haga mudar persona alguna.
22. Porque mejor es que tus hijos te rueguen, que no estar tú mirando á las manos de tus hijos.
23. En todas tus obras conserva tu preeminencia.
24. No pongas mancilla en tu gloria (Nota: Permitiendo que tengan la autoridad sobre ti aquellos a quienes debes tú mandar según tu estado. …) . El día de la consumación de los días de tu vida, y al tiempo de tu salida reparte tu herencia». (traducción y anotaciones de SCIO DE MIGUEL)