El vicario general de la Diócesis, Ángel Noguero, reflexiona sobre la Pasión en el evangelio de san Marcos, que el Lunes Santo se leyó en la Catedral de Barbastro, en un acto organizado por la Junta Coordinadora de Cofradías.

El evangelio de san Marcos está considerado como el que mejor revela la figura histórica de Jesús y el que mejor puede conducirnos al conocimiento de su vida. Además, es el evangelio en el que más se aproxima a la situación de la comunidad cristiana en la que nace y nuestra propia situación. En no pocos puntos de la geografía cristiana, la Iglesia vuelve a ser minoritaria, oprimida y no pocas veces perseguida hasta el punto de ver amenazada su supervivencia. Tal correspondencia hace que Marcos nos interpele por encima de los siglos con la esperanza que lo anima en medio de la crisis.

La pregunta clave de san Marcos es: ¿Quién es realmente Jesús? Su respuesta no es algo meramente especulativa o abstracta, la ofrece presentando a Jesús en continua relación con un grupo concreto de personas entre los que adquiere un relieve singular el grupo de los discípulos. En la Pasión, el primer paso lo da uno de sus allegados: Judas. La traición. Traición precedida por la angustiosa escena de Getsemaní y continuada por el bochornoso abandono de todos y la negación de Pedro. Después llegará el juicio, los azotes, el vía Crucis y la dramática muerte en medio de dos malhechores.

Destaca el dolor moral, la traición, el abandono, la negación, las burlas incluso de los espectadores. Es el momento de mayor soledad, del aislamiento total y de la incomprensión más radical. Y, al final, un grito dramático: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Las palabras de Jesús son la expresión más nítida de una angustia sin límites en el abismo de la soledad. Abandonado por los hombres y por Dios. Pero, siendo la expresión del abandono más radical, lo es también de la relación que Jesús mantiene con Dios, del deseo de asirse a Dios, de la reivindicación de Dios como Dios mío aunque se muestre como Dios ausente. De este modo se convierte en un grito que asegura la realidad de Dios para todos los tiempos.

Estamos ante un relato impresionante que nos coloca frente a la gran lección de generosidad que Cristo nos dio al entregarse como reconciliación entre Dios y la humanidad. Ese es, para Marcos, el centro de todo el relato, la persona de Cristo, hijo de Dios, que se entrega voluntariamente para la salvación del mundo.

Aunque la Pasión se escuche todos los años, cada año, nunca deja de impresionarnos. Nos afecta a todos y refleja nuestra vida. Nuestro seguimiento de Cristo comporta, a veces, cargar como él con la Cruz. Seguro que nuestro camino no es tan dramático como el suyo, abandonado por todos, incluso con el silencio o ausencia de Dios. Tendremos días en los que se acumularán los motivos de dolor y desánimo. Pero pensemos que estamos destinados no a la Cruz, sino a la Vida; no al sufrimiento, sino a la alegría.