Custodiar la fe y la moral

            Un periodista (católico se declara, aunque no muy partidario del Papa Francisco; también lo confiesa) ha escrito en un periódico de tirada nacional, el pasado 6 de octubre:

“EL PAPA CLIMÁTICO«

La misión del Papa no es aturdirnos con estas mediciones de dióxido de carbono, sino custodiar el depósito de la fe y la moral”.

            Tan católico que le dice al Papa, con cierto desparpajo, contundencia y superficialidad, cuál es su misión como Papa. Me parece legítimo que lo pueda decir. Es la libertad de expresión. Pero también hay que estar mínimamente preparado para hacer determinadas afirmaciones, como la que comento.

            Primero de todo, el periodista (católico él) debe saber que el tema del medio-ambiente es un tema moral porque afecta a la vida de las personas y a la creación que tiene su fundamento creyente en Dios Creador para el cristiano y para cualquier persona seriamente religiosa. Y el tema de ‘custodiar la moral’ pertenece a la ‘misión del Papa’, tal como dice el mismo autor que comento.

            Y como yo no lo voy a decir mejor, copio lo que dice Francisco en los números 62-65 del documento Exhortación ApostólicaLaudate Deum” – Alabad a Dios (4 octubre 2023). Es el documento al que se refiere nuestro periodista ‘cristiano’ de modo sarcástico e irrespetuoso y que se atreve a descalificar diciendo que nos ‘aturde con estas mediciones de dióxido de carbono’. Penoso y triste en un cristiano.

Francisco nos propone las razones creyentes del tema para los cristianos y para toda persona de buena voluntad. Invito a leer completo el documento del Papa a quien esté leyendo esta reflexión:

62. La Biblia narra que «Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno» ( Gn 1,31). De Él es «la tierra y todo lo que hay en ella» (Dt 10,14). Por eso Él nos dice: «La tierra no podrá venderse definitivamente, porque la tierra es mía, y ustedes son para mí como extranjeros y huéspedes» (Lv 25,23). Entonces, «esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo».

63. Por otra parte, «el conjunto del universo, con sus múltiples relaciones, muestra mejor la inagotable riqueza de Dios». Por consiguiente, para ser sabios, «necesitamos captar la variedad de las cosas en sus múltiples relaciones». En este camino de sabiduría, no es irrelevante para nosotros que desaparezcan tantas especies, que la crisis climática ponga en riesgo la vida de tantos seres.

64. Jesús «podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino».

65. Al mismo tiempo, «las criaturas de este mundo ya no se nos presentan como una realidad meramente natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta a un destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que él contempló admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de su presencia luminosa. Si «el universo se desarrolla en Dios, que lo llena todo, entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre». El mundo canta un Amor infinito, ¿cómo no cuidarlo?

            El Papa no habla ni como técnico en el tema, ni como político. Sí habla como creyente. Como un creyente que sabe que la fe debe encarnarse en la realidad. “A los fieles católicos no quiero dejar de recordarles las motivaciones que brotan de la propia fe. Aliento a los hermanos y hermanas de otras religiones a que hagan lo mismo, porque sabemos que la fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado”. (LAUDATE DEUM. 61)

            Ya nos dijo en otra ocasión: “La fe pasa por la vida. Cuando la fe se concentra exclusivamente en las formulaciones doctrinales, se corre el riesgo de hablar solo a la cabeza, sin tocar el corazón. Y cuando se concentra solo en el hacer, corre el riesgo de convertirse en moralismo y de reducirse a lo social. La fe, en cambio, es vida: es vivir el amor de Dios que ha cambiado nuestra existencia. No podemos ser doctrinalistas o activistas; estamos llamados a realizar la obra de Dios al modo de Dios, en la proximidad: unidos a él, en comunión entre nosotros, cercanos a nuestros hermanos. Proximidad: aquí está el secreto para transmitir el corazón de la fe, no un aspecto secundario”. (HOMILÍA DE CLAUSURA. Sínodo 2018 – 28 octubre)