Agua “Auara”

Confieso que no he visto todavía en ningún ‘super’ o ‘hiper’ la marca de agua AUARA. Me enteré por un artículo cuyo título llamó mi atención: “Beber agua para llevarla a donde más se necesita”.[1]  Guardé el artículo para más adelante porque acababa de escribir mi colaboración A pie de calle ‘131 litros’. Ahora con el calor del verano y la mucha agua que seguimos desperdiciando, viene bien una sencilla reflexión, aunque pueda parecer propaganda de una marca de agua que todavía no he visto por los mercados de mi entorno.

“Antonio Espinosa, Pablo Urbano y Luis de Sande son los fundadores de Auara, una marca de agua mineral natural 100% social y 100% ecológica que canaliza el agua hasta las personas que no tienen acceso a ella”. La llamaron AUARA porque en amárico (el idioma oficial mayoritario en Etiopía) significa ‘tormenta de arena’. Me figuro que pensaron en el agua como la que lucha contra la tormenta de arena.

Les surgió la idea de la experiencia de Antonio en Etiopía, uno de los países con más escasez de agua. Se trataba de un plan ‘idealista’: crear una empresa social que les permitiese llevar agua a puntos del planeta donde no tienen acceso. “Quizás si no nos hubiera sobrado ingenuidad, hoy Auara no sería una realidad”. Incluso tardaron, dicen, dos años en vender la primera botella.

El agua de sus botellas procede de Los Barrancos, en León y, para reducir el impacto ambiental, los envases se producen en España con un 100% de plástico (PET) reciclado, que no proviene del petróleo sino de reciclar otras botellas. Es la primera marca de agua que emplea este tipo de envases reciclados. Por eso es 1000% ecológica.

Como empresa social, el 100% de las ganancias que generan con la venta de las botellas de agua se destinan a proyectos para llevar agua adonde las personas no tienen acceso. “El planteamiento no fue montar una empresa para vender botellas de agua, sino vender botellas para lograr llevarla donde hace falta”.

“Trabajamos siempre con socios locales que seleccionamos con mucho empeño y nos aseguramos de que tienen un impacto real, son transparentes y, sobre todo, tienen un seguimiento en el largo plazo”. Buscan la implicación absoluta de la comunidad local, que sean sus miembros los que perciban como necesario el proyecto y que, por tanto, entiendan la necesidad de cuidarlo.

A día de hoy ya han conseguido llevar más de 13 millones de litros de agua a través de 37 proyectos en 15 países del mundo (la gran mayoría en África). No conocen sus nombres, pero, para ellos, cada una de las 24.000 personas que se han beneficiado de los proyectos son igual de importantes que las que han elegido comprar una botella de agua para colaborar con el cambio. “Cuando voy por la calle y veo que alguien lleva una botella de Auara me dan ganas de darle un abrazo”, reconoce Antonio.

Detrás de esta acción ‘a lo grande’, nacida de una experiencia de ver rostros y necesidades concretas, está la escasez de agua de muchos millones de personas. Estamos también cada uno de nosotros y nuestro buen uso o mal uso del agua.

Como para nosotros el agua es algo habitual, ni siquiera intuimos que para muchos millones de mujeres y niños significa más de tres horas de trayecto diario que les impiden hacer otras cosas imprescindibles como ir a la escuela o que les exponen a peligros tan tristemente cotidianos como robos y agresiones de todo tipo. No vemos que la falta de agua arruina las cosechas de países enteros y llena de hambre los estómagos vacíos. No vemos las heridas que nunca se limpian, los minúsculos microbios que viven estanques y charcos y que acabarán convirtiéndose en enfermedades mortales. Cada día mueren cerca de mil niños menores de cinco años a causa de las diarreas provocadas por las malas condiciones del agua, saneamiento e higiene.

“En todo el mundo, 748 millones de personas tienen serios problemas para acceder al agua. Una cantidad que es como toda la población de Europa… pero, claro, no están en Europa. Es una de cada diez personas en el mundo… pero, claro, no las conocemos. El problema de las cifras es siempre el mismo: que no tienen nombre, ni padres, ni recuerdos, ni hermanos, ni infancias, ni futuro”.

“Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”. Este refrán lo debería repetir en cada final de mis reflexiones. Porque ese pequeño grano tuyo, mío, del otro, es esa aportación que podemos hacer ‘a pie de calle’, en la vida de cada día. Nuestros gestos sencillos de cada día: usar razonablemente el agua, por ejemplo, es el modo, al alcance de todos, de hacer algo para cambiar las cosas.

 

[1] NATALIA QUIROGA. El País 4 febrero 2019.