Puede ocurrirnos que, ante la actual situación sociopolítica en España, nos inunde una sensación de desánimo, de ideales frustrados, de imposibilidad de reaccionar. Nada mas lejos de la realidad. Tenemos que convencernos de que tenemos la verdad con mayúsculas en la visión y dignidad de la persona, porque Cristo nos la ha enseñado con su vida.

La defensa de la vida desde la concepción hasta su fin natural no es un invento nuestro. Es el querer del Creador para la criatura. La vivencia de la propia fe en libertad no es solo un derecho consagrado por la Constitución, es mucho más: es la dimensión espiritual del hombre que nadie puede amputar.

La transmisión de esta fe a nuestros hijos, la enseñanza de los valores cristianos que les ayudarán a tener una vida plena y digna de ser vivida, corresponde a los padres por derecho natural y no a ningún gobierno con tentaciones totalitarias y de adoctrinamiento de los mas jóvenes.

La propia existencia de la Iglesia como institución de referencia en España, para creyentes y no creyentes, debe ser respetada en su funcionamiento y fines por el gobierno de turno, sencillamente porque se mueve en un plano distinto: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». También ahí existe la tentación de suplantarla y neutralizar su mensaje, sustituyéndolo por una moral cívica, una religión laica y antropocéntrica.

Es hora de reaccionar, es hora de opinar, hablar abiertamente del tesoro que llevamos dentro y que nos hace además de mejores personas, mejores ciudadanos, cosa que cualquier gobernante aprecia. Ningún gobierno está legitimado para minar las bases morales de una sociedad.

Nosotros sabemos de quien nos fiamos. Las enseñanzas del Maestro nos dan la fortaleza y la superioridad necesarias para defender la fe, las raíces cristianas de España y de Europa. Defenderemos la fe, a poder ser, sin levantar la voz, con argumentos positivos, pero si hay que alzarla, desde el respeto, se alza. Y ejerceremos nuestros nuestros derechos cívicos y ciudadanos ante los abusos y desviaciones de poder, con contundencia y poniendo un poco de luz en un panorama muchas veces sombrío.