Comentario dominical: 18 de agosto de 2019

Raúl Romero López
12 de agosto de 2019
DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO – C

Lecturas: Jeremías 38,4-6.8-10- Hebreos 12,1-4

Evangelio: Lucas 12,49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra.

INTRODUCCIÓN

“El fuego de una persona se ve en sus ojos. El de Jesús era tremendamente cálido cuando miraba a aquel hombre excluido por la lepra, a la mujer condenada por adulterio, aquella otra con hemorragias, apartada de toda relación, a Pedro después que le abandonó. En las miradas que les regaló, pudieron ellos volver a encender sus vidas. “Era un fuego ardiente dentro de sus huesos y, aunque intentaba contenerlo, no podía” (Jer. 20,9). (Mariola López).

REFLEXIÓN

El evangelio de hoy resulta desconcertante si lo queremos entender al pie de la letra. “He venido a traer fuego a la tierra” ¿Acaso Jesús es un pirómano? “No he venido a traer la paz sino la guerra” ¿En qué quedamos? ¿No es la “paz” la primera palabra que resonó en Belén en el nacimiento de Jesús y la primera que nos trajo el Espíritu Santo después de la Resurrección? “Debo ser bautizado con un bautismo de sangre”. ¿Está invitando Jesús a sus comunidades cristianas a un baño de sangre a causa de las guerras de religión? ¡No! Hay que entender estas palabras en el mismo sentido simbólico que fueron dichas.

  • He venido a traer fuego a la tierra. No olvidemos que Dios se manifestó a Moisés en el desierto en una “Zarza que ardía sin consumirse”. Y es una imagen fantástica, sugerente, evocadora. Un Dios que arde en llamaradas de amor; un amor que no puede acabarse ni consumirse. Cuando Jesús nos dice que desea que “todo este mundo esté ardiendo” nos está diciendo que un mundo ardiendo en llamaradas de amor, sería el verdadero sueño de Dios. El amor es el verdadero motor de la vida. Una persona no es nada si no es amada por otra. Vivimos para amar y ser amados. Y el único mandamiento que nos dejó Jesús, como su testamento antes de morir, fue éste: “Amaos unos a otros como Yo os he amado”. Un mundo donde el amor sea su pan, su vino, su aire, su sol, suelo, su cielo…

 

  • No he venido a traer la paz. Quiere decir que Jesús no ha venido a traer cualquier tipo de paz, sino la auténtica, la definitiva, la que es el cúmulo de todos los bienes (Shalom). A Jesús no le va la paz como “mera ausencia de guerras”. Es eso y mucho más. ¿Un matrimonio está en paz cuando no se tira los trastos a la cabeza? La paz es fruto de la justicia, de la equidad, de la solidaridad, del amor. Tampoco le gusta a Jesús la “paz de los cementerios”. Allí hay mucha paz, pero no hay vida. Cuando en un matrimonio, o en un colectivo cualquiera se dice: “Ese tema no se puede tocar” ¡Ni nombrarlo! ¡Así habrá paz! ¿Cómo se puede construir la paz con miedo a la verdad? Según Jesús, hay que desenmascarar las “falsas paces” y vivir la paz que nos ofrece el Evangelio.
  • He venido a poner división. Jesús ha venido precisamente a lo contrario. ¿Qué quiere decir Jesús con estas palabras enigmáticas? En esta vida está mezclado el bien y el mal; la verdad y la mentira; el odio y el amor. Y a Jesús le toca la tarea de dividir, aclarar, poner las cosas en orden. Con Jesús se crea una nueva humanidad, un modo nuevo de ser persona. Jesús viene a apoyar todo lo que es bueno para que la persona crezca, madure, se realice, llegue a plenitud. Los que siguen este camino, necesariamente deben separarse de los que se sienten bien en la otra manera de vivir: acumulando, avasallando, pisoteando los derechos de los demás, siendo ellos los importantes. Para Jesús no es lo mismo la fidelidad que la infidelidad; no es lo mismo la honestidad o la corrupción; no es lo mismo la generosidad que la avaricia etc. Jesús viene a clarificar lo que está bien y está mal. No todo es igual. Y en los que entren en su grupo, deben optar por el nuevo proyecto de Jesús. Si a eso se llama “división” pues bendita la división que nos separa del mal y nos pone en el camino del bien.

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

Jesús proclama un Mensaje

que, más que beso, es «hoguera».
Él vino, con su Evangelio,

a traer «fuego» a la tierra.

Ya lo dijó Simeón:

«El Niño será bandera

de división», entre gente
que piensa de otra manera.

El Mensaje de Jesús

no produce «indiferencia»:

Unos aceptan su «paz»,
otros le juran la «guerra».

A Jesús y a su Evangelio
es difícil dar respuesta,
porque chocan dos estilos

de entender nuestra existencia.

En el mundo, en las familias,
hay opiniones diversas:

Muchos no creen en Dios

y le oponen resistencia.

Nosotros, Señor, tomamos
un compromiso a conciencia.

Hemos optado por Ti

con todas sus consecuencias.

Señor, buscando tu «paz»,
rezamos en tu presencia.
Queremos ser «brasas» nueva

en la hoguera de tu Iglesia.

(José Javier Pérez Benedí)

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy dispuesto a crear un mundo que “arda” en llamaradas vivas de amor?

2.- ¿Estoy dispuesto a luchar contra tantas “paces” camufladas, engañosas y vivir en la paz que trae Jesús?

3.- ¿Quiero clarificarme por dentro y cortar por lo sano con un mundo roto, corrupto, injusto, desleal? ¿A qué me comprometo?

PDF: 18 DE AGOSTO

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