Salmo 82

Descarga aquí el pdf completo

1 Dios se levanta en la asamblea divina,

rodeado de ángeles juzga:

2 “¿Hasta cuándo daréis sentencia injusta

poniéndose de parte del culpable?

3 Proteged al desvalido y al huérfano,

haced justicia al humilde y al necesitado,

4 defended al pobre y al indigente,

sacándolos de las manos del culpable”.

5 Ellos, ignorantes e insensatos, caminan a oscuras,

mientras vacilan los cimientos del orbe.

6 Yo declaro: “Aunque seáis dioses

e hijos del Altísimo todos,

7 moriréis como cualquier hombre,

caeréis, príncipes, como uno de tantos”.

8 Levántate, oh Dios, juzga la tierra,

porque tú eres el dueño de todos los pueblos.

INTRODUCCIÓN

En una escena judicial solemne Dios se levanta para tomar declaración y pronunciar sentencia. Comienza dirigiéndose a los jueces inicuos que corrompen la justicia. Les exhorta a cumplir sus deberes especialmente en favor de aquellos que sólo de los tribunales pueden esperar ayuda: los pobres, los desvalidos, los indefensos.

Que sea precisamente en la sede de la justicia donde queden de-
cepcionadas sus esperanzas, es un grave delito. Hasta los cimientos de la tierra se conmueven por la magnitud del pecado cometido. El salmo se cierra con un grito final, expresión del deseo ardiente de justicia de todos los pobres, hacia Dios que es el único que tiene dominio universal sobre todos los pueblos y todos los jueces.

Ante jueces inicuos, Dios se levanta, es decir, no aguanta más (v.1).

El salmista, haciendo de profeta, anuncia que Dios va a empezar el proceso de los jueces de Israel. ¿Cuál es el marco de este proceso? Para algunos el cielo es «la asamblea de Dios con los ángeles». Para otros (y parece más verosímil), es la «asamblea de

Dios en la tierra», es decir, la asamblea de Israel en el templo, en presencia de los jueces llamados dioses en cuanto representantes de Dios. Por medio del salmista-profeta, Dios lanza su acusación, cara a cara, a los jueces, en plena asamblea solemne.  Los que han recibido de Dios la misión de hacer justicia no pueden aprovecharse de su cargo para sus intereses personales. Los dones de Dios son para los demás, especialmente para los pobres.

 ¿Hasta cuándo, jueces, os dejaréis sobornar? (v.2)

¿Hasta cuándo? Es una especie de imprecación. Como diciendo: yo no puedo tolerar ya por más tiempo vuestros abusos. Estoy ya cansado de vuestra parcialidad. Si os ponéis de parte del culpable es porque éste es más rico, más poderoso y puede reportamos mayores beneficios. En los juicios que hacéis no miráis los hechos con imparcialidad sino que vuestros ojos se van detrás de los acusados que tienen más plata. ¡Y esto me resulta intolerable! Lo mismo se indigna Dios con los que buscan el dinero fácil y se enriquecen haciendo el mal. Pensemos en los “narcos” y todos los que aumentan sus riquezas a causa de la droga. Con tal de hacerse ricos, no les importa que miles de jóvenes arruinen sus vidas.

Los jueces en Israel están para defender a los que no tienen defensa (v. 3-4).

Precisamente los jueces han sido puestos en Israel para defensa de los que no tienen plata para ir a los abogados. La corrupción de los jueces no es cosa reciente. Viene ya de lejos y ha sido denunciada por los profetas: “¡Ay de los que establecen decretos inicuos, y publican prescripciones vejatorias, para oprimir a los pobres en el juicio y privar de su derecho a los humildes de mi pueblo, haciendo de la viuda su botín y despojando a los huérfanos!” (Is. 10,1-2)

En este texto de Isaías Dios cuida con especial cariño a los más desprotegidos: las viudas y los huérfanos. Son precisamente éstos los que deberían tener mayor atención y ayuda. Son los pobres de mi pueblo.

«Cuando los jueces están a punto de hacer un juicio injusto, de dar un falso veredicto, Dios retira la shekinak, es decir, su presencia» (Schechter).

Cuando no defendemos a los pobres, Dios retira de nosotros su presencia acogedora y salvadora. Al contrario, los pobres gozan de una presencia especial de Dios. (Mt. 25)

Cuando los pobres no son atendidos, la tierra se estremece y se pone a temblar, (v. 5).

Son unos ignorantes. Como si Dios no viera sus acciones… Un día le tendrán que dar cuenta de sus actos. Su actitud es una ceguera incomprensible.

El salmista, en este versículo, nos da la verdadera visión de la justicia y su alcance cósmico y teológico. Ir contra la justicia es destruir la historia, volver al caos primordial, atentar contra la obra máxima de Dios: la creación. Todo vuelve al caos y al desastre cuando la justicia no está a favor del oprimido. Por el contrario, hacer justicia es construir una sociedad equitativa. Es crear unas relaciones nuevas entre los hombres, de modo que puedan entenderse. Donde no se practica la justicia, las relaciones se deterioran en la sociedad y, al final, todo es un caos.

Las injusticias llegan también a conmover los fundamentos de la tierra santa y del pueblo de Dios establecido en esta tierra.  “Porque habéis devorado la viña (el pueblo de Israel) Porque habéis aplastado a mi pueblo y habéis machacado el rostro de los pobres” (Is. 3,14-55).

“A los que defienden a los pobres, Dios les concede “dignidad de dioses”. Si no los defienden, los reduce a meros hombres y su vida es malograda (6-7).

Precisamente ellos a quienes Dios había elegido y los había divinizado para que ejercieran la propia misión de Dios…

Dios había soñado al elegirlos, que cumplirían la propia obra de Dios. Les había dado la dignidad de dioses. Pero esos jueces no estuvieron a la altura de su dignidad. Pecaron, se esclavizaron, y quedaron reducidos a meros hombres mortales. Los que hubieran tenido una larga vida, por su indignidad, conocerán una muerte prematura. Y es una historia que se repite en Israel. Dios, por encima del culto solemne y del incienso agradable, ha pretendido la justicia y el derecho.

“Odio, aborrezco vuestras fiestas… si me ofrecéis holocaustos u ofrendas, no las aceptaré… Aparta de mí el ruido de tus canciones. No quiero oír el sonido de la lira. Quiero que el derecho fluya como el agua y la justicia como torrente perenne” (Am 5,21-24).

A los pobres siempre les queda el recurso de poder apelar al tribunal de Dios (v. 8).

Invocación al juicio universal de Dios, juez de todos los jueces del mundo. Ya que sus enviados no cumplen fielmente su mandato, que venga Dios en persona a ejercer su función de juez sobre la tierra, sobre su pueblo Israel, de la misma manera que gobierna las naciones extranjeras sin recurrir a delegados. Sólo el recurso a Dios puede sacar al pueblo de esa situación de calamidad en la que se halla sumido. Sólo el Dios que no se halla sometido a ninguna otra autoridad puede ser capaz de re-enderezar esta historia de opresión.

Y la única garantía de que Dios actuará de esta manera liberadora es el señorío salvador de Dios sobre todos los pueblos.

No hay que alegar nada sino su ser salvador. No hay otro título por parte del hombre sino una necesidad vital de ser salvado. Así hará Dios que la justicia se establezca en la tierra: siendo Dios justo, es decir, siendo Dios. Según este salmo Dios es el Dios de la justicia. Si no hay justicia no puede ser el Dios verdadero.

El valor cristiano de la justicia se adquiere poniéndose decididamente a favor de los pobres, es decir a favor de aquellos que son víctimas de las injusticias

TRASPOSICIÓN CRISTIANA.

Mateo: En los evangelios, Jesús siempre aparece en defensa de los pobres. Para ellos dedica San Mateo los dos discursos más importantes: El de las Bienaventuranzas (c.5) y el del Juicio Final (c.25). El criterio que sitúa a una persona entre los benditos o malditos es la solidaridad que haya mantenido con los pobres.

S. Cirilo de Jerusalén: “Él pone su morada entre nosotros. Él nos revela su profundo misterio…Por uno solo que fue constituido Hijo de Dios… llega a la humanidad su dignidad de modo que por uno se cumple el oráculo: Yo os he dicho: vosotros sois dioses e hijos del Dios Altísimo”

Santo Tomás: «La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene
a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad. Y la misericordia sin la justicia es ruina, destrucción».

San León Magno: «No hay ningún vestigio de justicia en aquel corazón donde habita
la avaricia».


San Juan Pablo II: «Cuanto más conocemos al hombre, tanto más se nos revela su personalidad, su carácter, su inteligencia y su corazón. Y tanto más nos damos cuenta qué quiere decir ser justos con él».

J.B. Metz: “El seguimiento en pobreza pide del hombre que ora: no sólo orar por los pobres sino con los pobres; no sólo ser piadoso en favor de los angustiados y oprimidos, sino con ellos; no sólo clamar a Dios en favor de los sujetos a tutela. De los que son humillados en su puesto laboral o en cualquier otro sitio, sino con ellos”.

ACTUALIZACIÓN

         Uno de los graves problemas de nuestro tiempo es el intervencionismo de los políticos en el poder judicial que debe ser totalmente independiente. De esta manera los presidentes se perpetúan en el poder y en vez de servir al pueblo se sirven del pueblo que un día los eligió.  En nuestra propia Constitución Española se lee: “La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley” (Artículo 117). Se habla claramente de la independencia de la justicia; pero sabemos que, en ocasiones, esto no se cumple.

PREGUNTAS.

1.- El amor de Dios y su cercanía, ¿está oscureciendo o anulando en mí el sentido de justicia?

2.- ¿Vivo en mi grupo cristiano, en mi comunidad, situaciones de injusticia? ¿Soy valiente y me atrevo a plantearlas buscando una solución?

3.- Ante las flagrantes injusticias que descubro a mi alrededor, ¿qué postura adopto? ¿Me callo? ¿Las sé denunciar de una manera concreta y eficaz?

ORACIÓN

«Defended al pobre y al indigente» 

Señor, cada día se deteriora más la justicia. Muchos jueces no obran con imparcialidad sino siguiendo un criterio de interés personal. Parecen decir: es un buen juicio aquel que lo gano y me reporta dinero, aunque sea injusta la sentencia. Es malo, aquel que lo pierdo y no saco ningún provecho de interés personal.

El pueblo ya no cree en los jueces y los que salen perdiendo siempre son los pobres, aquellos que no tienen dinero para defenderse. Señor, da a la sociedad jueces justos, imparciales, insobornables.

«Morirán como cualquier hombre»

En Israel los jueces tenían título de dioses. Dios hacía justicia a través de ellos. Pero éstos, lejos de obrar con lealtad y humildad, se endiosaron y cometieron muchos atropellos, dando sentencias injustas. Que sepan que ellos van a morir como cualquier hombre y se van a presentar delante de ti con las manos manchadas.

Haz, Señor, que todos los jueces del mundo, si no obran por honradez y amor a la verdad, al menos que obren justamente por el miedo a tener que presentarse un día ante ti, Juez Supremo y Universal.

«Levántate, oh Dios, y juzga la tierra»      

Señor, tú eres un Dios soberano y estás sentado en tu trono. Desde esa gran tribuna observas los comportamientos de los hombres. A veces, las injusticias humanas adquieren tales dimensiones que te obligan a levantarte. Ya no puedes aguantar más. El gesto de levantarte indica que vas a actuar, que vas a eliminar a tus colaboradores infieles, aquellos que dictan sentencias injustas en tu nombre y vas a ser tú mismo el que asumas personalmente el derecho de juzgar. Señor, te doy gracias porque aún me das tiempo para corregir mis errores, antes que llegue el juicio final.

Oración mientras dura la pandemia.

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «corona-virus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.